El Hijo del Ceo

Capítulo 4: La cena

La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo la cafetería en una atmósfera densa y casi melancólica. Emma apenas era la misma desde el momento en que había recibido aquella noticia, una revelación tan impactante que parecía haberle robado las palabras. Permanecía en silencio largos ratos, perdida en sus pensamientos, mientras que Vanesa intentaba distraerla con temas ligeros y promesas de discreción sobre lo que acababa de enterarse. El café y las pastas que habían ordenado mas tarde, seguían intactas.

Al final, Roger, había pasado por la cafetería, acompañado a Emma a su departamento de soltera y continuar su trayecto a casa con la señora Adán. Casi todo el camino Vanesa estuvo en silencio y eso lo había preocupado, aunque no abordó el tema, la señora Adán siempre tenía algo que decir: algún halago, alguna queja, algo…, y que no lo hiciera le hizo sentir que estaba ante un momento complejo. Así que con muchísima prudencia respetó su espacio personal.

Cuando Vanesa abrió la puerta del apartamento, el agotamiento y la inquietud seguían colgando sobre ella, pero no dejaba de aferrarse al alivio fugaz de haberle confesado su secreto a Emma. Su amiga había escuchado todo en aquella cafetería, y aunque no podía solucionar su problema, al menos había ofrecido un hombro sincero y un abrazo que ella tanto necesitaba. Sin embargo, al cruzar el umbral de su hogar, ese consuelo se desvaneció al ver a Alejandro frente a la mesa, con una expresión impaciente.

Él había puesto la mesa con una elegancia inesperada, pero no había detalles románticos; simplemente dos platos de pescado recién servidos, una botella de vino abierta y cubiertos meticulosamente alineados. Alejandro la observaba como si estuviera evaluando su llegada, y sin preámbulos, le hizo un gesto para que se sentara.

—Te estaba esperando —dijo, su voz marcada por una urgencia fría, mientras ella tomaba asiento.

Vanesa apenas se acomodó cuando Alejandro comenzó a hablar.

—Envié a Roger por ti y aún así haz tardado —persuadió él con una mirada distante.

—Necesité un poco más de tiempo con Emma para tratar un tema importante —su respuesta casi pareció una disculpa, pero no lo fue.

—Estoy interesado en un nuevo proyecto —dijo su esposo sacando el tema de su interés—. Los socios de King están dispuestos a esparcir sus horizontes hacia nuevas propuestas y es obvio que debo manejar la situación de cerca como jefe mayoritario.

Así que está es una cena de negocios, pensó Vanesa jugueteando sin hambre con los tenedores y la vista puesta en el plato.

—Mañana necesito que me acompañes a una gala importante. —continuó su esposo—. Estará uno de los socios principales de la empresa coreana que quiere instalarse aquí en la ciudad. Si logramos cerrar este trato, será quien maneje el proyecto del nuevo centro comercial. Sería un paso enorme para la firma y para mí, claro. ¿Me entiendes? —La mirada de Alejandro estaba fija en ella, pero con un brillo ansioso que solo reflejaba su propia ambición.

Vanesa ascendió, pero no pudo evitar que el cansancio y el desánimo asomaran en su rostro. Él no pareció notarlo, o si lo hizo, no le importó. Continuó hablando como si ella fuera una simple extensión de su plan, un peón necesario para proyectar la imagen que quería dar frente a su futuro socio.

—Mi asesor de imagen me estuvo comentando que para los coreanos la familia es muy importante, sobre todo para el señor Kim Ho. Por eso quiero ganarme su aprobación y que me vea como un potencial socio y que firme con nosotros y por ende quiero que me acompañes.

—Entiendo, pero…

—Así que necesito que estés perfecta —la interrumpió—. Me imagino que podrás arreglar algún vestido o algo adecuado, ¿no? —agregó sin realmente preguntar, sino esperando que ella siguiera su línea sin discutir.

Vanesa se quedó callada unos segundos como si con aquel silencio buscara desafiarlo.

—Es mañana, a las 9:30 p.m. yo me iré antes por qué necesito preparar algunos asuntos, pero Roger pasará por ti y nos encontraremos allá. Si todo sale bien con los coreanos, no hace falta que te quedes toda la noche, si quieres puedes irte luego.

Vanesa sintió un nudo en la garganta. Por un instante, pensó que la cena se debía a otros asuntos más íntimos, aunque conocía Alejandro en el fondo esperaba algo más de está noche.

El tema que sobresalía por supuesto tenía que ser sobre los intereses de Alejandro, sino ¿Por qué querría cenar con ella?

Vanesa resopló una sonrisa triste que Alejandro no notó.

Por un instante alzó sus ojos y los posó en el hombre que tenía en frente, comiendo irrompiblemente de su plato. Por un instante uno muy pequeño se cuestionó si Alejandro sería igualmente indiferente a la noticia de que sería padre. Alejandro estaba tan centrado en su propio reflejo que no había espacio para ella, para un bebé y esas cosas.

—Alejandro —se atrevió hablar dudando de las palabras que saldrían después de pronunciar su nombre.

Su esposo levantó la vista invitándola a qué continuase.

—Dices que al señor Kim Ho, considera importante la familia, ¿Qué hay de ti?

Alejandro frunció ligeramente el ceño, como si la pregunta de Vanesa no tuviera ningún sentido en el contexto que él había planteado.

—¿Qué quieres decir? —respondió, con una mezcla de incomodidad e impaciencia.

Vanesa tomó aire, sintiendo que la tensión la sofocaba, pero mantuvo su mirada fija en él. Aquella pregunta parecía simple, casi casual, pero en realidad, era la suma de todas las emociones que había contenido durante meses. Quizás incluso, una pequeña prueba para ver si aún existía algo de espacio para ellos en la vida de Alejandro.

—La familia, Alejandro. ¿Es algo importante para ti? No para impresionar a un socio… sino para ti.

Alejandro dejó su tenedor sobre el plato con un ligero ruido metálico. Su expresión ahora era calculadora, como si estuviera evaluando cada palabra antes de responder. Al final, sonriéndole, pero no fue una sonrisa cálida, sino una sonrisa ensayada.




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