El Hijo del Alpha

Advertencia

Pasó media hora, treinta minutos que le devoraron los nervios al grado de sentir como su mandíbula apretaba sus muelas sin piedad. No hubo señales de Matías por ninguna parte, los hombres se movilizaron al igual que Margarita, Josefa y don Santiago que no paraba de gritar su nombre.

Valentina observaba su alrededor, el rancho que tanto quería le estaba oprimiendo el corazón, tan extenso, con tantos recovecos, escondites y zonas peligrosas. Su pequeño colibrí estaba en algún parte, pero no respondía a sus llamados.

—No está en el viejo granero ni en el establo, ninguno de los refugiados lo han visto —aseguró Yetzel.

—¿Les crees? —cuestionó Valentina buscando su caballo. Yetzel no tuvo una respuesta contundente, él tampoco confiaba en ellos en ese momento.

Valentina intentó trepar a Odín, pero la rodilla le falló en el primer impulso. Gritó desesperadamente asustando a su corcel que dio un par de pasos atrás.

—Así no lograrás nada, debes tranquilizarte —soltó Margarita al ver a Valentina a punto de perder el control.

—¡Tus palabras no me ayudan!

—Deja de ser obstinada, te lastimarás y no servirá de nada.

Valentina la observó sin soltar las riendas de su caballo, se había afianzado sin soltarse, aunque estuviera de pie. Margarita era dura cuando se lo proponía.

—Necesito encontrarlo —señaló Valentina.

—Matías no desea ser encontrado, es un niño muy inteligente, crees que no estoy desesperada, conoce este rancho, sus alrededores, jamás se pondría en peligro, simplemente quiere estar lejos...

—Lo sé —murmuró la castaña pegando su cabeza contra el costado de su caballo.

—Yetzel continúen buscando —dijo Margarita. Al ver que Valentina no se opuso el comanche se alejó de ambas mujeres —. Vamos a revisar esa pierna —tendió su mano para que la tomara.

La castaña estaba renuente, miró a Margarita por un momento antes de subir a su caballo. La mujer mayor suspiró, Valentina era terca y no iba a cambiar de opinión. Observó como la dueña del rancho se perdía en la lejanía.

Por su parte, Kennet también buscó a Matías, para él era más fácil seguir su rastro, el pequeño poseía un aroma delicado y muy tenue, pero que era perceptible para él por ser parte de la misma manada. Curiosamente, jamás había dejado la casa principal, el rastro lo llevó hasta su habitación.

—Así que decidiste esconderte en mi cuarto —dijo Kennet abriendo una de las puertas del closet. Matías permanecía con las rodillas al pecho y sin alzar el rostro.

—Quería estar solo —murmuró. Kennet se sentó recargándose en la otra puerta.

—Valentina está preocupada por ti —declaró el hombre lobo con tranquilidad. Lo menos que necesitaba Matías era ser regañado en ese momento.

—Mamá no quiere hablar conmigo.

—Tal vez no era un buen momento, o no tenía las respuestas que tú necesitabas. Pocas veces un hijo pregunta por una niña de colmillos y garras.

—¿Tú la vistes también? —cuestionó rápidamente asomándose. Kennet sonrió ligeramente.

—A esa niña en particular no…

—Aaaah —pronunció desanimado Matías.

—Pero a otros sí.

La atención del niño pequeño volvió rápidamente, salió del closet para sentarse junto a él.

—¡En serio! ¿Son mitad perros?, ¿muerden?, ¿comen croquetas? —inquirió sin parar.

—No, sí… desconozco —contestó Kennet a las preguntas de Matías.

—No son perros.

—Son lobos —soltó el mayor.

—Ella me dijo lo mismo, pero…

—Eres un niño para comprender lo grande que es el mundo, sin embargo, te prometo que te responderé a tus preguntas. Únicamente necesito que confíes en mí, porque después de saber todo esto, tu vida no será la misma.

Matías lo observó con asombro, confusión, no obstante hubo un momento donde pareció entender las palabras de Kennet.

—¿Hay más como ella?

—Muchos más…

—Mamá lo sabe —dijo con seriedad arrugando la mirada.

—Sí, ella tiene miedo de lo que podía pasar después de que supieras de su existencia. Es válido, tu madre solamente quiere protegerte.

—Mamá miente —pronunció levemente.

—Todos los padres lo hacen creyendo que es lo mejor para sus hijos —confesó Kennet.

—Mentir es malo.

—Pero hay mentiras que protegen. Lo entenderás en su momento.

Matías guardó silencio, las palabras de Kennet tal vez hicieron un poco de eco en su interior, por lo menos era lo que él esperaba. Decirle la verdad de golpe era necesario, sin embargo, no quería hacerlo sin la presencia de Valentina, era lo más justo.

Tardó en convencer al pequeño de salir de esa habitación, pasó una hora para cuando Margarita lo vio en los brazos de Kennet. La mujer se persignó más de una vez antes de tomar al pequeño, quien parecía cansado.




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