Kennet pensó que tal vez Valentina se acojonaría por estar entre tantos de su especie, sin embargo, la humana caminó entre ellos observando a cada uno, al igual que las condiciones en las que vivía. Los niños murmuraron que era la dueña reconociéndola. Al final eran conscientes del peso de ella en esas tierras.
Hubo recelo en algunas miradas, pero principalmente temor, nunca en su vida Kennet había visto que un hombre lobo tuviera miedo, al contrario, ellos eran soberbios, frente la raza humana creyéndose superiores, sin embargo, le demostraba que habían sufrido lo suficiente como para sentirse insignificantes…
—No pueden vivir aquí —dijo la castaña hacia él.
—Lo sé —admitió Kennet con pesar.
—Las cuevas son peligrosas, los niños se notan desnutridos, no hay higiene para las mujeres, el calor es insoportable y necesitan agua —aclaró Valentina. Kennet guardó el destello de orgullo que sintió al escucharla. Estaba preocupada por ellos.
—¿Tienes un lugar donde puedan quedarse?
—Un lugar mejor, tal vez, las antiguas caballerizas y el granero.
—Servirán si se puede adaptar. —Valentina asintió y continuó su camino entre ellos.
Kennet sonrió ligeramente al observarla avanzar, estaba seguro de que nadie la atacaría por estar el presente, tal vez le tenían miedo a Valentina, pero a él lo observaban con horror.
Gilbert no tardó en aparecer, debieron advertirle de la presencia de Valentina, el hombre mayor miró a Kennet quien simplemente hizo una pequeña pausa.
—Él es quien los lidera —señaló Kennet
—Le pido una disculpa por atrevernos a ocupar sus tierras, no teníamos a donde más ir, no queremos hacerle daño a nadie, nuestra intención es solamente sobrevivir —dijo rápidamente.
—Este es un lugar muy peligroso, aunque sean hombres lobos, los niños no parecen estar bien.
—Jamás tocamos su ganado —aclaró Gilbert.
—No he venido a acusarlos de nada. Kennet me trajo con la intención de saber de su existencia. Pudieron haberse acercado, las oportunidades en mi rancho existen para quienes desean una vida mejor.
—Somos un grupo grande…
—El trabajo nunca falta —indicó Valentina —. Si quieren vivir en estas tierras tienen que ganárselo, trabajar. Aquí todos lo hacemos.
—No queremos convivir con humanos —dijo la misma mujer que increpó a Kennet
—Ese es un problema que deberán arreglar o tendrán que irse de mi rancho. Tengo hombres lobo trabajando con humanos y viviendo en armonía. Aquí nadie hace menos al otro —arremetió la castaña.
—Eres muy valiente para meterte a la cueva del lobo —gruñó la mujer.
—No — pronunció Kennet con profundidad. Sus ojos tintinearon, la mujer dio un paso atrás cubriéndose detrás de Gilbert —. Sabes las reglas —dijo directamente al hombre mayor quien paso hondo.
Kennet no tenía la necesidad de enfrentarse a todos para someterlos, únicamente debía pelear con el líder del grupo y ese era Gilbert.
—Su oferta es válida, la tomaremos —respondió Gilbert tendiéndole la mano a Valentina, quien no dudó en estrecharla.
—Vendrán a indicarles donde podrán descansar cerca del rancho, habrá comida, agua, ropa y todo lo que necesiten —dijo Valentina —. Quienes no deseen vivir en el rancho serán custodiados hacia la frontera…
La castaña regresó por donde habían entrado, Kennet los observó por última vez antes de salir detrás de ella. Valentina había mostrado un temple frente a todos ellos, que tenía asombrado al hombre lobo.
—Lo manejaste muy bien —admitió Kennet detrás de ella al salir.
—¿Cuándo supiste de su presencia? —cuestionó girándose hacia él.
—El día que llegué…
—¿Quién te lo dijo? —inquirió
—Seren recorrió tus tierras para verificar que fueran seguras, encontró el asentamiento —mintió para proteger a Valter.
—Agradezco que me informaras —dijo antes de subir a su caballo.
—Estoy teniendo la gratitud de la dueña del rancho colibrí, no estaba preparado para eso, es un buen día —pronunció llevándose una mano al pecho.
—Recibirás una patada de su caballo si sigues alardeando de tu buena suerte —señaló antes de jalar sus riendas y regresar al rancho sin esperarlo.
Kennet trepó rápidamente en el suyo para alcanzarla. Al salir a campo libre el caballo de Valentina tomó velocidad, era ágil, diestra y sobre todo un paisaje digno de observar.
El sombrero negro atrapaba su cabello, pero lo largo danzaba en el aire mientras ella se movía y las patas de su caballo rompían la tierra a cada galope. Kennet podía alcanzarla, su corcel era ágil, sin embargo, prefirió observarla, Valentina giraba su cabeza buscándolo en repetidas ocasiones y al encontrarse con su mirada sus ojos afilados lo hechizaban.
Dejó que Valentina se alejara, debió frenar los pasos de su caballo, aquello había sido demasiado para asimilar. Dos días desde que su vida se cruzó con esa mujer, algo dentro suyo volcó una emoción que lo paralizó.