El hilo de las apariencias

Capítulo 1: “Dos Enemigas, Un Secreto”

La campana del mediodía retumbó con fuerza en la Escuela Amalia Torres. En el bullicioso pasillo junto al casillero 312, los alumnos se mezclaban en un torbellino de mochilas, pasos apurados y risas.

Ashley Hutchinson, de cabello castaño claro y ojos cálidos, se reclinaba contra su casillero mientras hojeaba distraídamente su cuaderno de apuntes. Su sonrisa despreocupada destacaba entre el grupo de amigos que la rodeaban. Al otro extremo del pasillo, caminando con paso decidido y sin desviar la vista, avanzaba Cherry Arias. Su cabello negro como la tinta caía en una coleta tensa, y sus ojos color café oscuro reflejaban una mezcla de inteligencia y desconfianza.

Ambas se cruzaron frente al aula de ciencias. Ashley levantó la vista justo cuando Cherry pasó a su lado y, sin perder la oportunidad, comentó en voz alta:

—Oh, miren quién volvió a ponerse la misma coleta perfecta de siempre. Qué original.

Cherry se detuvo. No necesitaba voltear para saber quién había hablado. Soltó un suspiro, se giró lentamente y respondió con el ceño fruncido:

—Y tú aun usando tu “encanto” para esconder que no sabes nada de química. Qué pena.

Las carcajadas de algunos testigos llenaron el pasillo. Era otro round en la rivalidad más evidente de la escuela. Aunque ambas eran brillantes, no podían ser más opuestas: Ashley era relajada, carismática, con mil amigos y una sonrisa fácil. Cherry era reservada, disciplinada, solitaria y algo cortante. Aun así, nadie dudaba de la inteligencia de ninguna de las dos.

Ese mismo día, ambas fueron llamadas a la oficina del director por razones diferentes:

  • Ashley, por iniciar un rumor sobre una “lista secreta” de suspensos que causó un caos en redes internas.
  • Cherry, por responder con sarcasmo al profesor de Física durante una explicación pública.

Como castigo, fueron enviadas a detención en el aula 5B. Compartían el salón con otros tres estudiantes, pero era claro que ellas dos eran el foco de la atención del profesor Ellis, quien les dirigía miradas fulminantes mientras corregía exámenes desde su escritorio.

Ashley se instaló en la última fila, sacó su móvil escondido y empezó a deslizarse por fotos de fiestas. Cherry, adelante, escribía ecuaciones en su cuaderno sin levantar la vista.

—¿No te aburres de actuar como si fueras la salvadora del mundo académico? —murmuró Ashley, apoyando el codo en la mesa.

—Y tú como si todo te fuera dado sin mover un solo dedo —respondió Cherry sin mirarla.

—Tampoco es mi culpa tener talento y encanto —sonrió Ashley.

El profesor Ellis se levantó en ese momento. Revisó su reloj, recogió su portapapeles y murmuró:

—No se muevan. Vuelvo en diez minutos. —Y salió por la puerta sin mirar atrás.

Pasaron tres minutos. Luego cinco. Ashley empezó a impacientarse.

—Necesito mi libro de Historia. Diego lo dejó en la biblioteca. Me va a reprobar esa loca de la profesora.

Cherry no respondió.

—Voy por él. No voy a hacer nada malo. No me vas a chismear, ¿cierto?

Cherry apretó los labios, pero luego murmuró:

—No pienso cubrirte. Solo no quiero otro reporte.

Ashley se levantó. Avanzó hacia la puerta. Se detuvo, miró hacia atrás.

—¿Vienes o te quedas escribiendo fórmulas?

Cherry dudó... y se levantó sin decir una palabra.

Los pasillos estaban vacíos, apenas iluminados por los fluorescentes automáticos. El eco de sus pasos parecía más fuerte de lo normal.

Ashley, caminando con confianza, silbaba en voz baja. Cherry la seguía con las manos en los bolsillos, algo incómoda.

—¿Sabías que la biblioteca tiene un pasillo secreto que conecta con el teatro? —dijo Ashley—. Lo leí en un hilo de Reddit.

—Claro que sí —replicó Cherry—. Y seguro también hay un dragón dormido entre los estantes.

Ashley rio, sin malicia. Por primera vez, Cherry no son del todo hostil.

Entraron con cuidado. El silencio era casi total. Ashley caminó directo a la sección de Historia mientras Cherry encendía la linterna del móvil. Recorrieron los estantes, buscando el libro.

De pronto, Ashley se agachó para revisar una fila baja… y se congeló.

—¿Qué rayos...?

Cherry se acercó, y sus ojos se agrandaron al ver lo mismo:
Un cuerpo, medio oculto tras los estantes, con el rostro ladeado. Llevaba chaqueta gris. En el pecho, colgaba un gafete torcido:

“Dawn Crawford — Profesor de Literatura”

Cherry dio un paso atrás, asustada. Ashley retrocedió, tropezó con una silla y ambas gritaron al unísono.

Lo que no sabían…

Mientras ellas se escabullían de la detención, el profesor Ellis había regresado y notado que dos alumnas faltaban. Activó el protocolo interno de emergencia. La subdirectora y el guardia de seguridad comenzaron a buscarlas. Pronto, la oficial Álvarez, que estaba de guardia esa tarde, se unió.

Los detectaron por la cámara del pasillo este: habían entrado a la biblioteca.

—¡Quietas! ¡Policía! —gritó la oficial Álvarez desde la entrada, con la linterna apuntando a sus rostros.

—¡No es lo que parece! —balbuceó Ashley.

—Nosotras solo... lo encontramos —añadió Cherry, sin saber qué hacer con las manos.

Pero la escena hablaba por sí sola: dos estudiantes fuera de su lugar, junto a un cadáver. Aún con el susto en el cuerpo, ambas sabían que no tenían tiempo que perder.

Ashley le susurró:

—Cherry, tenemos que correr. Si no, van a pensar que lo hicimos.

Y sin esperar respuesta, tiró de ella.

Saltaron por una ventana baja del ala este. El césped nocturno estaba húmedo y frío. Corrieron entre las sombras del patio trasero, sin mirar atrás.

Detrás de ellas, las luces de patrullas comenzaban a encenderse.

Se refugiaron en una vieja glorieta del parque junto a la escuela. Respiraban agitadas. La noche se sentía más densa que nunca.




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