El Hijo del Ceo

Capítulo 2: Don Perfecto.

—Alejandro no está —se apresuró a informarle a Andrea dada la cara confusa de su nuera.

Su voz sonaba cansada y aburrida, agitó ligeramente el vino mientras lo contemplaba como si fuese lo más interesante del lugar.

—Lo estoy esperando —añadió Andrea.

—Sí, ya sé que su hijo no está en casa señora Andrea —confirmó dejando el abrigo colgado en el perchero de la entrada—. Tampoco creo que sea buena idea sentarse a esperarlo, no va a llegar en toda la noche.

Andrea se puso de pie posando los ojos en el sobre húmedo que sostenía su nuera.

—¿Tan mal están las cosas como para que mi hijo no duerma en casa? —quiso saber.

Vanesa suavizó su gesto que hasta el momento había sido tenso y negó satisfecha.

—Veo que no está enterada —interpuso distancia entre las dos caminando hacia el inmenso cristal que daba vista a la ciudad—. Está en un viaje de negocio, viajó fuera del país.

El rostro de Andrea buscaba disimular la desinformación de la partida de su hijo hacia el extranjero, normalmente Alejandro le comunicaba todos sus viajes, y le dejaba a cargo de la decisiones importantes King, en su ausencia.

—Bueno, supongo que fue algo urgente y no le dio tiempo a avisarme —resaltó la suegra con suficiencia—. En ese caso será mejor que me marche.

Andrea tomó su bolso blanco de piedras francesas, y se retiró hacia la entrada.

Saliendo de allí marcó el teléfono de Alejandro.
A Vanesa se le hizo extraño que su suegra no hubiese sacado a relucir el tema de los reporteros fuera del hospital familiar, ella era la primera en la familia en enterarse de todo, así que dudaba que desconociera la información, y cuando se quedaba callada casi nunca era nada bueno.

También detestaba la idea de que Alejandro le hubiese entregado una copia de las llaves del departamento matrimonial a su suegra, ella podía entrar y salir a su conveniencia, y eso la hacía sentir privada de intimidad.
Vanesa se apresuró a guardar aquel sobre qué hasta el momento era la información que más la preocupaba.
Media hora después había tomado una ducha caliente, se había puesto ropa cómoda, y preparado algo para comer, se acomodó en la cama con su ordenador con el propósito de revisar algunos correos. Más tarde habló con Emma su mejor amiga, cenó y se fue a dormir.
Eran pasado de las diez de la mañana cuando el sonido en el baño la despertó. Levantó la cabeza sutilmente, observando como una fila de prendas masculinas estaban arrojadas de camino al baño.

¿Está Alejandro en casa?, pensó. Se enderezó de súbito sentándose al borde de la cama, un dolor de cabeza la aturdió de repente, mareándola.

—Uy —susurro muy bajo, llevó sus manos a su cabeza cerrando los ojos con delicadeza.

—¡Investiga quién del equipo de marketing hizo esa cutre publicidad! —hizo presencia la voz de Alejandro saliendo del cuarto de baño con el teléfono a la oreja, recién duchado, y una diminuta toalla alrededor de su cintura intentando cubrir su desnudez.

—¡Por su puesto que voy a cancelarlo Valentín!, creo que se le paga bastante bien como para que hagan bien su trabajo —volvió hablar el castaño—. ¡ No me interesa si tienen tiempo o no para empezar de nuevo con la maqueta, quiero las cosas bien hechas, vuelvan a repetir el trabajo!

Mientras Alejandro daba órdenes a su parecer Vanesa no paraba de observarle. Mantenía todo su dominio en cada movimiento era como si cada gesto estuviera meticulosamente calculado, y ese había sido uno de los motivos por lo cual ella se había enamorado irremediablemente de él, no buscaba la perfección sin embargo la conseguía sin esforzarse.

Mientras su esposo se vestía, en medio de una tensa conversación, ella no paraba de observarle con detenimiento, era como si ese fuese su único momento privado, donde ella fantaseaba, con ser una pareja normal.

Cuando Alejandro colgó la llamada sus ojos se posaron en su esposa que permanecía interesada en él mirándole fijamente, su rostro se endurecido de repente.

—¿Dónde estuviste ayer en la tarde? —interrogó él.
Vanesa sintió como se le revolvió el estómago.

—No me encontraba bien, me mareé un poco y fui a una consulta de rutina con el doctor general —contestó con seguridad.

—¿Bebiste? —la cuestionó severo volviendo a sus asuntos en el vestidor—. Sabes que eres la foto del mañanero de los periódicos.

—No tomo alcohol entre semana. Seguro te lo dijo Andrea —arremetió—. Seguro que fue ella quien se encargó de avisarle de mi presencia en el edificio hospitalario a los reporteros.

Alejandro cerró la puerta de roble en un gesto seco.

—Mi madre no tiene tiempo de estar detrás de ti Vanesa —enfatizó con rudeza—. Y no fue ella quien me informó, mi asistente de imagen lo hizo.

—¿Vas a enojarte por una visita al doctor? —ironizó ella.

—Solo te pido que seas discreta Vanesa. Parece que llamar la atención es lo tuyo.

—Todo lo que te importa es el que dirán —destacó Vanesa desviando la vista—. Ni siquiera me haz preguntado como me fue en el hospital.

—¿Dijiste que era algo de rutina, no? —le restó importancia—. Pues yo te veo bien.

Alejandro se terminó de trajear mientras se acomodaba la corbata frente a su reflejo.

—Tengo asuntos importantes en la empresa —le avisó—. No te aparezcas por ahí, no quiero una rueda de prensa poniendo desorden.

Ironizó lanzándole una mirada de preponderancia.

Alejandro salió de la habitación después de haber quedado satisfecho de lo dicho.

Mientras que Vanesa estaba harta de la situación en la que ella siempre hacía todo mal. Y él era el señor perfecto.




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