Kennet esperó a que Valentina abriera los ojos, eso tardó más de lo esperado, cerca de la media noche la castaña reaccionó. El médico le había administrado algunos medicamentos, tampoco entendía la condición de la dueña del rancho. Explicó que pareciera que no quisiera despertar.
Aquellas palabras dejaron al hombre lobo con una opresión que le ahogaba. Sus instintos le gritaban que acabara con lo que causaba el dolor de Valentina, que terminara con el sufrimiento, pero era la hermana y madre de Matías. Sin embargo, cuando su Valentina abrió los parpados, los demonios se disiparon.
Sonrió como siempre esperando que su reacción la calmara, ella lo miró a los ojos y rápidamente estos se llenaron de lágrimas, su labio inferior tembló. Era cierto que Ximena solamente significaba una cosa, y era el terror más grande de Valentina.
—Matías —pronunció levemente.
—Lo mandé a descansar con la promesa que en cuanto abrieras los ojos iría por él —respondió Kennet.
—¿Mi hermana? —cuestionó con amargura intentando incorporarse.
—Con Margarita, lejos… —aseguró el hombre lobo ayudándola y limpiando las lágrimas que corrieron por sus mejillas.
—Ella…
—No dirá nada, te lo prometo —afirmó
—Pero es su… —se ahogó queriendo decir aquellas palabras que le dolían.
—Tú eres su madre —dijo Kennet tomándola del rostro con ambas manos para que lo viera directamente —. Eso nadie lo puede cambiar, eres tú su vínculo más fuerte.
—Sabía que este día llegaría, quise estar preparada, pero no pude —confesó con dolor.
—No estás sola, me tienes a mí y no permitiré que te lastimen. Matías es tu hijo…
—Debo hablar con Ximena, saber sus intenciones al volver —dijo Valentina tomando las manos de Kennet.
—Lo sé, pero no ahora, descansa —declaró el hombre lobo esperando que ella accediera. La castaña asintió levemente y se recostó atrayéndolo para que la abrazara con fuerza. No pronunciaron ni una sola palabra más.
Por su parte, Ximena esperaba en la sala junto a Margarita, quien no se le separó en ningún momento. Parecía que la custodiaba, Josefa más de una vez entró y la miró con desprecio.
—Mamá es media noche, lo mejor es dormir —dijo Josefa sin mirar a Ximena.
—Descansa tú, yo me quedaré con Ximena.
—Espero no des problemas —señaló Josefa de mal modo antes de irse.
—Todos me odian —dijo Ximena levemente.
—Odiar no es la palabra, tu regreso vino a desestabilizar una paz que ha vivido por años.
—Debía estar segura de que era indudable volver, tú no sabes lo que he pasado todo este tiempo.
—Nadie lo sabe, porque decidiste no compartirlo. Fue tu decisión salir de aquí huyendo sin siquiera decirnos algo. No vengas a hacerte la víctima. Acepta tus consecuencias —interrumpió don Santiago, quien había caminado hasta allí con la poca fuerza que sus piernas le permitían.
—¡Papá! — pronunció Ximena sorprendida. Margarita corrió a ayudarlo.
—Podías haber pedido la silla —regañó la mujer mayor. Desde que se encerró en su habitación no quiso ver a nadie más que a Josefa quien le llevaba.
—Déjanos solos —ordenó Santiago impidiendo que le ayudara. Margarita observó a ambos antes de salir de la habitación.
–Papá —pronunció Ximena acercándose, sin embargo, don Santiago alzó su mano para que no se acercara a él —. Sé que no puedo esperar más de ustedes que solo rechazo, pero alguien tiene que escucharme.
—Mi nieto creció en este rancho lejos de ti, un niño que creció creyendo que Valentina es su madre.
—No pensé que le dirían algo así —agregó
—¿Qué esperabas? Dejarlo con la cruel realidad, su madre lo abandonó el mismo día que volvió años después a estas tierras. No teníamos ni siquiera una maldita fotografía para hablarle de ti, para nosotros eres una desconocida, Ximena, y lo sigues siendo.
—Quería protegerlo, además se lo debía a su padre, lo mínimo que podía hacer era encontrarle un lugar donde creciera… feliz —declaró agobiada.