El hijo del Jeque

Capítulo 14

“Una propuesta inesperada”

Día dos de Khloé. Pero el destino no descansa… ni los secretos del corazón de un jeque.

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El sol de Dubái entraba por la cortina translúcida de la habitación. Un rayo de luz cálida rozaba la mejilla de Khloé mientras ella permanecía abrazada a su almohada, enredada entre las sábanas. Por primera vez en días, no había alarma, ni uniforme, ni carrera al metro. Era su segundo día libre.

Se sentía como un oasis dentro del desierto que era su rutina.
Solo quería dormir, preparar algo dulce para ella y, si el cansancio lo permitía, llamar a su familia por videollamada y ver cómo Emma presumía su nueva mochila de unicornio.

Pero mientras ella soñaba con pasteles de fresa y abrazos, en otro extremo de la ciudad, el silencio de un despacho privado estaba a punto de mover los hilos de su destino.

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Villa Al-Maktoum. Oficina privada de Amir.

—¿Elaboraste la propuesta de trabajo para Khloé? —preguntó Amir con tono medido, sin levantar la vista de unos documentos.

Fátima, su eficiente asistente de confianza desde hace años, asintió con una carpeta en la mano. Vestía con sobriedad y respeto, pero con el carácter firme que su cargo exigía.

—Sí, Amir. ya lo envié al L’Emir Royale , me confirmaron que la iban a llamar y que en breve nos daban respuestas .

Amir se apoyó contra el respaldo de cuero y alzó una ceja.

—¿Encontraste la escuela de repostería, para ella ?

—Sí. Por lo que investige, es una escuela de repostería muy conocida tiene muy buenos comentarios y lo incluí en la propuesta laboral .Todo está muy bien detallado, la propuesta de la mandé a su correo señor .

Fátima hizo una pausa. Amir entrecerró los ojos, atento. Y comenzó a leer la propuesta.

—Se especializaba en repostería, con muy buenos comentarios en las prácticas previas, incluso en su país de origen.

—Interesante… —musitó Amir, cruzando los dedos frente a su rostro, pensativo—. Lo que hizo con aquel postre no fue suerte. Fue talento puro.

Fátima sonrió apenas.

—¿Desea algo más señor ?

Él negó suavemente con la cabeza.

—No . Quiero que me mantengas al tanto de la decisión que tomé… por ahora.
Habla con el gerente de ‘L’Emir Royale’. Dile que el cliente que probó su postre —sin revelar mi nombre— está interesado en contratarla para trabajos puntuales en su residencia privada.
Que no es algo permanente ni compromete su contrato actual. Que es por pedido. Postres personalizados. Que le hagan saber que fue recomendada por su talento, sin ninguna otra condición.

Fátima anotaba mientras él hablaba. Sabía cómo leer entre líneas y entendía perfectamente: esto no era solo una propuesta laboral.

—¿Desea que se le haga una prueba?

—No. La prueba ya la hizo sin saberlo. Solo necesito ver si es capaz de desenvolverse en un entorno diferente, más íntimo, más personalizado.
Observa. Evalúa. Pero no presiones.

Fátima inclinó la cabeza con respeto.

—Será como lo ha indicado.

Amir asintió, pero sus pensamientos estaban lejos. Una frase que escuchó días atrás volvía a su mente como un eco silencioso:

> “No puedo darme lujos, tengo prioridades. Mi familia depende de mí.”

Y sin proponérselo, algo dentro de él se conmovía más de lo que admitía.

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Apartamento compartido. Tarde.

Khloé ya había hecho una limpieza rápida en la cocina común, había lavado su ropa a mano y colgado las sábanas al sol. Luci le había enviado un audio contándole un chisme del restaurante donde ahora trabajaba, pero ella aún no lo escuchaba.

Revisaba una receta de mousse de mango en su cuaderno viejo, cuando su celular vibró.

Llamada entrante: Restaurante L’Emir Royale.

—¿Hola?

—¿Señorita Khloé? Le habla Yasmin, asistente del gerente. Disculpe la molestia, sabemos que hoy es su segundo día libre…

Khloé se sentó más derecha, con un leve nudo en el estómago.

—No hay problema, dígame.

—Nos han contactado desde una residencia privada. Al parecer, uno de nuestros clientes más importantes estuvo recientemente en el restaurante y quedó encantado con un postre que usted preparó. Pidió expresamente saber quién lo hizo y solicitó, si es posible, contratar sus servicios para que prepare algunos postres en su residencia.

Khloé parpadeó, confundida.

—¿En su casa?

—Sí, señorita. No se trata de algo permanente. Solo sería una colaboración puntual. Quieren productos frescos, de su autoría, y están dispuestos a pagar bien. Todo esto se mantendría dentro de un acuerdo profesional formal. Usted elegiría las fechas según su disponibilidad.

Khloé tardó unos segundos en procesar todo. Miró su cuaderno abierto, las manchas de harina en su delantal, por su mente paso su familia el tratamiento de su mamá y volver a continuar sus estudios y tragó saliva.

—¿Sabe quién es la persona?

—No. El cliente pidió que su identidad se mantenga en privado. Solo podemos decirle que es alguien con mucho poder… y gustos exigentes.

Silencio.

—¿Le interesa, señorita Khloé?

Ella pensó en Emma, en Nicolás, en su madre. En el bono que había recibido hace poco y que le permitió ayudar más… ¿y si ahora eso seguía creciendo?

—Sí. Me interesa —respondió finalmente con voz segura.

—Perfecto. En las próximas horas le mandaremos los detalles para la entrega inicial. El cliente solicitará un menú especial para la próxima semana. Lo único que piden es que sea usted quien lo prepare.

—Entendido.

—Gracias por su disposición. El gerente está muy orgulloso de su trabajo.le enviaremos por si correo señoría Khloé la propuesta laboral , para el día de mañana debe traerla firmada , Buen día, señorita Khloé.

La llamada terminó.

Khloé quedó con el teléfono en la mano, mirando al vacío. Algo no cuadraba del todo. ¿Por qué alguien tan poderoso querría algo tan específico? ¿Y por qué mantenerlo en secreto?




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