"La tormenta que nos envuelve"
Narrado por Khloé
El despertador sonó antes de que el sol se asomara. No dormí bien; mi mente había estado dando vueltas toda la noche, intentando encontrar una explicación a cada gesto, cada palabra y cada mirada de Amir.
Me levanté con esa sensación extraña en el pecho, como si algo estuviera a punto de pasar… y no sabía si quería que sucediera o no.
Me puse unos pantalones rectos color crema, una blusa de seda color amarillo que me favorecía y un abrigo ligero por si el clima empeoraba. El cabello, suelto, con ondas suaves. No era un atuendo elaborado, pero me sentía cómoda… y un poco más segura de mí misma.
En la cocina de mi pequeño apartamento, preparé un café negro y una tostada con mermelada y queso este desayuno me encantaba. Mientras desayunaba, tomé el teléfono y envié un mensaje al teléfono de mama:
"Buenos días, familia. Espero que estén bien. Hoy me toca trabajar en la mansión, les escribiré cuando llegue."
Emma escribio indicando que era ella,respondió casi de inmediato con un emoji de corazón, Nicolás mandó un pulgar arriba y Máximo simplemente dijo “Cuídate”. Mamá me envió una nota de voz deseándome suerte en el trabajo que me cuidara que me ama mucho, y aunque su voz sonaba tranquila, pude percibir esa leve preocupación que nunca abandona a una madre.
Minutos después, el chófer que Amir siempre enviaba cuando me tocaba ir a trabajar llegó puntual. Llevaba un paraguas en la mano, aunque todavía no llovía ya que hoy el pronóstico del día era lluvioso raro ya que en Dubai no suele llover mucho, el chófer me ayudó a subir al vehículo.
El trayecto hacia la mansión fue un desfile de pensamientos revueltos. El cielo gris y el aire cargado presagiaban tormenta. Yo, mirando por la ventana, me preguntaba qué pretendía realmente Amir. ¿Por qué hacía todo aquello por mí? ¿Por qué sentía que sus gestos eran más personales que amables?
La confusión me quemaba por dentro, pero entre la maraña de dudas apareció una decisión clara: esa tarde iba a preguntarle directamente, sin rodeos que quería de mi que sentía por mí por qué esos tratos a mí persona por los detalles y sin conocernos tanto.
El coche se detuvo frente a la entrada lateral de la mansión. Y entonces, como si el cielo hubiera decidido intervenir, una cortina de lluvia se desató de repente, intensa, impiadosa. Aun así, avancé cruzando el patio de mármol, sintiendo las gotas frías golpearme el rostro como miles de agujas suaves.
Amir estaba esperándome en el borde de la galería exterior, con la camisa blanca pegada a su piel, empapada se le marcaban sus abdominales de verdad estaban muy bien marcados se veía muy sexi atractivo y dominante, y esa mirada suya que parecía atravesarlo todo.
—Entra, vas a enfermarte —dijo, pero no se movió para abrirme la puerta.
—Quiero que me digas la verdad aquí —con muchas agallas respondí, alzando la voz para que pudiera escucharme sobre el sonido del agua. No sé de dónde había sacado agallas para decirlo sin pensar siempre he sido algo tímida cuando se trata de confrontar situaciones que me confunden.
Se acercó, lento, hasta quedar frente a mí. La lluvia resbalaba por su rostro, por su cuello, por sus labios que no dejaban de tensarse como si contuvieran palabras peligrosas. La lluvia también me estaba empapando ya que había una ventisca muy fuerte se sentía que el agua nos estaba atrapando a los dos en ese momento afuera de la galería exterior de su casa.
—Khloé… —susurró, y esa sola palabra me hizo temblar más que la lluvia.
—No entiendo lo que estás haciendo. No entiendo por qué siento esto cada vez que te miro… —mi voz se quebró, y él, sin pedir permiso, alzó su mano para apartar de mi cara un mechón mojado que se pegaba a mis labios.
Su piel estaba tibia, a pesar del agua.
Sus ojos, fijos en los míos, eran una promesa y una advertencia al mismo tiempo.
—Porque no quiero que huyas de mí —dijo, inclinándose lo suficiente para que la distancia entre nuestros labios fuera un suspiro.
—Y no pienso dejar que lo hagas.
Mi respiración se volvió errática, la lluvia golpeaba con más fuerza y todo a mi alrededor desapareció, salvo él.
Amir, con su olor a lluvia y a arena húmeda, con esa intensidad que me atraía y me aterraba.
Lo odiaba por romper mis muros.
Lo odiaba… y sin embargo, no me moví cuando su frente se apoyó en la mía.
—Dime que me detenga —murmuró.
Y yo… no lo hice.
No sé quién dio el primer paso, si él o yo. Solo recuerdo que, de pronto, la puerta de la galería se cerró tras nosotros y el eco de la lluvia quedó lejos, apagado, como si el mundo entero se hubiera reducido a las paredes cálidas de la mansión.
Amir me tendió una toalla, pero no la tomé. No quería romper ese hilo invisible que aún nos unía desde fuera.
—Siéntate —me dijo, señalando uno de los sillones bajos junto a la chimenea de la sala de la entrada principal. La encendió sin apartar la vista de mí.
Me senté, cruzando las manos sobre las rodillas para no demostrar lo mucho que me temblaban. Él se quedó de pie, mirándome como si buscara el punto exacto donde empezar a derrumbar mis defensas.
—Dijiste que querías la verdad —comenzó, con voz grave—. Así que pregúntame.
Tragué saliva.
—¿Por qué haces todo esto por mí? —solté de golpe—. ¿Por qué envías un coche a buscarme, por qué me das libertad para trabajar aquí como si fuera… más que una empleada? ¿Por qué me das regalos familiares o salidas según tú de amistad?¿Qué es lo que quieres, Amir?
Su mandíbula se tensó, pero no por enojo. Era otra cosa… contención.
—Quiero conocerte—respondió—. Quiero que seas parte de mi vida, no solo de mi casa. Me gustas khloé no sé por qué me encantaste tanto la primera vez que te vi quedé flechado por ti.
Me incliné hacia adelante.
—No puedes decir eso así, como si fuera algo sencillo. Yo no vine aquí para eso. Vine porque mi familia me necesita, porque cada día que paso en este país es para ayudarlos para ayudar a mi mama con sus medicamentos no vine a enamorarme.
Editado: 24.08.2025