El hilo rojo

♪Capituló #3

Capitulo #3.

*Mi prometida es ardiente/ Hermanita.

 

Lo mire con cara de no entender pero al final, asentí; no será malo tener un aleado como Zack después de todo es el hombre más poderoso de la ciudad de Paris; pero aun así no puedo bajar mis defensas. No puedo volver a confiar de esa manera; nunca le podre decir el por qué volver, iba a dejar todo en paz, pero el video que me llego dejo claro que si quieren guerra, pues; guerra tendrá. Me separe de Zack, le sonreí mientras caminaba al ventanal.

—Tienes una hermosa vista. — mire por el ventanal a la ciudad.

—Si… — el teléfono comenzó a zona lo puso en altavoz.

*Jefe, acaba de llegar la arpía… digo la señorita Smith con sus progenitores, van rumbo a su oficina. *

Se escuchó claramente, una sonrisa maliciosa se puso en mis labios; nos volvemos a encontrar, quería hermanita. Veremos qué tan buena persona eres delante de Zack. Mire a Zack con una ceja levantada por su expresión. Tenía una mueca en el rostro, algo que me divertido un poco al parecer le desagrada Mariana.

—¿¡Crees que podemos comenzar ahora!? — lo mire divertida, pensé que no lo preguntaría.

—Nuestra actuación debe ser merecedor de un Oscar — le sonrió con travesura.

 

***

 

Aquella sonrisa no me gustaba para nada. Ella se acercó al escritorio se puso al lado mío con cara de chica buena a punto de hacer una travesura. Él porque está aquí es para tomar venganza aunque ella no me dice, lo sé; lo veo en sus ojos.

— ¿¡Que tienes en mente!? — le pregunte con interés, quería saber que tan dispuesta esta para llevar al acabo su venganza.

—La mujeres, no le gusta que otra pise su territorio. — me paso la mano por el cabello desordenándolo. — te vez más guapo con el cabello desordenado. — paso su mano por mi corbata desajustándola hasta quitándola. — por eso debo marcar mi territorio, desde ahora. — me sonrió terminado de desabotonar alguno botone de mi camisa color vinilo.

— ¿¡Tu territorio!? — la obviedad en mis palabra la sorprendió, lo cual se encogió de hombros. No pude evitar divertirme con las cosas que le pasaba por la cabeza.

—Ahora estamos comprometido, soy muy celosa — bromeo, mire como se alzaba la falda de tubo color negro. Hasta los muslos, pase en seco — bien, aún estás a tiempo de dar una idea mejor que la tengo en mente.

Un silencio se puso en el lugar; ideas tengo muchas pero sabía de ante mano que una mujer sabe pelear con otra. Negué; comenzó a desabrocharse los botones de su camisa rojo dejando más pronunciado su escote, de momento la garganta se me seco, el calor en mi cuerpo comenzó a subir. Me hizo una señal para que me acercara, se sentó en mi escritorio; esa imagen, tiro de mi camisa desabonada.

Mi prometida es tan ardiente.

Quede entre su pierna, mire sus ojos; negué divertido en que momento me deje llevar por esta chiquilla, baje un momento la mirada, grave error; note el color de su ropa interior de encaje, rojo igual que el color de su camisa, ahora que lo noto siempre usa el mismo color de su blusa en la ropa íntima, haciendo que se note un poquito de su senos, el cual no era tan grande, pero debajo de ese sujetado se notaba.

—No te sobre pases, si lo hace te dejo sin descendencia, recuerda que mi tío es un ex soldado y me enseño unos pequeños trucos— la advertencia estaba lanza. Solo que llego tres años tardes.

—No soy de hierro, corazón, así que teme paciencia— la mire a los ojos lo cuales se oscurecieron con fuerza; le sonreí con diversión — me acaba de cumplir una de mis grande fantasías. — incline mi cuerpo hacia a ella que dando el de ella levemente implicado. Los tacones de Marina y su madre resonaban en la entrada.

Sus manos se fueron a mis cuello apretando mi cabellos, una sonrisa se puso en sus labios, sus ojos me decir que no cante victoria, mis manos fueron acariciando la piel de sus pierna alzándola leve mente, tomando la con firmeza; su reparación se volvió pesada una mira de advertencia estaba en sus ojos, me acerque para besar su labios pero lo que hizo me sorprendió, jalo de mi cuello hasta el hueco de su cuello, un dulce aroma a durazno me invadió, ese es su olor característico a durazno.

Comencé a dejar besos húmedo por su cuello, su manos apretaron mis hombros; este es tu castigo por desaparecer tres años de mi vista, hermosa; mordisque suavidad su piel, un jadeo escapo de su labios.

—Z—zack… — pronuncio mi nombre entre cortado, se escuchaba jodidamente bien de su labio.




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