El suave repicar de las campanas de la iglesia anunciaba el inicio del bautizo. El pequeño templo, decorado con discretas flores blancas y la luz cálida del sol que entraba por los vitrales, se sentía lleno de calma y emoción. A un lado del altar, Vanesa sostenía en brazos a su hijo, quien había sido bautizado como Iskander Alexander, un nombre único y significativo, elegido por ella y Alejandro para simbolizar fuerza y renovación. Alejandro, de pie junto a Vanesa, no podía apartar la mirada de su pequeño, quien lucía un diminuto traje blanco con bordados finos.
Emma y Thomas, los padrinos, se encontraban cerca, emocionados y visiblemente nerviosos por el papel que desempeñarían en este día tan importante. Thomas vestía un traje impecable, mientras que Emma, con un vestido azul celeste, llevaba consigo un rosario que había sido de su abuela, un símbolo de protección para Iskander.
El sacerdote comenzó la ceremonia con voz serena, explicando la importancia del bautizo como un acto de fe y unión familiar. Mientras pronunciaba las palabras sagradas y derramaba el agua bautismal sobre la cabecita de Iskander, Vanesa tuvo que contener las lágrimas. Alejandro, por su parte, apretó con ternura la mano de Vanesa, sintiendo en ese momento cómo la conexión entre ellos, su hijo y su familia se fortalecía.
Al finalizar el rito, Emma y Thomas se acercaron para recibir las bendiciones como padrinos. Emma, emocionada, no pudo evitar sonreír ampliamente mientras miraba al bebé. Thomas, aunque más reservado, mostró una leve sonrisa y un brillo especial en los ojos al prometer cuidar y guiar a Iskander Alexander en su vida.
Al terminar la ceremonia, la familia salió al patio verde que rodeaba la iglesia. El aire fresco y la vista de los árboles mecidos por el viento creaban un ambiente perfecto para inmortalizar el momento. El fotógrafo acomodó a todos frente a una amplia arboleda.
Alejandro y Vanesa se colocaron al centro, sosteniendo a Alexander entre ellos. A un lado, Emma y Thomas posaron orgullosos como padrinos. Andrea, elegantemente vestida, se posicionó junto a Ernesto, quien sonreía con ternura.
Justo antes de que el fotógrafo tomara la foto, Andrea alzó la voz con un tono que mezclaba gratitud y emoción:
—Quizás no sea el momento más oportuno, pero no puedo dejar pasar este instante para decir unas palabras.
Todos la miraron expectantes, conmovidos por el temblor en su voz. Andrea dio un paso al frente, mirando al grupo con los ojos ligeramente humedecidos.
—Quiero agradecer a todos por estar aquí. Mi nieto ha sido luz para la familia, y también me ha hecho darme cuenta de que no debo juzgar sin conocer a las personas. —Sus ojos se posaron en Vanesa por un momento, llenos de sinceridad—. Este último año me ha enseñado muchas cosas, como a practicar el perdón, reconocer los errores que cometemos y, a creer en las segundas oportunidades.
Hubo un breve silencio, roto por un aplauso espontáneo de Emma, seguido por los demás. Andrea, emocionada, volvió a su lugar, y finalmente, la cámara capturó el momento: todos sonriendo, unidos por el pequeño Iskander y el amor que los rodeaba.
La foto quedó perfecta, reflejando no solo una familia, sino un grupo de personas que, a pesar de sus diferencias y retos, habían aprendido a apoyarse mutuamente.
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Editado: 10.12.2024