Shelby entró desesperada a la habitación donde estaba Kennet al darse cuenta de que Valentina salió sobre su caballo con Matías y los hombres de Blå skog detrás. Había perdido la cordura, era demasiado arriesgado.
Para su mala suerte su hermano seguía inconsciente, la herida más grande en su abdomen no cerraba aún.
—Carajo, Kennet, debes despertar ya… Valentina y Matías corren peligro —maldijo golpeando el hombro de su hermano.
No hubo algún efecto positivo, Shelby soportó las ganas de romperse en llanto. A pesar de que se mostró firme y decidida, tenía miedo en su interior y una profunda tristeza la abrumaba debido al enfrentamiento con su manada.
Conocía a la mayoría de los hombres lobos, y ahora se enfrentaban entre ellos cada uno creyendo en un diferente Alpha. Qué tristeza tan enorme experimentaba al darse cuenta de que su padre era cruel, un líder dispuesto a sacrificar a sus propios hijos por poder.
Forseti reiteradamente les hizo saber que era necesario mantenerse unidos, que cada miembro de la manada era un engranaje que movía la fuerza de blå skog, pero también dejó claro que si alguien no cumplía su función era inútil y debía ser desterrado. Las piezas podridas no sirven para existir.
La realidad era que él siempre esperó el momento donde las manadas tomarían el control del mundo, y la disputa por territorio se volvería insaciable. No le disgustaba la idea de dominar al más débil, ya que eso dejaba a los humanos en la posición más baja de la jerarquía. Por lo tanto, esa batalla tenía una importancia más significativa, no podían permitirse perder, se someterían al nuevo orden si dejaban que el rancho colibrí cayera.
La puerta se abrió de golpe y eso asustó a Shelby, sin embargo, era Camelia quien no tenía buena pinta.
—¿Despertó? —cuestionó con esperanza.
—No, aún sigue sin responder —contestó Shelby con amargura.
—Entonces aún ni ha surtido efecto —lamentó Camelia.
—¿Qué está pasando?
—Cuando Kennet abra los ojos, tal vez sea demasiado tarde para Valentina.
—Camelia, a mí háblame directamente, yo no entiendo nada— dijo con desesperación.
—No es tan difícil de entender, Valentina entregará su vida para traerlo a él. Romperá el lazo que le impide curarse.
—Me estás diciendo que ella morirá —declaró con asombro. Miró a su hermano y sin pensarlo comenzó a sacudirlo de los hombros —. ¡Despierta! Maldición Kennet, por favor abre los ojos, cúrate, eres fuerte, eres un hombre lobo de sangre pura, eres el Alpha de estas tierras, por el amor que le tienes a Valentina… no te rindas.
Se oyó un fuerte estruendo, Shelby salió cuando una escopeta se disparó repetidamente. Observó a su hermano y le dijo a Camelia que no se alejara de él. Los gritos de Margarita tampoco tardaron en escucharse.
La rubia se encontró con don Santiago disparándole a su padre, le había dado en uno de los brazos.
—Estás son mis tierras, y nadie vendrá a imponerse —declaró Santiago desde su silla de ruedas. Forseti quien había atacado a dos hombres lobos que se le enfrentaron, giró su rostro y se dirigió hacia él.
—Humanos miserables, ustedes solo son la escoria de este mundo —dijo alzando su garra. Santiago No dudó en disparar de nuevo dándole en el pecho, aunque no sirvió para frenarlo. Solamente lo lleno de furia. Cuando quiso accionar de nuevo su vieja escopeta está se trabó.
Forseti logró golpearlo y lanzarlo en el aire con todo y silla. Los alaridos de Margarita rompieron a Shelby, quien se apresuró para enfrentarse su padre.
—¡No! —exclamó la rubia empujándolo con fuerza llena de rabia. Gritó desde el fondo de su corazón. Rápidamente, corrió a auxiliar al papá de Valentina, que estaba malherido. Las garras de Forseti rasgaron su pecho —. Lo siento —pidió perdón, aunque no era su culpa.
—Quiero a mis hijas, a mi nieto —murmuró Santiago con dolor —. Debo proteger este rancho, es el hogar de mi Valentina —dijo mientras sus ojos pesaban.
—Papá —pronunció Ximena apresurada tomándolo del rostro, había sido testigo de lo que sucedió, corrió temerosa de perder a su padre —. ¡No te mueras, papá, por favor! —exclamó abrazándose a Santiago, quien ya no parecía estar consciente—. Todo esto es mi culpa, ¡es culpa mía!
Shelby contempló aquella desesperación de Ximena, a Margarita, quien lloraba a unos pasos. Al llegar a esas tierras, lo primero que llamó su atención fue la tranquilidad con la que vivían, algo que le faltaba en su vida. Sonrió amargamente al darse cuenta de que envidiaba a los humanos que vivían en ese rancho.
Se puso de pie y limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas. La única forma de recuperar esa tranquilidad, era eliminar a quien la perturbaba. Sacó sus garras y cambió sus facciones.
—Piensas pelear contra tu padre —dijo con ironía Forseti.
—No, voy a matarte —declaró con seriedad.
Los movimientos de la rubia fueron hábiles, rozó su rostro con una de sus garras, tuvo que moverse rápido debido al repentino ataque. Su hija no había dudado, y sus palabras no fueron una amenaza en vano.
—Le das la espalda a tu manada por unos humanos —pronunció con furia Forseti.
—Parece que no lo entiendes, ¡mira a tu alrededor! Destruiste mi hogar —exclamó antes de irse contra él —. Tú no necesitas a Matías, ese niño es feliz en estas tierras, con su madre, su abuelo, la gente que lo quiere.
—Mi nieto no será criado por una humana.
Forseti respondió el ataque de su hija, Shelby no era tan hábil para pelear; sin embargo, su coraje, su furia, hacía que sus movimientos fueran mordaces, sus garras lograron cortar su carne más de una vez, él era un hombre lobo mayor, pero más fuerte que ella.