La revelación del sexo del bebé fue épica, los allegados se acercaron a felicitar a los ya casi padres, entre los que se acercaban Vanesa notó que faltaban algunas personas que espero que asistirían.
—Alejandro —dijo ella en un tono suave pero directo—, ¿tú te aseguraste de enviarle la invitación a tu madre?
Alejandro levantó la mirada, ligeramente sorprendido por la pregunta.
—Claro que sí. Mi madre ha hecho muchos esfuerzos últimamente, y que hayamos decidido empezar a ceder. No podía dejar de invitarla, especialmente siendo la abuela del bebé.
Vanesa asintió. En los últimos meses, su suegra, Andrea, se había mostrado sorprendentemente interesada en enmendar los errores del pasado. Aunque Vanesa no estaba completamente convencida al principio, luego, cedió, tanto para ella como para el hijo que estaba en camino.
—Bien. Supongo que llegará en cualquier momento. Espero que todo salga... Bien —murmuró Vanesa, más para sí misma que para Alejandro.
Los demás presentes seguían acercándose para felicitarles.
—Muchas gracias —sonrió Vanesa a uno de los tantos que le felicitaba.
De repente, un rugido grave, imposible de ignorar hizo presencia. Los invitados se miraron entre sí, algunos frunciendo el ceño, otros curiosos. Vanesa fue la primera en dar un paso hacia la terraza, seguida por el resto de los asistentes.
Al salir, todos quedaron boquiabiertos. Una avioneta surcaba el cielo, dejando tras de sí un letrero enorme que ondeaba con el viento. Las letras doradas y azules brillaban bajo el sol de la tarde: "¡Es niño!".
Vanesa sintió que el aire le faltaba por un momento.
—¿Qué rayos...? —susurró, mirando a Alejandro, quien no parecía menos desconcertado.
Antes de que alguien pudiera procesar lo que sucedía, un helicóptero apareció en escena, descendiendo lentamente hacia la azotea del hotel. Su presencia era imponente, con el ruido de las hélices llenando el aire. Los camareros detenían sus bandejas, los invitados sacaban sus teléfonos para grabar, y los reporteros que cubrían el evento ya estaban narrando en voz alta lo que sucedía.
Cuando el helicóptero aterrizó, la puerta lateral se abrió con una precisión teatral. De él emergió Andrea, vestida impecablemente con un conjunto deportivo de diseñador en tonos blancos y dorados, gafas de sol enormes y una sonrisa radiante.
—¡Saludos a todos! —exclamó, quitándose las gafas y levantando los brazos en señal de celebración—. ¡Quería ser la primera en confirmar la noticia de mi nieto! Hacerla oficial.
La multitud, entre sorprendida y maravillada, comenzó a aplaudir tímidamente, sin saber si lo que veían era real o una escena sacada de una película.
Vanesa no pudo evitar llevarse una mano a la frente, entre asombro y resignación.
Andrea avanzó hacia Vanesa y Alejandro con pasos firmes, ignorando el revuelo que había causado. Cuando llegó frente a su hijo, la miró con intensidad y luego sonrió.
—Quiero decir unas palabras —habló alto—: Convertirme en abuela es el mayor regalo que la vida podía darme, un sueño que ni sabía que tenía hasta que lo sentí en el corazón. Es una segunda oportunidad para amar sin medida, para ser parte de una historia tan bonita. Y espero que me den más nietos.
Se escuchó unas suaves carcajadas seguida de aplausos. Luego, Andrea los abrazo a ambos.
—No puedo negar que has logrado impresionarme —confesó Vanesa— .Esto es..., será inolvidable, sin duda.
Andrea asintió, visiblemente satisfecha.
—Gracias por todo esto mamá —agradeció Alejandro sincero.
—Haré lo imposible para ser una abuela digna de este bebé.
La celebración continuó. Mientras madre e hijo intercambiaban esas palabras, los reporteros continuaban tomando fotos y grabando, capturando cada detalle de la escena. Era el tipo de evento que prometía llenar titulares al día siguiente.
Entre ellos se acercó Emma, puso una mano en el hombro de Vanessa.
—Voy a robarme a esta señorita un momento —ambas se alejaron.
Vanesa dejó escapar una risa ligera mientras Emma la guiaba hacia un rincón tranquilo del salón, lejos del bullicio causado por la llegada teatral de Andrea. Emma, con una copa de jugo en la mano, parecía emocionada, pero también algo nerviosa.
—A ver, suéltalo ya —dijo Vanesa con una sonrisa, cruzándose de brazos—. Te conozco, Emma. Tienes algo en mente, y no es solo el jugo.
Emma rió y bajó la mirada, jugueteando con la copa entre sus dedos, lanzó una mirada a su chico quien reía mientras hablaba con uno de los tíos de Alejandro, y volvió a mirar a su mejor amiga.
—Bueno... Quería decirte algo. Es sobre Thomas.
Vanesa arqueó una ceja, interesada.
—¿Qué pasa? ¿Finalmente vas a admitir que te tiene loca?
Emma hizo una mueca, pero luego rió suavemente.
—¡No exageres! Pero sí... Lo nuestro va en serio. Muy en serio, de hecho.
Vanesa le dio un pequeño empujón en el hombro, sonriendo ampliamente.
—Y bien ¿Qué es lo que te preocupa? ¿Te está tratando como te mereces no? Espero que te consienta como una reina…
Emma asintió, con una sonrisa que dejaba entrever su felicidad.
—Lo está. Es... diferente a todo lo que he conocido. Me cuida, me escucha, y sobre todo, me hace sentir que todo es posible.
Vanesa la abrazó, emocionada por su amiga.
—Estoy tan feliz por ti, de verdad.
Emma respiró hondo y luego la miró con seriedad.
—Bueno, ahora viene la pregunta importante... ¿Ya tienes padrino para el bebé?
Vanesa se echó a reír, sorprendida por el giro de la conversación.
—¿Padrino? No, aún no hemos decidido. Aunque te confieso que Alejandro se quedó traumatizado después de que dijera quién sería la madrina, y bueno... —Vanesa se detuvo, recordando la escena, y su risa aumentó.
Emma frunció el ceño. Vanesa le había dicho que Alejandro ya lo sabía en una llamada hacia dos meses atrás pero nunca tocaron el tema de su reacción.
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Editado: 10.12.2024