"Interés indebido”
El corredor del segundo piso estaba casi vacío. La luz tenue de las lámparas reflejaba las líneas limpias de las paredes, y el eco de sus pasos resonaba con calma. Amir caminaba sin prisa, con las manos cruzadas a la espalda, pero su mente no iba tan despacio.
Khloé Martínez.
Latinoamericana.
Veintiún años.
Ojos verdes, voz templada, manos que tiemblan solo cuando nadie mira.
Había visto muchas mujeres en su vida. Algunas hermosas, otras ambiciosas. Algunas sumisas, otras peligrosamente encantadoras. Pero esa chica… esa joven camarera no se parecía a ninguna.
No era su belleza lo que lo había detenido.
Era su forma de contener el llanto.
Su lucha muda.
Su silencio con dignidad.
Desde su sala privada, la había observado durante todo el turno sin apartar la vista. Cada gesto, cada microexpresión, cada momento en que bajaba la mirada pero se negaba a romperse.
Eso fue lo que lo desarmó.
Amir no creía en caprichos.
No en los suyos.
Y menos aún en los que lo hacían sentir fuera de control.
Pero entonces, ¿por qué seguía pensando en ella?
No le gustaba que lo afectara así. Que su nombre se le quedara pegado en la lengua. Que su imagen se colara en medio de los informes, las llamadas de negocios, las decisiones políticas.
Había algo en ella que lo descolocaba.
Y odiaba sentirse descolocado.
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De regreso en su oficina privada, pidió los expedientes del restaurante. El gerente del Zafiro Dorado —el lugar donde Khloé había hecho su entrevista— le envió el archivo completo en menos de quince minutos.
Amir revisó con frialdad quirúrgica:
Estudios básicos incompletos.
Sin universidad.
Formación autodidacta en repostería.
Fluidez en inglés. Español como lengua materna. Estudiando árabe.
Historial financiero mínimo.
Sin antecedentes.
Familia a cargo.
Hizo clic en el botón de reproducción. Escuchó otra vez la entrevista de Khloé, esa donde hablaba de su amor por los postres.
> “Mi sueño siempre ha sido estudiar repostería, aunque por ahora eso ha tenido que esperar…”
Su voz lo atravesó.
No era una voz insegura ni vacía.
Era una voz cansada de postergar sueños por deberes ajenos.
Amir cerró el archivo y se reclinó en el sillón de cuero oscuro. Una imagen fugaz cruzó su mente: la chica del compromiso fallido, la mujer que lo traicionó. Ella también sabía fingir dulzura. También supo cómo sonreír mientras le mentía.
Pero Khloé…
Khloé no mentía.
Su fragilidad era real.
Y su fuerza, aún más.
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—Fátima —llamó por el intercomunicador—. Quiero que revises el contrato con la empresa que provee los servicios de cocina y personal auxiliar en el restaurante L’Emir Royale. Si es necesario, renueven por seis meses más.
Hubo una pausa al otro lado de la línea.
—¿Algún motivo en particular?
—Me interesa que el equipo de trabajo permanezca estable. También quiero que asignes una partida mensual al fondo interno del área de cocina: formación, utensilios, incentivos. Que parezca una mejora general. Nada evidente.
—¿Desea incluir alguna bonificación directa?
Amir lo pensó un instante.
—No aún. Quiero que parezca... una coincidencia.
—¿Y la empleada?
—Que nadie le diga nada. Solo... asegúrate de que siga allí.
—Entendido.
Colgó sin más. Su tono fue seco, pero en el fondo, había una inquietud extraña instalándose en su pecho. Una sensación que no le gustaba: la de estar involucrándose más allá de lo permitido.
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Esa noche, mientras el cielo de Dubái brillaba con luces de rascacielos y autos de lujo, Amir abrió la cámara del sistema de seguridad y buscó el salón principal del restaurante.
Ella estaba allí.
Sirviendo otra mesa.
Ajena a todo.
Pero distinta.
Más firme.
Más enfocada.
Más... visible.
No sabía todavía cómo iba a manejar lo que sentía.
Solo sabía que ya no era un sentimiento que pudiera ignorar.
Y eso lo inquietaba más que cualquier negocio millonario o acuerdo de Estado.
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Aqui les traigo un capítulo donde Amir narra
El solo quería probar a Khloé.
Plis no sé olviden de seguirme , comentar dar me gusta y recomendar la historia thanks.
Editado: 19.07.2025