El camerino estaba lleno de luces brillantes y el ir y venir del equipo que preparaba a Emma para la sesión de fotos no dejaba espacio a la tranquilidad. La modelo estaba sentada en una silla alta, con un maquillaje impecable aplicado meticulosamente por un artista que se movía como un pintor ante su lienzo. Su cabello ya estaba perfectamente estilizado, cayendo en ondas brillantes que parecían hechas de seda.
A su lado, Vanesa se sentaba en un sofá pequeño, con un frappé de mango en la mano. Se veía relajada, aunque había una ligera tensión en sus ojos, como si intentara ordenar sus pensamientos. Emma, en cambio, irradiaba energía, como siempre, y aprovechaba cualquier momento en que el maquillador no estuviera frente a ella para mirar a su amiga a través del espejo.
—A ver, Vane —dijo Emma de repente, con ese tono juguetón que siempre usaba cuando iba a meterse en terreno delicado—. Entiendo que te hayas ido del departamento y que se te haya descargado el móvil y todo eso, pero... ¿perdonarlo tan fácilmente?
Vanesa, mordisqueándose la mejilla, dejó su frappé sobre una pequeña mesita.
—No lo he perdonado —replicó con firmeza, aunque bajando un poco la voz para no interrumpir al equipo—. No es como que las cosas hayan cambiado para nosotros…
Emma levantó una ceja perfectamente perfilada, y el maquillador tuvo que detenerse un momento para que no arruinara su trabajo.
—Ah, ¿no? Porque eso de que te quedaras en el departamento suena mucho a 'lo perdoné y aquí no ha pasado nada'.
Vanesa suspiró y cruzó los brazos, incómoda bajo la mirada inquisitiva de su amiga.
—No es así. Alejandro no me lo pidió por mí, sino por el bebé. Está haciendo un esfuerzo porque quiere ser parte de su vida.
Emma soltó una risita, agitando la mano para evitar que el maquillador se enojara por sus movimientos.
—Ajá, claro. Y mientras tanto tú solo estás ahí, haciendo lo que te dice como si no te hubiera dejado plantada en su cumpleaños, ¡el mismo día en que le ibas a dar la noticia más importante de su vida!
—Emma... —intentó protestar Vanesa, pero su mejor amiga no la dejó continuar.
—¡No, Vane! No puedes seguir justificándolo. Yo sé que es el padre de tu hijo, y lo respeto, pero eso no significa que tenga carta blanca para seguir haciendo lo que quiere.
Vanesa bajó la mirada, jugueteando con el popote de su frappé.
—No es tan fácil, Emma. No sabes… yo enserio lo veo ilusionado, le veo interés. Roger me dijo que incluso se veía preocupado cuando me fui y…
—¿Y eso qué? —Emma giró un poco en la silla, ignorando el suspiro resignado del maquillador—. ¿Eso borra los años en que te trató como si fueras invisible? Porque yo me acuerdo de todas esas veces que lloraste porque Alejandro te ignoraba, o porque eras solo 'su esposa' y no la mujer que merecías ser para él.
—No estoy volviendo con él —insistió Vanessa, esta vez con más firmeza—. Lo que importa ahora es el bebé.
Emma la miró por un largo momento, luego se giró hacia el espejo y dejó que el maquillador terminara de aplicar el delineador en sus ojos.
—Sabes que te quiero, ¿verdad? —dijo Emma al cabo de un rato, su tono más suave pero no menos sincero—. Solo quiero que no pierdas de vista quién eres. Y que no te ilusiones vanamente, me duele verte sufrir y ya no quiero que él te lastime más. Solo mantente alerta, ¿Vale? No te ilusiones demasiado…
Vanesa estaba débilmente tocada por las palabras de su amiga.
—Lo sé, Emma y lo haré. Gracias.
Emma, satisfecha con la respuesta, le guiñó un ojo a través del espejo.
—De nada. Ahora, pásame ese frappé, porque después de esta sesión necesito algo refrescante, y tu mango se ve más interesante que la lechuga que me van a dar para almorzar.
Ambas se rieron, y por un momento, el peso de los problemas desapareció entre risas y la chispa contagiosa de Emma.
La sesión de fotos había terminado, y Emma salió del estudio como siempre lo hacía: con pasos largos, llenos de confianza, y gafas de sol que se colocó en su rostro apenas cruzó la puerta. Vanesa la seguía de cerca, sosteniendo su frappé de mango, que ahora estaba a medio terminar. Ambas caminaban hacia el estacionamiento, mientras la tarde empezaba a teñirse de colores cálidos.
—Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Vanesa, intentando mantener el ritmo de su amiga, que avanzaba como si fuera dueña del mundo.
—Ahora, querida, me toca ir a una reunión de networking aburridísima, pero antes de eso quiero distraerme con algo más interesante —respondió Emma, sin detenerse.
—¿De qué manera?
Emma se quitó las gafas de sol y le lanzó una mirada juguetona.
—Alguien, más bien.
Vanesa frunció el ceño, confundida, pero luego una sonrisa curiosa apareció en su rostro.
—No me digas que...
—Sí, querida, es un hombre. Y antes de que empieces con tu interrogatorio, te aviso que no es ninguno de los que tú crees —dijo Emma, levantando una ceja y riéndose al ver la cara de sorpresa de Vanesa.
—¡Emma! ¿Desde cuándo tienes un interés amoroso y no me habías contado nada?
Emma hizo un gesto dramático con la mano, como si la pregunta fuera absurda.
—No es tan serio, Vane. Solo... bueno, alguien llamó mi atención. Lo conocí en un evento hace un par de días. Muy guapo, algo reservado, y... digamos que tiene un aire misterioso que no puedo resistir.
—¿Y ya hablaste con él?
—Obvio. Soy yo, Vanesa —respondió Emma con una sonrisa traviesa—. No voy a dejar pasar una oportunidad así. Nos hemos visto dos veces, pero...
Emma se detuvo de arrepentimiento junto a su auto, mirando a Vanesa con un destello de emoción y nerviosismo en los ojos.
—...siento que esta vez es diferente. Como si él realmente viera algo más en mí que la modelo o la imagen.
Vanesa la observó con una mezcla de sorpresa y felicidad.
— ¿Eso te gusta? Que no solo vea a 'Emma la famosa'.
—Exactamente —dijo Emma, apoyándose en la puerta de su auto con un suspiro soñador—. Es refrescante. Pero también me da miedo.
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Editado: 10.12.2024