Valentina anduvo a caballo por un buen rato, mientras Matías disfrutaba el paseo con su madre, ella no dejaba de mirar de un lado a otro. Shelby había actuado muy preocupada y eso solamente la alertó aún más.
Sin contar con los disparos provenientes de la casa, la necesidad de regresar fue inminente al grado de hacerla caer en un frenesí de emociones que debió ocultar por Matías.
—Mamá, esos fueron disparos…
—No escuché nada, tal vez fue otra cosa —mintió Valentina, pero Matías no parecía muy seguro de su actitud.
—¿Te sientes bien mamá? —cuestionó y la castaña prestó atención a su hijo.
—Sí, cariño, estoy bien.
—Es que de repente te pusiste pálida, tus ojos se ven rojos —dijo acariciando su mejilla girándose encima del caballo —. Y estás caliente, mamá —expresó preocupado.
—No es nada, volveremos pronto a la casa para descansar —consoló, sin embargo, no sabía si así sería realmente.
Llegaron a una de las colinas, justo debajo de un árbol, el mismo donde sus hombres cuidaban al ganado desde lo alto cuando pastoreaba libre, Valentina decidió que podían esperar un momento, así tendrían buena vista de las tierras y si alguien venía tras ellos.
Ató a Odín para que esté no se alejara, Matías corrió alrededor del árbol con suma alegría, para él era un día de campo, para Valentina una tortura. Necesitaba saber que todos en el rancho estaban bien.
Ciertamente, como lo aseguró Matías, ella no se sentía nada bien, el cuerpo le ardía, principalmente donde tenía las heridas de la caída, también el cuerpo se le helaba por momentos y además sentía un horrible dolor de cabeza.
Bajó del caballo con cuidado, y no tuvo las fuerzas suficientes para alejarse, se quedó allí recargada a él. Matías hablaba, hacía preguntas que Valentina no entendía. Pensó que había pasado poco tiempo, sin embargo, su pequeño colibrí estaba a su lado llamándola.
—¡Mamá! ¿Estás bien? —cuestionó con angustia —. Te caíste mamá, te caíste.
Valentina logró fijar su mirada, estaba en el suelo cerca de Odín, había perdido el equilibrio y por un instante el conocimiento. No entendía qué le estaba pasando.
—Estoy bien…
—Debemos volver al rancho —indicó Matías.
—No, no podemos —declaró la castaña con seguridad, pero sus palabras no salieron como ella pensó.
—Mamá, es papá, viene por nosotros. —Fue las últimas palabras que escuchó de Matías antes de perder el conocimiento por completo. El cuerpo le pesaba, mantener los ojos abiertos se volvió un castigo.
Kennet salió a buscarlos intentando percibir el aroma de Matías o seguir el rastro de Odín. No tardó en dar con ellos, sin embargo, se preocupó al notar a Valentina en el suelo, se acercó rápidamente cuando las manos de Matías se alzaron en auxilio.
—¿Qué pasó? —inquirió al acercarse a ambos.
—Mamá no responde, se cayó de repente —dijo asustado Matías.
—Tranquilo, volveremos al rancho —consoló Kennet. Se acercó a Valentina y le tocó la frente, hervía. Tenía fiebre, su mirada estaba perdida —. Sube al caballo —ordenó el hombre lobo.
Matías obedeció cuando lo miró alzar a Valentina en brazos. Su madre no reaccionó, ni siquiera reprochó el atrevimiento de Kennet. El pequeño no batalló para subir al caballo, ya tenía experiencia montando, por lo tanto, fue fácil para el hombre lobo guiarlo de regreso al rancho.
Lo que preocupó a Kennet fue que Valentina seguía sin reaccionar, avanzar por el camino de regreso no fue tan complicado, sin embargo, la distancia era de consideración debido a que la castaña había avanzado lo suficiente para alejarse del rancho.
En ese momento para él era importante resguardar a Valentina, su cuerpo comenzaba a sentirse helado y por momentos la fiebre volvía de golpe. No había estado en una situación parecida, a simple vista Valentina se miraba bien, pero había un olor desagradable saliendo de la herida de su brazo.
Al parecer había agarrado una fuerte infección, algo que llamó la atención de Kennet, sabía que los humanos eran más propensos a enfermarse, no se comparaba a los hombres lobo, sin embargo, jamás había notado que una persona se enfermara tan drásticamente en cuestión de horas.
Tal vez debía de verse al estrés que estaba viviendo la dueña del rancho colibrí, su cuerpo estaba llegando al límite y ella ni siquiera estaba angustiada, era mayor su preocupación por proteger a Matías de quien fuera y como fuera, sin importar las consecuencias que esto pudiera traer para ella.
Matías no dejó de preguntarle si su madre estaba bien, la angustia del pequeño era palpable, aunque Kennet estuvo tranquilo, también él tenía su interior revuelto por no saber qué estaba pasando con valentina.
—Papá, mamá va a estar bien, ella no me responde ni siquiera me mira, ¿por qué ella está así?
—Mama está cansada Matías esperemos a que el doctor la revise en cuanto lleguemos a la casa hay que pedirle a margarita que lo mande llamar
—No quiero que mamá vuelva a enfermarse, no quiero que mamá esté en la cama, no quiero que mamá llore — dijo intranquilo y al borde de las lágrimas