En un habido movimiento, Kennet poseyó sus labios. Para Valentina había pasado mucho tiempo desde la última vez que recibió un beso, tal vez en otras circunstancias hubiera tenido el tiempo suficiente para procesar lo que estaba pasando.
Los brazos fuertes y definidos del hombre lobo la tenían contra su cuerpo, como si no deseara que rompiera el momento, la dueña del rancho creyó que ante un atrevimiento así de cualquier hombre tendría la respuesta aguerrida necesaria para alejarse de él, sin embargo, Kennet la dejó sin aliento… y confundida cuando se separó de sus labios.
Valentina dio un paso atrás cuando dejó de sentir que la retenía, Kennet la observó detenidamente, la castaña parecía demasiado contrariada por su atrevimiento, de todas las respuestas posible que esperó jamás pasó por su mente que ella se daría la vuelta sin decir una sola palabra y lo dejaría allí sin mirar atrás.
Kennet aseguró que le soltaría otro golpe en la primera oportunidad, pero mientras la cabeza le daba vuelta consecuencia de probar sus labios, nada más tenía sentido.
Observó a su alrededor, los caballos estaban tranquilos y muy independientes de lo sucedido, había un silencio que perturbó aún más la cabeza de Kennet, sus propios pensamientos le gritaban que saliera tras ella, que no la dejara alejarse, que la retuviera, que pasara lo que pasara no la dejara ir.
Solamente había alimentado su interior, deseaba más de Valentina, más de lo que él mismo podía manejar. Prefirió desaparecer, Kennet decidió alejarse para pensar las consecuencias de su acción.
La dueña del rancho caminó erguida, tensa y sin poder procesar lo sucedido. Se conocía a sí misma, o por lo menos estaba segura de ello antes de que Kennet la besara.
—Valentina, ¿qué te pasó? —cuestionó Josefa frente a ella. La castaña se frenó de golpe, no había visto a su mejor amiga.
—Me caí —respondió automáticamente.
—Eres un desastre, debemos revisarte. Anda vamos a tu habitación —señaló. Josefa cargaba algunas sabanas que sacó del cuarto de don Santiago —. Matías está durmiendo, supongo que ya sabes que lo encontró Kennet.
—Sí —contestó rápido y Josefa la observó con curiosidad.
—¿Por qué estás tan nerviosa?
—Por Matías, deja de hacerme tantas preguntas —dijo caminando hacia su habitación. A Josefa le pareció más extraña su actitud.
—Me estás ocultando algo —aseguró detrás de ella mientras avanzaban. Valentina ni siquiera respondió.
Josefa la dejó en paz solamente cuando cruzó la puerta del baño dentro de su habitación. Su mejor amiga la podía leer como un libro abierto de principio a fin. Valentina temía que pudiera darse cuenta de algo, o que alguien los hubiera visto.
En esos momentos no estaba para habladurías ni malos entendidos, ella no tenía nada con Kennet, y no podía dejar de lado que era el padre de Matías, y fue el hombre de su hermana…
A la mañana siguiente, muy temprano, Valentina esperó a que Matías despertara, el niño abrió los ojos conscientes de que no estaba solo cuando la silueta de su madre tomó forma.
—Mamá —murmuró entre sueño.
—Dime Matías —respondió observándolo. Valentina permanecía en un costado con topacio entre sus piernas, los tres estaban en la misma cama.
—Lo siento mucho, mamá —sollozó acercándose para ocultarse entre las sabanas cerca de ella.
—Estuve muy preocupada por ti, sé que estabas enojado conmigo, pero no puedes desaparecer así.
—Perdóname —insistió antes de alzar el rostro. Las facciones de Matías cambiaron bruscamente cuando notó el golpe en la mejilla de Valentina. No pudo hacer nada por ocultar lo violáceo de la sangre molida —. Es mi culpa —declaró avergonzado.
—Me caí del caballo, fue un accidente —consoló Valentina a su pequeño colibrí que la abrazó con fuerza.
—Tú no te caes del caballo, eres muy fuerte y buena cabalgando —aseguró Matías entre llanto.
—Nadie está exento de accidentes, hasta el jinete más astuto tiene sus caídas —mencionó, pero no sirvió de nada para que Matías dejara de llorar. Entonces lo dejó desahogarse…
Valentina esperó, prefirió escuchar a su pequeño. De algo estaba segura después de no haber dormido toda la noche, Matías necesitaba saber la verdad de su condición. Aunque le pesara, el niño merecía saber su historia.
Tendría entonces que hablar con Kennet, aunque tuviera el más mínimo interés de verle la cara después de lo sucedido la noche anterior. No pudo sacarlo de su cabeza, solo pudo repetirse una y otra vez la imagen de sus ojos hipnotizantes. Sin embargo, no tenía otra opción…
Por su parte, Kennet se encargó de cuestionarse su actuar hasta el más mínimo detalle. ¿Qué iba a hacer ahora? Besó a Valentina y no iba a existir poder que le evitara pensar en ello hasta el desgaste.
Nadie podía entenderlo en ese rancho, únicamente otro hombre lobo en su posición. Qué oportunidad había de que encontrará al destino de frente en ese lugar tan apartado.
Pensar que estaba siendo testigo de lo que leyó más de una vez con Seren le parecía increíble. Valentina había cautivado sus instintos cegándolo por completo, mientras su interior gritaba que era la indicada, la razón le decía que tenían que hacerlo de otra manera.