Aiden dejó de respirar por completo, él quedó ahí tenso mirando a su amigo con la expectativa por las nubes, pero Kalen solo se limitó a mirarlo como estudiando esa reacción que ha tenido. Cualquiera que no lo conozca lo puede notar tan impasible como siempre, pero el bailoteo de esos ojos llenos de intriga y ansiedad son evidentes ante él.
―¡Habla de una puta vez! ―Gritó Aiden sin soportar más el silencio. ―¿A quién encontramos? ―No quería hacerse ilusiones, habían estado buscando a Osiris por una semana completa sin resultados y eso ya era frustrante para él, no soportaría que no se tratara de ella.
―Solo quiero que me respondas una pregunta y…
―¡Por un demonio, Kalen! ―Se puso en pie enfurecido. ―Deja tus juegos de una buena vez, ¡¿A quién encontraron?! ―Lo miró con desesperación, ya no podía disimular.
―Estás a punto de casarte. ―Kalen no cambió su gesto serio. ―Amigo, ¿Para qué exactamente buscas a esa mujer? ¿Con qué fin? ―Aiden resopló como un toro bravo.
―¿Desde cuándo haces las preguntas difíciles tú? ―Se burló. ―¿Por qué carajos te interesa esto?
―Esa mujer está muy tranquila. ―Le recordó. ―Tú estás con Carlota y la verdad no lo entiendo. Si tus padres o el mundo se enteran de esto. ―Negó. ―No puedes caer en una impopularidad, amigo. ―Suspiró pesadamente. ―Tu padre ha sido un excelente rey desde siempre, no puedes ser tú un rey impopular.
―Kalen. ―Su voz sonó perturbablemente tranquila. ―Dame la información y guárdate las preocupaciones para cuando estemos en Mónaco, aquí nadie me jode tanto como allá. ―Su mirada se volvió más oscura. ―Ahora, como sé de quién hablas, dame la información. Necesito verla porque se niega a responder mis llamadas y estoy seguro de que no quiere el contrato.
―¡¿Quién en su sano juicio le gustaría organizar la boda de su exmarido?! ―Lo miró atónito.
―Ella actuó como si no me conociera. ―Ladeó la sonrisa. ―¿Qué te hace pensar que eso la incomode?
―Bien, entonces es el hecho de que la acorralaste y te comportaste como un psicópata. ―Aiden gruñó exasperado, Kalen verdaderamente le está tocando los cojones y eso lo está cabreando demasiado. ―Vale… vale… no te me pongas violento, hombre. ―Corrió lejos de él al verlo acercarse. ―Voy a tener que conocer bien a esa mujer, no es normal la obsesión que tienes por ella. ¡Vale! ―Alzó las manos y le mostró las palmas al escucharlo gruñir. ―Está a solo minutos de aquí, vive en…
―¡Hola! ―Carlota entró interrumpiendo, Aiden quería matar a Kalen, si no hubiese demorado tanto en darle la información ella no hubiera interrumpido nada importante. ―¿Pasa algo? ―Los miró confundida al verlos tan serios.
―No pasa nada. ―Aiden decidió aguantarse. ―¿Qué haces aquí? ―La miró suavizando la mirada. ―Sabes que estamos aquí por trabajo, Carlota, no puedes venir siempre que estés aburrida.
―Gordito… ―Hizo un puchero. ―Estoy sola aquí y no conozco a nadie…
―Entonces llama a tu mejor amiga. —La cortó. ―Lo que sea, pero debes respetar mi lugar de trabajo. ―Carlota apretó la mandíbula, eso la molestó.
―Igual debía hablar contigo. ―Se cruzó de brazos. ―¿Qué tan malo le hiciste a Osiris para que no quiera responder mis llamadas? ¡Ni siquiera Ana! ―Aiden resopló.
―No le hice nada. ―Carlota hizo un puchero. ―Vale, lo voy a solucionar, ¿De acuerdo? Lo prometo. ―Carlota corrió hacia él y abrazándolo empezó a chillar su agradecimiento.
―¡Eres un amor, gordito! ―Tiró de su corbata para besarlo en los labios. ―Llamaré a Dalila para que venga. ―Sacó el móvil. ―Pero aun así quiero cenar, ya es hora de irse a casa, es muy tarde, así que te espero afuera. ―Tras darle una mirada de desagrado a Kalen salió del despacho dejando a los hombres solos.
―Te voy a partir la cara donde no pueda deshacerme de ella. ―Lo señaló Aiden. ―Te juro que lo haré. ―Kalen rodó los ojos.
―Yo haré que nos deje solos después de la cena. Tú, tranquilo, mi rey. ―Le guiñó. ―Hoy iremos por esa mujer que te lo hizo rico.
―¡Kalen! ―Masculló molesto y su amigo no hizo más que carcajear burlándose de él.
Izan estaba emocionado por visitar a su abuela Chuy, le emocionaba estar en casa de su abuelita porque ella lo consentía de todas las maneras y nadie podía decirle nada porque ella lo defendía a toda costa y lo malcriaba siempre.
―No corras, Izan. ―Osiris suspiró. ―¿Eso es lo que querías? ¿Que tuviera un golpe de azúcar y no nos dejara descansar hoy? ―Laura rodó los ojos.
―Son las veinte horas, volveremos pronto y estará cansado. ―No le dio importancia.
―¡Abuela Chuy, abre! ―Izan no dejó de tocar el timbre. ―Vamos, abre, ¡Llegó tu hombrecito de oro! ―La puerta no tardó en abrirse de par en par. ―¡Abuelita! ―Izan se lanzó a los brazos de la mujer mayor y la llenó de besos.
―Oh, mi hombrecito de oro. ―La mujer se lo comió a besos.
―Hola, mamá. ―Laura abrazó a la mujer y le dio un beso en la mejilla.
―Hola, mami Chuy. ―Ana hizo lo mismo.
―Mami Chuy. ―Osiris imitó a sus amigas.
―Oh, están discutiendo. ―La mujer suspiró. ―Vamos, vayan a la cocina, les voy a preparar un té y podremos hablar. ―Tomó la mano de Izan quien estaba corriendo alrededor como un loquito. ―Pero, antes que nada, le daré un delicioso postre a mi niño.
―¡Sí, postre! ―Las chicas solo negaron, pero con solo una mirada de la mujer de ojos claros, cabello blanco y rechoncha quedaron rígidas.
Una vez Izan estuvo frente al televisor viendo lo que no debía ver y comiéndose una enorme porción de pastel de chocolate, helado de fresa y algo de gelatina también de fresa, las mujeres estaban en la cocina sentadas en la isla en silencio.
―Expliquen. ―La mujer tomó asiento con su taza de té y las miró por turnos. ―Vamos, díganme que esta vez han irrumpido mi paz y es por un hombre guapo, adinerado y exótico que las quiere a las tres al mismo tiempo en la cama.
―¡Mami Chuy! ―Chillaron las tres indignadas.
―¿Qué? Quiero algo de acción. ―Las miró mal. ―Yo a su edad, estaba viviendo la vida, disfrutando al equivocado mientras llegaba el correcto. ―Suspiró. ―Nunca llegó, pero me los comí a todos.