El hijo del Jeque

Capítulo 24

"Fresas Dubai"

Narrado por Amir*

El sol aún no se alzaba por completo sobre Dubái, pero Amir Al-Maktoum ya estaba despierto. Había aprendido a exprimir las horas del día como si cada minuto contara, y para un hombre como él, cada segundo lo hacía. Desayunó en silencio en la terraza de su residencia privada, con la vista puesta en el horizonte anaranjado. El mar se fundía con el cielo y, por primera vez en mucho tiempo, no pensaba en inversiones ni en tratados económicos.

Pensaba en Khloé.

Mientras bebía su café negro, volvió a reproducir mentalmente su expresión de sorpresa la tarde anterior. Cómo miró la mesa servida, los postres, las luces cálidas de su sala privada. Su rostro reflejaba una mezcla de gratitud, nervios y algo más... una chispa que él no recordaba haber visto en otra mujer. Había algo distinto en ella: una luz sin vanidad, una firmeza sin arrogancia, una belleza serena.

Le gustaba.

Y eso, para él, era peligroso.

—Fátima —dijo, tomando su móvil y marcando con un gesto rápido—, ¿Necesito que me hagas un favor?

—Claro, señor Amir. ¿En qué puedo servirlo? —respondió ella al instante.

—Necesito que me consigas el número de teléfono de Khloé —dijo con voz firme pero mesurada.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.

—¿Desea que lo gestione como parte de la agenda de eventos o debo informarle que es personal?

Él sonrió levemente. Fátima siempre tan precisa.

—Es personal —respondió—. Solo dime que puedes conseguirlo.

—Lo tengo archivado desde que se organizó la contratación para la preparación de postres. Se lo envío en breve.

—Gracias, Fátima. Y por favor... que no se entere.

—Por supuesto, señor.

Amir colgó y dejó el móvil sobre la mesa. Se pasó una mano por la mandíbula, pensativo. No era su estilo improvisar con mujeres, y menos con aquellas que le despertaban algo más que deseo superficial. Pero esta vez no quería planear una cita cualquiera. Esta vez, quería que ella viera otra parte de Dubái. Una que no aparecía en las postales.

Tomó su tablet y marcó el contacto de una agencia de experiencias privadas de lujo. Que a servido a su familia por años.

—Salam aleikum —dijo cuando le atendieron—. Necesito preparar una carpa en el desierto. Esta tarde. Algo discreto, pero elegante. Quiero faroles tenues, cojines cómodos, una mesa baja con dulces árabes, fresas frescas y dátiles rellenos. Quiero camellos listos para montar, y que todo esté listo antes del atardecer. Ninguna prensa, nada ostentoso. Solo privacidad, belleza y silencio.

—Entendido, alteza —respondió la mujer del otro lado—. Será un evento impecable.

Colgó satisfecho. Observó el reloj. Aún eran las diez de la mañana. Perfecto. Tendría toda la jornada para acabar sus reuniones. Se encerró en su oficina, firmó documentos, aprobó presupuestos y participó en una videollamada con una delegación francesa sobre cooperación comercial. Cuando finalizó, ya había pasado el mediodía.

Caminó hacia la ventana, exhalando. Era hora.

Tomó su móvil, buscó el contacto que Fátima le había enviado y presionó llamar.

—Khloé (voz al teléfono): ¿Hola?

—Amir: Hola... soy yo. Amir.

—Khloé (sorprendida): ¿Señor Amir? ¿Cómo consiguió mi número?

—Amir (sonriendo al otro lado): Tuve que pedírselo a Fátima. No fue fácil. Dudó, me cuestionó, pero al final me lo dio.

—Khloé: Ah... ya veo. ¿Está todo bien? ¿Se trata de otro pedido de postres?

—Amir: No exactamente. Ayer te comenté que te invitaría a un lugar especial. Ayer no te pregunté. ¿Tienes algo que hacer esta tarde?

—Khloé (más nerviosa): Ehh… nada urgente. ¿Por qué?

—Amir: Me gustaría pasar a buscarte. A las cinco. Quiero mostrarte algo… diferente de Dubái.

Hubo una pausa.

—Khloé: ¿Es en serio?

—Amir: Muy en serio. Pero tranquila, no es una cena ni un evento formal. Considerémoslo... una cita de amistad.

—Khloé: ¿Una cita de amistad?

Él se quedó callado un segundo, y luego dijo con voz suave, aunque cargada de intención:

—Amir: Solo si tú quieres que sea eso. Pero sí, una cita. Amigos. Nada más… por ahora.

Khloé rió suavemente del otro lado, como si no supiera bien qué responder.

—Khloé: Está bien. Avísame cuando estés abajo. ¿Sí?

—Amir: Lo haré.

Colgó y cerró los ojos por un momento. Su corazón no latía con rapidez —no era un adolescente—, pero había algo que se movía en su interior. Un susurro que no oía desde hacía años. No era solo deseo. Era interés genuino. Una admiración que se filtraba como arena entre los dedos.

Y eso lo desafiaba.

Ese día, por primera vez en mucho tiempo, el príncipe no tenía miedo de sentirse humano.

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*Narrado por Khloé*

Colgué la llamada con Amir y me quedé quieta, con el móvil entre las manos y el corazón latiéndome más rápido de lo normal. No me había dicho a dónde iríamos, solo que pasaríamos un buen rato y que podía confiar en él. Lo dijo con tanta seguridad, con esa voz profunda y elegante que tenía, que por un instante me dejé llevar… pero luego mi cabeza empezó a hacer preguntas.

—¿Y ahora qué me voy a poner? —me dije en voz baja, mirando mi pequeño armario.

No era que tuviera muchas opciones. Mi ropa se reducía a lo práctico, a lo funcional. Uniformes, jeans, blusas sencillas. Lo justo para trabajar y mantenerme presentable. Nada de vestidos costosos o zapatos de tacón de diseñador.

Decidí llamar a Luci. Siempre tenía un consejo rápido y, claro, sus bromas que nunca faltaban.

Le había escrito a Luci para hacer una llamada refiriéndome en la salida.

—¿Amiga? —respondió al segundo timbre, como si hubiera estado esperando mi llamada—. ¡No me digas que ya vas saliendo con el jeque!

Rodé los ojos, sonriendo.

—No es el jeque, Luci… Es Amir. Y no es una cita, es solo… una salida de amistad, ¿ok?

Luci soltó una carcajada.




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