El Hijo del Alpha

Padre

Matías tenía miedo, el ruido fue abrumante, cuando notó la herida en su brazo derecho las lágrimas se precipitaron en sus ojos, sin embargo, Kennet llegó tan rápido que no le permitió llorar, lo tomó del rostro obligándolo a verlo directamente. 

—No, mírame… no hay dolor, tienes que enfocarte en mí y hacer lo que te pido —ordenó con serenidad. Valentina soportó el miedo apretando las manos. Llegó hasta ellos, pero mantuvo distancia cuando observó que el hombre lobo tenía el control de la situación.  

La sangre corría sobre el brazo de su hijo de una manera acelerada, Josefa debió abrazar Margarita para que dejara de gritar, la alejaron del lugar. Valentina permaneció atenta a la reacción de Kennet y de Matías. 

—Mamá —murmuró levemente con dolor. 

—Ella está aquí, pero concéntrate en mí, no hay dolor Matías. Puedes sanar esa herida, solamente necesito que lo pienses. Tu cuerpo te obedecerá.  

—No puedo… 

—Eres fuerte, lo recuerdas. Eres un hombre lobo, no tengas miedo. Quieres que mamá deje de llorar —pronunció Kennet y obtuvo la atención de Matías. Valentina era su ancla, su mundo entero y era algo positivo, debía manejarlo de ese modo —. Mamá quiere que sanes, demuéstrale que puedes hacerlo. 

Matías sollozó intentando calmarse, Kennet dirigió una de sus manos a Valentina que no dudó en acercarse, tomó la de la castaña para llevarla a la herida, la colocó sobre ella con cuidado. El hombre lobo parecía tan seguro de lo que estaba haciendo que tuvo atenta a la dueña del rancho.  

—Puedes hacerlo, pequeño colibrí —animó Valentina cuando pudo alejar su propio miedo. La sangre se sintió cálida, está se resbaló de entre sus dedos al tocarlo, Matías se sosegó aunque seguía teniendo ese quejido normal de un niño luchando contra su llanto.  

—Eres fuerte, como el lobo más grande, eres hijo de un Alpha y tu deber es ser el líder de la manada, tienes la fortaleza para afrontar cada reto, tus heridas te darán experiencia, empléalas a tu favor, eres Matías hijo de Valentina, la humana más audaz que he conocido en mi vida —declaró Kennet y la seguridad volvió a los ojos de Matías quien poco a poco cerró sus parpados y creyó en él.  

Todo sucedió ante la mirada atónita de Valentina, quien había sentido dudas después de aceptar a Kennet en un arrebato de deseo, sin embargo, su corazón no estaba equivocado, contemplarlo así junto a Matías le aseguró que el destino fundaba su camino de manera extraña.  

—Ya no duele —aseguró Matías abriendo los ojos con demasía. Kennet sonrió ligeramente. Valentina alejó su mano con cuidado y notó como la herida dejó de sangrar y poco a poco comenzaba a sanar. Había sido un rasguño considerable.  

De repente, Matías perdió el conocimiento y Kennet lo sostuvo contra su cuerpo. La castaña miró al hombre lobo a los ojos, temerosa. 

—Fue demasiado para él, necesita descansar —aseguró cargándolo en brazos. Valentina asintió, dejó que Kennet lo llevara a su habitación.  

—Debo hablar con Margarita —indicó y el hombre lobo asintió.  

Se dirigió a la cocina, el único lugar donde podían estar. Entró y observó como Margarita caminaba de un lado a otro. Al verla simplemente rompió en llanto. 

—¡No fue mi intención! Jamás lastimaría a mi pequeño, nunca haría algo para hacerle daño —proclamó con mucho dolor, afligida por su error.  

—Él está bien, necesita descansar… Josefa ve con mi papá, debe estar preocupado —ordenó, su mejor amiga hizo caso, salió de la cocina acompañada por Valter.  

—Dios mío, que hice —dijo Margarita tapándose el rostro sin dejar de llorar.  

—Te he visto como mi madre, nos has cuidado, tanto a mí como a Josefa, con tanto esmero que realmente no tengo nada que condenarte. Sin embargo, ambas somos mujeres adultas, bien criadas, seguras de nosotras mismas. No puedes querer guiar nuestras vidas, eso ya no es tu deber.  

—Solamente quiero lo mejor para ustedes. 

—Te lo digo aquí, y lo diré una vez, haré mi vida con Kennet, Josefa lo hará con Valter y espero que seas parte de ello, con amor, con respeto y sobre todo acompañándonos en cada nueva etapa. Serás abuela, tu hija te dará un nieto, Josefa es feliz, creo que es suficiente para que tú también lo seas. 

—Valentina, perdóname. 

—No necesitas pedirme perdón, lo que quiero es tu respeto tanto para mí como para Josefa.  

Valentina salió de la cocina dejando a Margarita muy pensativa y con demasiados conflictos internos. Ella no quiso lastimar a su pequeño, aquella imagen quedó impregnada en su mente atrayendo oscuros pensamientos, imaginando el peor escenario y eso jamás se lo podrá perdonar.  

La castaña avanzó y escuchó cómo Josefa buscaba calmar la situación con su padre, ciertamente no tenía humor de lidiar con el enfado de su papá en ese momento, quería ver a su pequeño colibrí.

Rápidamente, se dirigió hacia la habitación de Matías donde Kennet lo observaba dormir y limpiaba los rastros de sangre, fue hasta entonces que se permitió llorar. 

El hombre lobo se acercó para abrazarla, la sostuvo entre sus brazos con fuerzas mientras ella se rompía, Kennet no pronunció ninguna palabra, había sido tan valiente al guardar la calma en un momento, así que necesitaba sacarlo de su cuerpo.  

—Matías está bien —aseguró después de unos minutos cuando ella dejó de llorar. 

—Sanó su herida, él mismo lo hizo —dijo mirándolo a los ojos. Kennet asintió con una ligera sonrisa en sus labios —. ¿Cómo supiste que podría?  

—Aposte a ello, a sus instintos y al amor que te tiene —admitió el hombre lobo. 

—No sabías que iba a funcionar —soltó Valentina sorprendida.  

—Es hijo de un hombre lobo, que no sea uno, sería un caso muy aislado. Lo que hace que Matías no demuestre sus sentidos es que ha crecido rodeado de humano y ha adaptado sus instintos a este mundo. Pero no deja de ser un hombre lobo.  




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