El Hijo del Ceo

|Extra| Un día normal.

El sol de media tarde bañaba las calles con un resplandor cálido mientras Alejandro conducía hacia la casa de Emma. A su lado, su hijo de seis años, Alexander, no paraba de hablar. Era un niño curioso, con una energía que parecía inagotable y una imaginación que lo llevaba a formular las preguntas más insólitas.

—Papá, ¿por qué los adultos siempre tienen que trabajar? ¿No les gusta jugar? —preguntó Alexander, con una expresión seria en su pequeño rostro.

Alejandro soltó una risa breve y giró el volante para tomar la última curva antes de llegar.

—Bueno, Alex, a veces trabajar es como jugar, solo que las reglas son más aburridas.

El niño frunció el ceño, claramente poco convencido.

—¿Y por qué no puedes ser futbolista como el papá de Matías? Él trabaja jugando.

Alejandro se encogió de hombros con una sonrisa.

—Porque no todos somos tan buenos como el papá de Matías. Si me hubieras visto jugar fútbol cuando era joven, hubieras pedido otro papá.

Alexander soltó una carcajada.

—¡No es cierto! Yo te escogería aunque no supieras jugar nada.

—Gracias, campeón. Aunque, para que lo sepas, soy un experto en jugar a los carritos y al escondite.

Mientras hablaban, el coche se detuvo al frente de la casa de Emma. Allí, Vanesa estaba de pie junto a Emma y su pequeña hija Lisset, de tres años. Ambas mujeres reían mientras la niña se aferraba a la mano de su madre.

—Ahí están las chicas. Vamos a recoger a mamá —anunció Alejandro.

Cuando Vanesa se acercó al coche, Alexander bajó la ventanilla y sacó la mano para saludar.

—¡Adiós, madrina Emma! ¡Adiós, Lisset! —gritó, moviendo su manita con entusiasmo.

Emma, emocionada, levantó la mano y respondió:

—¡Adiós, Alex! ¡Nos vemos pronto, campeón!

Vanesa abrazó a Emma una última vez antes de abrir la puerta del coche. Alejandro, desde su asiento, levantó una mano para despedirse de Emma también.

—Gracias por cuidarla, Emma. Nos vemos pronto —dijo con una sonrisa.

Emma asintió con calidez, pero justo cuando Vanesa subió al coche y se acomodó, Alejandro notó algo a través del retrovisor. Thomas, quien había salido de la casa momentos antes, se acercaba a Emma y Lisset. Sin decir una palabra, le dio un beso en la frente a Emma y otro a su hija. Luego, les ofreció una paleta de hielo.

Vanesa, intrigada, lo miró con curiosidad mientras el coche arrancaba.

—¿Viste a Thomas? —preguntó Alejandro.

—Sí. Tomás siempre ha sido atento, y Emma se lo merece.

Desde el asiento trasero, Alexander los interrumpió con una nueva pregunta:

—¿Thomas le dio helado a mi madrina porque son novios?

Vanesa se giró para mirarlo, fingiendo sorpresa.

—¿Y tú cómo sabes de novios?

—Porque en mi escuela dicen que si te gusta alguien y le compras un helado, ya son novios. Como mi padrino Thomas.

Alejandro no pudo contener la risa mientras Vanesa intentaba responder con seriedad.

—No lo sabemos, Alex, si es siempre así, pero seguro que si funciona.

El niño asintió, satisfecho con la respuesta.

—Entonces, ¿yo soy novio de Lisset?, le di helado ayer.

—¡¿Qué?! —exclamó Alejandro, fingiendo indignación—. Claro que no, en el caso de Lisset no aplica.

Vanesa se llevó una mano a la frente, riendo.

—Alexander, cariño, Lisset es como tú hermana, ¿De acuerdo?

Alexander asintió, pero pronto su expresión se iluminó.

—¡Entonces mejor compro helados para todos! Así nadie se queda sin novio ni novia.

Las carcajadas de Vanessa y Alejandro llenaron el coche mientras avanzaban por la avenida. El ambiente era ligero, lleno de amor y complicidad.

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Espero que les haya gustado y disfrutado: Las invitó a leer: Amor bajo Cláusula. Aquí les dejo la sinopsis.

Tras años de intentar tener un hijo con su prometida, Sebastián finalmente se convierte en padre… pero no de la manera que todos creen. La pequeña Olivia, de un año, es fruto de una noche inesperada con su mejor amiga, Julia, después de un ascenso y demasiados brindis. Aterrada por la idea de ser madre, Julia acepta entregar la custodia total a Sebastián, quien la convence de que siempre había soñado con ser padre. Sin embargo, el acuerdo tiene un secreto: la prometida de Sebastián cree que Olivia llegó gracias a un vientre de alquiler.

Lo que comienza como un simple acuerdo amenaza con desmoronarse cuando los sentimientos ocultos de Julia emergen, y la verdad está a punto de salir a la luz, poniendo en riesgo todo lo que Sebastián ha construido.




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