El Hijo del Alpha

Último aliento

Kennet escuchó lo que Kringer dijo, hubo algunas dudas en él, nunca había escuchado de hombres lobos marcando humanas. En blå skog estaba prohibido la mezcla de razas, por lo tanto, jamás tuvieron que cuestionarse si eso era posible.  

 

Además, tenerlo como una opción para salvar a Valentina le pareció aún más extraño. Tenía muchas dudas que Kringer no iba a poder contestarle, con la única que podía buscar respuestas era Seren, y no sabía si tenía el suficiente tiempo para ello.  

 

—¡Kennet, Valentina despertó! — exclamó Shelby encontrándolo aún en la entrada principal.  

 

El hombre lobo no esperó a que ella le dijera algo más, necesitaba poder ver a Valentina, entró a la habitación como alma que lleva el diablo, encontró a Matías abrazado a su madre, quien permanecía con los ojos cerrados. El médico había colocado un par de medicamentos en el suero conectado a su vena.  

 

—Deben llevarla al hospital más cercano, su condición es delicada — dijo el doctor atrayendo a Kennet unos pasos fuera —Tiene las mucosas amoratadas, casi lilas, es una condición que no había visto en mi vida.  

 

Valter hizo todo lo posible para que el doctor no se diera cuenta de lo que había pasado en el rancho, si se percataba que eran seres sobrenaturales y que había pasado una guerra sobre ellos jamás habría ido a atender a Valentina. Así que Kennet tuvo que fingir por un momento que eran unos humanos más.  

 

—Lo haremos —aseguró. 

 

—No iré a ningún hospital —dijo la castaña con una tenue voz adormilada.  

 

—Ese es el otro problema, Valentina no quiere salir del rancho —agregó el doctor.  

 

—Me espera el mismo destino allá, prefiero que sea aquí —respondió abriendo los ojos.  

 

Fue la primera vez después de ese largo tiempo que la mirada de ella se cruzó con la de Kennet. El doctor quiso seguir dando explicaciones, sin embargo, el hombre lobo alzó su mano para que se detuviera.  

 

—Haremos lo que Valentina desee, doctor — pronunció Kennet. La dueña del rancho sonrió ligeramente.  

 

Al médico no le quedó más que aceptar la voluntad de Valentina, dejó algunas instrucciones, medicamentos para el dolor y también les aclaró que en el momento que ella no pudiera más, estarían esperándola en el hospital si cambiaba de parecer.  

 

La dueña de esas tierras sabía que estaba perdiendo contra su cuerpo, no era totalmente culpa del veneno, hace tiempo venía sintiendo cómo poco a poco iba apagándose su energía. Matías fue el motor que le dio un poco más de tiempo.  

 

Shelby se quedó consternada cuando el médico abandonó el rancho. Por su parte, Kennet se acercó a Valentina, quien no dudó en alzar su mano y atraerlo.  

 

—Pensé que no podría verte una vez más —admitió la castaña con ligeras lágrimas en sus ojos.  

 

—El destino tiene otros planes —respondió Kennet intentando sonreír. Tomó la mano de Valentina y la llevó a su rostro para sentir su ligera caricia.  

 

Matías estaba llorando sin decir una sola palabra, tal vez consciente que su madre no estaba sanando.  

 

—Esperaba poder estar así con ustedes —dijo Valentina abrazando aún más a su pequeño colibrí.  

 

—Mamá, quiero que te cures —pronunció el niño entre lágrimas. Valentina alzó la mirada encontrándose con los ojos inexpresivos de Kennet. El hombre lobo estaba pensando demasiadas cosas, su cabeza era un caos.  

 

—No tienes que esforzarte, solamente quiero que estés a mi lado —dijo la castaña regresándole a la realidad —. No tengo miedo, lo único que me asustaba era perder a Matías y a ti.  

 

—Eso jamás va a ocurrir, siempre nos tendrás a tu lado —aseguró Kennet.  

 

—Perdóname —suplicó la castaña. El hombre lobo entendió la profundidad de aquella palabra. Besó sus labios, esperando que bastara para ella, no iba a juzgarla por ninguna decisión tomada.  

 

—Traje un poco de té —interrumpió Camelia. Kennet se alejó al notar también a Seren. Necesitaba poder hablar con la mujer mayor. Salieron de la habitación dejando que Camelia atendiera a Valentina. 

 

—El padre de Valentina está muy mal —dijo Seren cuando estaban lo suficientemente lejos de la habitación —. No creemos conveniente decírselo a ella… lo trasladaron al hospital, Ximena ha ido con él.  

 

—Kringer me ha dicho que para salvar a Valentina debo marcarla —soltó Kennet después de escuchar la lamentable noticia. No podía perder tiempo, la vida de su mujer estaba pendiendo de un hilo, sabía que estaba haciendo mucho esfuerzo para mantenerse lucida por Matías.  

 

—No puedo asegurártelo.  

 

—¿Existe esa posibilidad? —cuestionó rápidamente.  

 

—Kennet, no es tan sencillo. Tienes que dejarla morir en paz, y tú no puedes cargar con la culpa.  

 

—¡Respóndeme! —exigió Kennet.  

 

—En el último respiro, cuando su corazón se detenga…  

 

—Debo dejarla morir —pronunció confundido Kennet. 

 

—Pero no te puedo asegurar que funcione, livets merke (marca de vida) por eso se le llama así.  

 

—En los libros no habla sobre eso — dijo Kennet.  

 

— et dypt kyss som er i stand til å gi liv (un beso profundo capaz de dar vida)— recitó Seren con tranquilidad.  

 

—El cuento del Alpha enamorado, me estás diciendo que ese libro es verdad, mi madre se lo contaba a Shelby antes de dormir — dijo contrariado.  

 

Había una historia, que más bien se volvió una leyenda, fue pasando en generación tras generaciones sobre un hombre lobo capaz de traer a la vida a su ser amada. Muchos por culpa de esa leyenda actuaron, pero no corrieron con la misma suerte, aquello volvió loco a más de uno después de perder a la mujer que amaban, pensaron que al ser de la misma especie tendría éxito, sin embargo, la muerte fue lo único seguro, además de ser rechazados por sus manadas al romper las reglas, porque ese acto se prohibió y era impuro ir contra el destino.  




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