La Promesa de Mañana
Narrado por Khloé
El beso aún ardía en mis labios cuando nos separamos apenas un instante, quedándonos tan cerca que podía sentir su respiración chocar con la mía. En el jardín interior, la luz que se filtraba desde el techo de cristal bañaba su rostro, y por primera vez me atreví a pensar que ese hombre —tan seguro, tan sereno— me estaba entregando algo que había guardado celosamente durante mucho tiempo: su corazón.
Nos quedamos así, en silencio, disfrutando de la calma que nos envolvía. La fuente murmuraba al fondo, como si quisiera acompañar nuestra pausa. Amir acarició suavemente un mechón de mi cabello, acomodándolo detrás de mi oreja con una ternura que me estremeció.
—Podría quedarme aquí todo el día contigo —murmuró, con una media sonrisa.
—Yo también… —respondí sin pensar, y de inmediato sentí el calor subir a mis mejillas.
Él rió suavemente, sin burlarse, más bien como si agradeciera mi sinceridad.
Nos sentamos en los cojines junto a la fuente. Hablamos de cosas pequeñas: de las flores que crecían en el jardín, de la fuente que llevaba ahí desde que él era niño, de cómo a veces se escapaba a este lugar para escribir pensamientos que nunca mostró a nadie. Lo escuchaba y me sorprendía descubrir que detrás de esa imagen de hombre fuerte había alguien vulnerable, con secretos guardados en las grietas de su alma.
Un silencio más profundo nos envolvió de pronto. Yo jugueteaba con mis manos, sintiendo una pequeña inquietud que no podía explicar. Tal vez era miedo… miedo a que todo esto fuera demasiado perfecto para ser real. Amir me observó con esa mirada perspicaz que nunca dejaba pasar nada.
—Khloé —dijo despacio, como si quisiera asegurarse de que lo escuchara bien—. Mañana quiero que tengamos una cita. No algo improvisado, no solo un momento robado entre conversaciones… Una cita real. Quiero conocerte más, saber qué te gusta, qué odias, qué cosas te hacen reír. Quiero compartir mis propios gustos contigo, sin máscaras.
Sentí un vuelco en el estómago. ¿Una cita real? Nadie me había propuesto algo así antes. Parte de mí se llenó de ilusión, pero otra parte se tensó con dudas: ¿y si no era suficiente para él? ¿Y si mis simples pasatiempos no se comparaban con el mundo sofisticado al que él pertenecía?
Apreté los labios, luchando contra la inseguridad, pero sus ojos me transmitían calma.
—Está bien —susurré al fin, con una sonrisa tímida—. Mañana… tendré mi primera cita.
El brillo en sus ojos fue tan genuino que disipó gran parte de mis temores.
—Entonces, mañana será especial —afirmó con firmeza—. Lo prometo.
Pasamos un rato más allí, hablando de cosas triviales que parecían importantes solo porque las compartíamos juntos. Pero el reloj no se detiene para nadie, y pronto me di cuenta de que debía regresar a casa.
Amir me acompañó hasta la habitación de huéspedes. Antes de entrar, se inclinó ligeramente hacia mí.
—Descansa, Khloé. Haré que el chófer te lleve en cuanto estés lista.
Asentí, entrando en la habitación con el corazón latiendo rápido.
El vestido de la noche anterior estaba colgado en una percha, esperándome como un recordatorio de cómo había empezado todo. Me cambié despacio, con cuidado, como si cada prenda guardara un pedazo de la historia que había vivido en esas horas. Me puse el vestido, pero en lugar de los tacones decidí quedarme con las pantuflas cómodas que Amir me había dado. Sonreí al mirarme en el espejo: un contraste extraño entre elegancia y comodidad, pero de alguna forma, me representaba a la perfección en ese momento.
Sobre la cómoda descansaba el collar lujoso que Amir había colocado junto a mi atuendo la noche anterior. Lo tomé entre mis manos, sintiendo el frío del metal. Era precioso, demasiado valioso para alguien como yo. Una punzada de duda me atravesó: ¿realmente merecía algo así?
Lo guardé con cuidado en su estuche, prometiéndome a mí misma que lo cuidaría como si fuera un tesoro, no solo por lo que valía, sino porque venía de él.
Cuando bajé de nuevo, Amir estaba en el vestíbulo hablando con el chófer. Al verme, sus ojos se suavizaron. Se acercó, colocándome un mechón de cabello tras la oreja una vez más. Ese gesto empezaba a convertirse en una costumbre peligrosa para mi corazón.
—Te veré mañana —dijo, con un dejo de promesa en la voz.
—Mañana —repetí, apenas audible.
El chófer abrió la puerta y me invitó a subir. El automóvil arrancó suavemente, alejándose de la mansión. Me quedé mirando por la ventana, observando cómo las luces se desvanecían a lo lejos. Una parte de mí ya extrañaba la calidez del lugar, como si lo hubiera dejado demasiado pronto.
Durante el trayecto, apoyé la frente en el cristal frío. Pensaba en el beso, en sus palabras, en la forma en que me miraba como si yo fuera más de lo que siempre creí. Pero también surgían preguntas: ¿cómo encajaríamos dos mundos tan distintos? ¿Qué pasaría cuando mis hermanos supieran de él? ¿Estaba lista para abrir esa puerta en mi vida?
El auto se detuvo frente a mi apartamento. El chófer bajó y, con amabilidad, me abrió la puerta.
—Buenas noches, señorita Khloé —dijo con respeto.
—Gracias —respondí, sorprendida de que incluso la gente de Amir me tratara con tanta consideración.
Subí a mi apartamento y, al entrar, el silencio me envolvió. Todo parecía más pequeño, más apagado en comparación con la mansión. Me dejé caer en el sofá, mirando la pequeña lámpara de mesa que iluminaba tenuemente la sala. Y por primera vez, ese silencio no me dio paz, sino que me hizo desear volver a la compañía de alguien más.
Apreté el estuche del collar entre mis manos y cerré los ojos. Una promesa me daba vueltas en la cabeza:
Mañana será especial.
Me dormí con esa frase grabada en el corazón, sin saber que el día siguiente marcaría un antes y un después en mi vida.
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– Sombras del Pasado
Editado: 24.08.2025