La noche había terminado de manera inmejorable para Alejandro. Cerrar un acuerdo de colaboración con el Grupo Hanjo representaba un triunfo estratégico que abriría una nueva era para su empresa. Mientras se acomodaba en el asiento trasero del coche junto a Vanesa, miró por la ventana, disfrutando del paisaje urbano que pasaba lentamente. Sin embargo, una inquietud sutil le nublaba la mente. Necesitaba entender mejor lo que había presenciado, y cada vez que pensaba en la escena de su esposa y Kim Ho, una ligera incomodidad se instalaba en su pecho.
Roger, su chofer avanzaba silencioso por la ciudad iluminada, ajeno a la tensión que comenzaba a percibirse en los asientos traseros.
Alejandro rompió el silencio, sin apartar la vista de la ventana.
—¿Así que te agradó el señor Kim Ho? —lanzó con un matiz indescifrable.
Vanesa, que hasta ese momento había estado observando distraída la calle, se volvió hacia él, notando la seriedad en su expresión.
—Es un hombre interesante, sí. Fue bastante amable conmigo —aseguró con un tono casual, aunque sabía que había algo más en la pregunta.
Alejandro se giró hacia ella. Sus ojos reflejaban un leve brillo inquisitivo.
—Amable —repitió, como si estuviera evaluando el término—. Parecía más que eso. Se notaba bastante interesado, supongo que su invitación a corea debe haber sido el motivo.
Vanesa lo miró sorprendida por su cuestionamientos.
—¿Te molestó que estuviera hablando con él? —casi sonó incrédula—. Pensé que te alegrarías de que fuera cordial con el socio que buscabas impresionar. No entiendo a donde quieres llegar con esto.
—A un punto claro —confesó Alejandro habiendo una rigidez en su mandíbula, mientras intentaba entre sacar las palabras exactas, las cuales no parecía encontrar.
Vanesa sostuvo su mirada, percibiendo la incomodidad detrás de su tono.
—Solo quiero asegurarme de que Kim Ho y tu no den de que hablar en los medios. No quiero que confundan cortesía con algo más. Él es… un hombre astuto, Vanesa.
Vanessa lo miró llena de duda, estaba muy confundida por las palabras que estaba escuchando, no entendía porque Alejandro se interesaba de repente por una conversación trivial con el que se suponía que intentaba impresionar a toda costa, incluso si eso significaba usarla a ella como un adorno, y ahora que ella estaba desempeñando su papel parecía disgustado.
Vanessa tomó una bocanada de aire profundo y marcado, queriendo hacer notar su inconformidad.
—Si tanto te molesta el que dirán y las malas insinuaciones, deberías empezar por tu madre.
Alejandro clavó su mirada en su esposa, no entendiendo muy bien a qué venía ese tema, por supuesto que tenía claro que la relación entre ellas no era la mejor.
—Si lo dices por la portada del otro día, ya pasó. Como te comenté mi madre no tiene tiempo para esas cosas.
Vanesa le lanzó una mirada violenta llena de advertencias.
—Tu madre se ha atrevido a cruzar todos mis límites, y lo último que hizo fue entregarle las llaves de nuestro departamento a una extraña.
Alejandro le miró con visible interés, no auguraba palabras pero estaba deseando que ella continuase.
—Esta tarde salí a dar una vuelta, y al regresar encontré a una tal Natalia, en nuestro departamento, vi las llaves que traía y eran la de tu madre. He tolerado muchas cosas Alejandro, pero esto no lo toleraré. Te exijo que le pidas a tu madre las llaves que le diste, y si hizo alguna otra copia que también te la entrega.
La mirada tan severa con la que Vanesa le observaba le hizo saber por un instante que sus palabras nunca fueron tan en serio.
—Concuerdo con que mi madre jamás tuvo que haberle cedido las llaves a alguien más —aunque no profundizó en el tema estaba bastante sorprendido de haberse enterado de la presencia de Natalia—. Mañana hablaré con ella.
—¿Hablar? —resopló Vanesa—. Quiero que le exijas que te entregue las llaves, esa mujer está violando nuestra intimidad, y espero que te las entregue, porque si la vuelvo a ver en nuestro apartamento, a ella o alguien más, me encargaré de que no vuelva a suceder por mis propios medios.
Aquello sono como una amenaza silenciosa una muy severa, una a la cual Alejandro nos atrevía a cuestionar.
Para entonces Roger ya se había empapado de la tensión del momento, así que no se atrevió a interrumpir el diálogo, simplemente estacionó frente a la puerta principal del edificio. Hubo un denso minuto de silencio como si esperasen que alguien dijera algo antes de que Vanesa saliese del coche, sin preocuparse de que Alejandro la siguiera.
#1403 en Novela romántica
#540 en Chick lit
amor celos, hijos inesperados intriga pasion, ceo millonario humor intriga
Editado: 10.12.2024