El hilo rojo

Prólogo.

Érase una vez, una princesa que estaba encerrada en una torre lejos del mundo...

—Mama, ¿¡Tú crees en eso cuento de hadas!?— la inocente voz de la pequeña niña de ojos celestes.

—Cariño, los cuentos son solo eso cuentos.— respondió la dama con el pensamiento más oscuro en su mente.— Está en ti... creer o no.

Le sonrio, con aquella sonrisa de una madre enamorada de la vida aque la verdad no fuera así. Aquella niña creía en las palabras de su madre, pero con el tiempo se dará cuenta que no todo historia tiene un príncipe y no son de hadas. 

—¿¡Tú crees en cuentos de hadas.!?— le pregunto la dama a su hija con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—... No sé.— respondio pendativa la pequeña.

 

El tiempo pasó, tan rápido que no sabía por qué el día de hoy será tan oscuro, el cielo se veía que se iba a caer encima de las persona. Por desgracias; era así como se sentía aquella niña de 13 años en una habitación del hospital endonde se encontraba su madre postrada en una camilla dando su último suspiro.

...

Bienvenidad a tu nueva casa, señorita Blaster.— las palabras se escuchaba tan lejos que ni se molestó en levantar el rostro.

El dolor de perder a su madre la dejo vacías, su madre era la luz de sus ojos, su padre un hombre que nunca la quiso, las abandono cuando nació solo se presentaba para verla en su cumpleaños. Ahora estaba en el mismo techo que su progenitor y su familia. Una hermanastra mayor y su madrastra que al verla la odio.

Su padre; el señor Arturo Smith la recibió con una sonrisa y un abrazo, el cual no transmitía ni una pisca de emociones a la niña, o era; su negación a su afecto de mierda. La que la llevo a rechazarlo, si más que hace solo se subió a la habitación que ocuparía en esa casa mientras estaba hay.  Con su pequeño perra blanquita abrazada a ella; fue el último regalo que le hizo su madre antes de entrar al hospital.

¿¡Que le esperaría en un futuro!? ¿¡Cuánto tiempo estaría en ese lugar!? ¿¡Su tío Milán la buscaría!? Muchas pregunta rodiaba la cabeza  de la pequeña, miraba con tristeza a Nieve así era como le había puesto a su perrita. Una lágrima traicionera se derramó de sus ojos; no había podido ver a su madre antes del entierro, quería poder decirle lo mucho que la queria. La habitación estaba oscura no había nada que importará que no fuera su oscuro y soledad tisteza en se momento. 

9 años después.

 

La lluvia cae con fuerza, mientras el cuerpo de Celeste estaba parisado. No podía creer lo que estaba pasando su día había sido una total pesadilla; miraba a él que se decía decir su padre mientras su mejilla dolía por la bofetada que le había dado. No entendía nada de lo que pasaba hasta que miro a su alrededor su hermanastra y madrastra sonriendo con malicia.

Eres igual que tu madre, una desvergonzada que se revuelva con todo el mundo.— le gritó su progenitor, haciendo un detonante en su cabeza.

Con la rabia a mil, se levantó del suelo dispuesta a enfrentar su padre; con la misma fuerza y la ira, le devolvió la bofetada a su padre.

A mi madre no le meta en esto, si de errores estamos hablando tu no eres digno de hablar.—  le gritó con fuerza. — Nos abandonaste a las dos, No quiero tu asqueroso dinero, nunca necesite tu maldito apellido,  desde ahora no soy parte de esta hipócrita familia.

Su padre, estaba sorprendido por lo que acaba de pasar, su hija le había devuelto el golpe con fuerza; miraba como se marchaba su hija en medio de una tormenta.

Cariño, no le prestes atención ella es una maldita desvergonzada. — hablo su esposa mientras le acariciaba la espalda.

Se levantó, asquiado por el toque de esa mujer que solo le a traído dolores de cabeza; se dirigió a su despacho mirando como la perra de Celeste lo acompañaba en su dolor. Arturo el Rey de los negocios vivía una vida amarga llena de tristeza; se recostó en su sillón mirando el cielo lleno de nube gris era así como sentía su alma; gris.

En un pequeño escondite de su escritorio se encontraba una foto de Dulce, la madre de Celeste. Su hija había heredado sus hermosos ojos celestes, su preciosa sonrisa y un alma pura. Muy diferente a su padre que de él solo tenía el color lechoso de su piel, su cabellos oscuro y su dura personalidad; en alguno momento pero del resto era una chica sincera, pura y alegré. Emprendedora, una lágrima salió de sus ojos oscuros, Dulce le sonreía atraves de la foto en aquel vaye de rosas blancas, tenia un vestido azul aguamarina acompañado de un sombrero de playero que la protegia de los rayos del sol que le caía como un manto es su riso castoños. En sus manos tenía una rosa rosada mientras le sonría a la cámara sus labios color cereza.

Perdón — susurro a la foto con lágrimas en su rostro. 

Celeste caminaba mientras su alma estaba destroza por todo lo que pasaba, ¿¡Porque me pasa esto a mi!? ¿¡Que mal estoy pagando!? ¿¡Que fue lo que pasó en la noche!? Se preguntaba con tanto hicistencia. La noche pasada estaba celebrando su despedida de soltera en una de las casa de los amigo de su futuro esposa, con su hermanastra y sus amigas.




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