El hijo del Jeque

Capítulo 9

"No me rendiré"

El agua caliente resbalaba por su espalda, pero no le arrancaba el temblor de las manos.

Khloé se había despertado antes del amanecer, con una presión en el pecho que no sabía si era angustia, rabia o simple agotamiento. Había dormido mal. Soñado con copas de vino quebrándose, con risas que dolían, con palabras que no podía contestar.

Se apoyó contra los azulejos del baño, dejando que el vapor la envolviera.

No lloró.

Aún no.

Pero esa sensación de nudo en la garganta era peor que las lágrimas. Era como si el cuerpo supiera que había algo pendiente. Algo que no había terminado de procesar.

La escena en la sala privada se repetía en su mente una y otra vez. El desprecio en la voz de ese hombre. La risa de los otros. El vino derramado a propósito. Sus rodillas en el suelo. Sus manos limpiando algo que no había ensuciado.

Y lo peor de todo: el silencio que tuvo que tragarse.

—No vales menos por eso —se dijo en voz baja mientras se enjabonaba los brazos—. No viniste a Dubái a dejar que te rompan.

Pero había una grieta invisible.

Una que no mostraba por fuera, pero que dolía por dentro.

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Al salir del baño, se vistió con calma. Uniforme planchado, cabello recogido con firmeza, maquillaje sutil para cubrir el cansancio. Sus compañeras aún dormían en el cuarto compartido, pero ella no podía darse ese lujo. No después de lo que pasó. No cuando lo único que tenía era su dignidad.

Se miró al espejo.

No buscaba belleza.

Buscaba resistencia.

“Mamá necesita el tratamiento. Nicolás tiene que volver al colegio. Emma quiere su mochila nueva. Y yo… yo solo tengo este trabajo.”

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En el metro rumbo al restaurante, apoyó la frente contra la ventana. El sol empezaba a teñir los edificios de tonos dorados, pero ella solo sentía frío. Apretó el bolso contra el pecho, como si dentro llevara algo más que su teléfono y su cuaderno de frases en árabe.

Llevaba sus razones.

Y con eso bastaba.

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L’Emir Royale parecía el mismo, pero no del todo.

Los pasillos olían más frescos. Las cocinas estaban mejor abastecidas. En la sala del personal había fruta fresca y café caliente. Yousef, el supervisor, incluso le dirigió una mirada neutra, sin su habitual tono seco.

Khloé frunció ligeramente el ceño.

Algo había cambiado.

Nadie decía nada. Pero todo se sentía más liviano. Como si, de pronto, alguien hubiera aflojado la cuerda que sostenía el cuello de todos los que estaban allí abajo.

—Te tocó turno medio —le dijo uno de los cocineros—. Y parece que ahora también puedes proponer postres. El chef está abierto a probar cosas nuevas.

Ella se quedó quieta.

—¿Yo? ¿Por qué?

—No sé. Dicen que quieren ver creatividad en el equipo. Que puede que prueben algo para el menú de invierno.

Khloé bajó la mirada.

Sus dedos se crisparon levemente.

¿Una coincidencia? ¿O alguien estaba moviendo piezas que no alcanzaba a ver?

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Durante el turno, trabajó como siempre: concentrada, correcta, con la sonrisa justa. Ninguno de los clientes fue grosero. Algunos incluso fueron cordiales. Uno de ellos le agradeció por la atención con un billete doblado discretamente en la servilleta. Las propinas no eran habituales en ese lugar.

Cuando pasó por el corredor entre la cocina y el salón de eventos, lo vio.

Un hombre alto. Traje oscuro. Presencia impecable.
Caminaba junto al gerente general, como si fuera alguien importante.
Pero lo que la detuvo fue su mirada.

Él la miró. Solo un segundo. Pero fue suficiente.

Khloé sintió que algo se le apretaba en el pecho. No fue miedo. Ni tampoco atracción inmediata. Fue... una alarma muda. Como si ese hombre la hubiera visto más allá del uniforme. Más allá del rol.

Como si supiera.

Como si hubiese estado allí.

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Esa noche, ya en su cuarto, Luci le escribió:

> —¿Sobreviviste al tercer turno o te fuiste a esconder a la cocina?

Khloé sonrió un poco. Le respondió con un audio corto.

—Sobreviví. Y aún tengo ganas de seguir. Eso debe contar, ¿no?

> —Eso y más. ¿Ya conociste a algún jeque millonario?

—No tengo tiempo para cuentos de hadas —respondió en voz baja—. Estoy enfocada en cosas reales.

Colgó. Apagó el celular.

Y antes de cerrar los ojos, se repitió en silencio:

No me rendiré.

Por más copas derramadas.
Por más voces altivas.
Por más miradas que intenten quebrarla.

Ella no vino a Dubái a dejarse vencer.

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Este es el capítulo hasta hoy

Vuelvo a dar gracias por el apoyo lo agradezco.

Otra cosa estoy viendo que muchas personas están agregando la historia a sus biblioteca y no me siguen no comentan no dan me gusta , realmente me encanta escribir está historia y estoy que les estoy pidiendo es una gran forma de agradecer.

Gracias a todas esas personas que lo hacen

Bueno sin más que decir , les escribo mañana más capítulos....




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