—Mamá —insistió Matías, pero obtuvo el mismo resultado desde que regresaron a la casa.
Valentina guardó silencio, acomodó a su caballo en las caballerizas con su hijo detrás de ella implorándole una respuesta, pero la castaña estaba furiosa. Tal vez era el miedo jugándole cruelmente.
—Ve a tu habitación, y no quiero que salgas —ordenó sin mirarlo.
—¿Por qué no quieres hablar conmigo? Hice algo malo —inquirió preocupado. Valentina cerró los ojos por un momento.
—Has lo que digo. —Mantuvo su actitud, no tenía una respuesta, no había forma de explicarle quien era sin temer perderlo.
—Pero mamá —pronunció afligido.
—Te he dicho que obedezcas —respondió alzando la voz y mirándolo directamente.
Los ojos azules de Matías enrojecieron, sin embargo, no hubo oportunidad de retractarse, su pequeño colibrí corrió hacia su habitación.
—Fuiste dura con él —intervino Shelby.
—¿Qué le dijiste? —cuestionó duramente la castaña arremetiendo contra la rubia que no dio un paso atrás.
—Buscas culpables. Qué fácil es para ti, pasó lo que tenía que pasar si llenas este lugar de hombres lobos —dijo Shelby con un tono de ironía que golpeó en el ego de Valentina.
—Tú y tu hermano son los culpables —respondió entre dientes la castaña.
—¿Mi hermano y yo? Tus mentiras son las culpables, ahora es que estás viendo las consecuencias —arremetió la rubia que no iba a permitir que Valentina le hablara en ese tono.
La dueña del rancho hirvió en cólera y estuvo a punto de dar un paso más cerca de la rubia para enfrentarla, pero la mano dura de Margarita sosteniéndola del brazo hizo que se frenara de golpe.
Valentina giró hacia la mujer mayor que presenció todo lo sucedido, la rubia se alejó, no tenía la intención de reñir con ella.
—Debes controlarte —dijo Margarita.
—Matías vio algo, una niña, no dejó de repetirlo cuando veníamos hacia la casa, una niña con colmillos y garras —declaró con preocupación Valentina.
—Sabíamos que eso podía pasar. Nadie mejor que tú… tienes que enfrentarlo. Pero no así, no siendo cruel con él ni buscando culpables. Porque esto es solamente tu responsabilidad como su madre.
—Margarita, lo perderé —dijo al borde de las lágrimas. Estaba desesperada y la mujer mayor lo sabía muy bien.
—Pasará lo que tenga que pasar, es preferible que seas tú quien se lo diga, porque eres su madre. Tiene derecho a saber la verdad de la única persona en quien confía ciegamente y a quien ama con todo su corazón.
Valentina sintió como su interior se contrajo por un momento, Margarita tenía razón, pero no estaba nada bien para lidiar con su pequeño colibrí, le haría más daño si no ordenaba sus ideas. Se alejó de ella, la mujer mayor no dijo nada más, entendía que necesitaba un poco de tiempo.
La observó alejarse rumbo a los establos, el único lugar donde podría pensar. Solamente esperaba que la razón pudiera más en su corazón.
Kennet regresó tarde, cuando el sol estaba por ocultarse. Para su mala suerte, Shelby lo esperaba con muy mala cara. Conociendo lo cambiante que era la rubia, aseguró que le soltaría, que está aburrida y desea regresar a la ciudad.
—Si me estás esperando debo suponer que son malas noticias —dijo Kennet a pasos de ella.
—Tú Valentina… —respondió de mala gana cruzándose de brazos.
—No es mi Valentina —interrumpió el hombre lobo.
—Lo que digas, me ha culpado de que Matías viera a una niña lobo —soltó logrando que Kennet se preocupara.
—¿Qué dices?
—Una niña de esos lobos cavernícolas. —señaló hacia el campo abierto —. Se coló en las caballerizas, Matías fue tras ella, la pequeña quiso lastimarlo y lo impedí. Pero no pude evitar que no la viera transformada.
—¿Cómo está Matías? —cuestionó rápidamente.
—Él bien, la madre no tanto. Matías tiene curiosidad, sabes perfectamente que sus instintos van a reaccionar. Valentina no lo tomó nada bien…
—Hablaré con ella —dijo Kennet avanzando.
—Si no te saca los ojos antes, pero inténtalo…
Kennet la escuchó, sin embargo, no se detuvo a lidiar con su hermana. En ese momento su preocupación mayor era Matías y Valentina. Tal vez debieron abordar antes de traerlos cerca, aun así, por más que desearan no tenían tanto tiempo. Divisó a la dueña del rancho jalando un par de costales.
Valentina intentó canalizar todas sus energías en los quehaceres del rancho, como lo hizo una y mil veces cuando todo se le venía encima, las deudas del rancho, su enfermedad y el cuidado de su pequeño colibrí. Tenía tiempo sin pasar por una situación que le ganara de ese modo emocionalmente, estaba abrumada y necesitaba sacarlo.
—Podrías lastimarte —interrumpió el caos de sus pensamientos, el culpable de una parte de ellos. Kennet se paró cerca de la entrada del establo. Por la mirada que le echaba seguramente ya sabía lo sucedido.