La historia que están a punto de leer tampoco es mía. Pero tuve el permiso de escribirla a mi manera.
Mi rol de narradora empieza aquí.
Creo que no me equivoco al afirmar que para muchas personas en lo ancho del mundo las abuelas son símbolo de grandeza y también las puedes llamar segundas mamás.
Para los afortunados y afortunadas. ¡Felicidades! Pueden presumir y gritar a los cuatro vientos que tienen o tuvieron de dos a tres mujeres importantes en su familia, que no solo es una mujer la que puso su granito de arena para que hoy seas ese gran ser humano.
Irina es una de mis mejores amigas, desde hace diez años. Nos conocimos porque tenemos otra amiga en común quien nos presentó. Una conversación en una pijamada nos bastó para ir formando un vínculo que hasta el día de hoy, me siento agradecida de tener.
Así como yo tengo ese vínculo especial con ella, sé que en su vida hay más personas especiales, entre amigos y familiares que han estado para ella en las buenas y en las malas.
Una de ellas fue su abuela Amanda, una persona que vió a Irina desde que era bebé.
No tuve la fortuna de conocerla en persona, pero a través de Irina siento como si lo hubiera hecho. Supongo que es debido al alma, a la sangre, a la crianza pero sobretodo al amor de abuela que le pudo dar.
Hace unos meses, tuve una conversación con Irina, en donde nos sinceramos mucho sobre el rol que tenían nuestras abuelas dentro de nuestras vidas.
No pude evitar quedarme fascinada con su abuela Amanda y el cariño que sentían la una por la otra.
Abuela Amanda era una persona carismática, pero estricta cuando debía serlo. Una mujer que se preocupaba y hacía lo que podía por sus hijos y por sus nietos. Desde cambiar pañales hasta ayudar con las tareas en la primaria.
Se aseguraba de estar siempre en todos los momentos importantes, ya fueran graduaciones como un mal día en el instituto. Te podía esperar sentada en la sala o en el comedor, analizandote con una mirada de profeta, anticipando lo que podías o no decirle. Ella siempre estaba lista para darte ánimos o un buen consejo.
Uno de los consejos que sigue siendo un mantra para Irina es:
“Te caes, pero te levantas y continuas. No te queda de otra”
Puede que esta frase sea simple y popular pero el efecto siempre será diferente cuando una persona con gran valor en tu vida te lo dice y está ahí para repetirlo las veces que sean necesarias, hasta verte en donde quieres estar.
Abuela Amanda no era una persona que te llenaba de abrazos, su manera de engreír era otra. Era esa abuela que se escapaba contigo para ir a comer un gustito un domingo después de la iglesia o un sábado por la noche antes de que empezara una película interesante.
Por último, abuela Amanda era muy honesta. Si veía a su familia descarrilada, lo decía sin pelos en la lengua y con realidades y puertas abiertas te ayudaba a volver a un buen camino.
Estoy segura que dejó un impacto positivo en todas las personas que conoció. Desde mi lugar de observadora, siempre será una mujer encantadora y tal vez un poco misteriosa.
Esa conexión que logró a través de la convivencia con su familia es bella, mágica y un poco envidiable. Un lazo que a pesar de ser invisible a los ojos, está ahí, presente aún en Irina y en su familia. Trascendiendo incluso la muerte.
Lamentablemente la salud de la abuela Amanda comenzó a deteriorarse con el paso de los años, parte del ciclo de vida que nos tocará a su debido tiempo a cada uno de nosotros. Partiendo de este mundo una Noche Buena.
Lo más interesante de esta historia es el final de la abuela Amanda.
Días antes de partir, sus hijos y sus nietos tuvieron sueños y recordaron momentos con ella, como si estos hubieran pasado recientemente.
Todos recordaron promesas hechas.
Su hijo, el padre de Irina recordó que a su madre le gustaban las rosas rojas. El día que partió, él señor tenía una rosa roja en la mano, un regalo pendiente de hijo a madre.
Otra nieta, prima de Irene, le había llevado su té preferido como regalo.
Pero en especial Irina, quien tenía en su cabeza la frase de superación que siempre escuchaba de Amanda y además soñó que ambas se escapaban para ir a comer algo delicioso, una vez más.
Irina captó el momento en el cual su abuela partió físicamente de este mundo. Ella solo atinó a llorar y pudo recordar el presagio que le fue dicho por la misma abuela Amanda meses antes.
“El día que tu veas una mariposa volar cerca tuyo y el aroma de las rosas venga a tí, ese día me iré con el creador. Solo en ese momento tienes permitido llorar, pero después entierrame tranquila.”
Cuando alguien importante se va de tu vida, sientes como se te quiebra el alma. De verdad sientes que el mundo es un lugar oscuro y sin mucha acogida. En esos instantes, tienes que permitirte un momento para respirar y poder continuar, adaptándote a la idea de que algunas cosas cambiarán y evolucionarán. Dependerá enteramente de tí decidir si es un giro negativo o positivo.