El Hijo del Ceo

037

El vapor denso se elevaba en espirales grises, cubriendo el ambiente de la piscina de sauna con un manto casi opaco. El calor abrazaba la piel, y el aire húmedo era un bálsamo para los músculos cansados. Vanesa y Emma se encontraban en un rincón de la sauna, sumergidas en la tranquilidad del lugar, el suave sonido del agua cayendo desde las piedras calientes de la fuente era lo único que rompía el silencio.

Vanesa se recostó contra el respaldo de madera, cerrando los ojos por un momento mientras el vapor envolvía su cuerpo. Había algo increíblemente relajante en este tipo de ambiente, algo que le permitía desconectar de los altibajos emocionales de las últimas semanas.

—Es impresionante cómo un lugar como este puede hacer que todo desaparezca por un rato, ¿no? —comentó Emma, su voz resonando suavemente en el aire pesado de la sauna.

Vanesa sonrió ligeramente, asintiendo.

—Sí, es como si el mundo exterior no existiera por un momento. Es perfecto para desconectar.

Emma se giró hacia ella, su mirada curiosa.

—¿Te pasa algo? Te veo pensativa.

Vanesa suspiró profundamente, dejando que el calor y el vapor penetraran en sus pulmones.

—Es que las últimas semanas han sido un torbellino de emociones. Seúl fue increíble, pero... después de lo que pasó con mi suegra, no sé qué pensar.

Emma la miró con atención, recostándose un poco más en las piedras calientes.

—¿Tú suegra? ¿Qué pasó?

Vanesa la miró a los ojos y, con una expresión de sorpresa en su rostro, comenzó a relatarle los eventos recientes.

—Bueno, Andrea… La madre de Alejandro... Ella vino a verme ayer. No lo esperaba. Es rara, distante, siempre lo ha sido. Pero... parece que se dio cuenta de algo. No sé, fue una conversación extraña.

Emma frunció el ceño, esperando que Vanesa continuara.

—¿Extraña? ¿Cómo?

—Me pidió disculpas, Emma. Me dijo que había sido injusta conmigo, que había tratado de controlar todo. Incluso mencionó que quería ser parte de nuestra vida... y de la vida del bebé.

Emma no podía ocultar su asombro. Se incorporó un poco, sorprendida por las palabras de Vanesa.

—¿Tu suegra? ¿Esa mujer tan dura? ¿Te pidió perdón? Eso suena... impensable.

Vanesa sonrió levemente, una mezcla de incredulidad y alivio.

—Lo sé. Fue tan extraño. No la esperaba tan... vulnerable. Pero también me hizo sentir incómoda. No sé si debo perdonarla de inmediato. No sé si es solo una fachada o si realmente está intentando cambiar.

Emma la observó en silencio durante unos segundos, luego suspiró.

—Es difícil. A veces la gente tiene que llegar a un punto muy bajo antes de darse cuenta de sus errores. Pero no tienes que tomar decisiones apresuradas. Lo importante es que lo que hizo, por extraño que sea, tiene valor.

Vanesa se quedó pensativa, mirando hacia la puerta de la sauna, como si buscara una respuesta allí.

—Sí, tienes razón. Creo que lo único que puedo hacer es escucharla y ver si realmente sus acciones coinciden con sus palabras. No voy a dejar que me presione, pero tampoco quiero ser inflexible.

Emma asintió con comprensión.

—Es un paso. Un paso hacia algo que, aunque incierto, podría ser positivo. El tiempo lo dirá.

Ambas permanecieron en silencio, disfrutando del calor del sauna, antes de que Emma rompiera el silencio con una sonrisa.

—Bueno, al menos tu vida no está aburrida. Siempre tan llena de sorpresas.

Vanesa rió suavemente, mirando a su amiga con una mirada de agradecimiento.

—A veces desearía un poco más de calma. Pero supongo que así es la vida, ¿no?

El vapor continuó envolviéndolas mientras ambas se perdían en sus pensamientos, cada una reflexionando sobre sus propios mundos luego, Emma le confesó algunos sentimientos inexplorados que estaban surgiendo en ella con el nuevo chico al que estaba conociendo. Y así pasaron un gran rato.

Cuando Vanesa llegó a su departamento al final de la tarde con una docena de bolsas de ropa de bebé que Emma le había comprado a su ahijado, ella se quedó paralizada frente a la puerta. Una docena de repartidores con uniformes coloridos estaban entrando y saliendo del apartamento, moviendo cajas y materiales con rapidez. El sonido de las puertas abriéndose y cerrándose, junto con el bullicio, llenaba el aire.

Vanesa frunció el ceño y entró rápidamente, buscando a Alejandro en medio de la confusión. Pronto lo vio. Estaba en el pasillo, con una camiseta ajustada y un cinturón de herramientas atado a la cintura, luciendo como un experto del bricolaje. Estaba revisando una pared con concentración, como si estuviera midiendo algo con una cinta métrica.

—¿Alejandro? —llamó Vanesa, aún sorprendida por la escena que se desarrollaba ante ella.

Él levantó la vista, y su rostro se iluminó al verla.

—¡Vanesa! —exclamó, caminando hacia ella con entusiasmo—. ¡Mira! ¡Estoy preparando la habitación del bebé!

Vanesa no podía evitar sonreír ante la imagen que tenía frente a ella. Alejandro, siempre tan formal y profesional en el trabajo, ahora estaba completamente metido en el papel de manitas, con un destornillador en una mano y una expresión de total concentración en su rostro.

—¿Qué... qué es todo esto? —preguntó Vanesa, mirando las cajas llenas de muebles, pintura y material de decoración.

Alejandro se acercó a ella, tomando su mano con una sonrisa orgullosa.

—Todo esto es para el bebé. Pensé que podríamos empezar a armar la habitación hoy, y cuando vi todos estos muebles en oferta, no pude resistirme. ¡Y mira este papel tapiz! Es perfecto, ¿no?

Vanesa se rió, aunque algo sorprendida por su nivel de entusiasmo.

—¡No puedo creerlo! Pensé que íbamos a empezar poco a poco... ¡pero esto es mucho!

—Sé que es un poco abrupto, pero... ¿cómo puedo no estar emocionado? Es nuestro bebé, Vanesa. Estoy tan emocionado de preparar su espacio. Quiero que sea perfecto. Te iba decir, solo entré a una página y terminé comprando todo esto.




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