El Hilo Rojo

Capítulo 8

“Fue una cita”, pensó Cael mientras seguía caminando.

Y es porque esa salida había sido una cita. 

Aunque no podía afirmarlo con total seguridad, pero tampoco sentía dudas al respecto.

No sabía por qué estaba tan nervioso, bueno, en realidad si lo sabía, esa fue su primera cita. Sonrió, saliendo del camino mientras la gente pasaba junto a él, sorteando multitudes, mirando al rededor a las personas que se abrían paso, familias pasadas, amigos y parejas que venían a disfrutar de su noche. Lo vivido ese día ha significado más lo que llegó a pensar; lejos de ese trémulo pensamiento de que no sabe que haría o si estaría nervioso al estarse viendo frente a frente, sin duda esa reunión fue de todo menos incómoda, sino todo lo contrario. Comprobó que hablar con ella era igual o más fácil que sus charlas por mensaje, incluso mucho mejor que aquella videollamada; ahora creía que era lamentable que la estadía de Raina solo se debiera a una excursión escolar, pues eso significaba que tendrían que volver a los mensajes y videollamadas.

Cuando Cael llegó a casa de su padre para nadie fue secreto que de donde fuera que estuvo todo había ido bien. Cualquiera más podía decir que casi cantaría, pero eso no era algo propio de Cael. Sin embargo, irradiaba una no muy común felicidad que se contagiaba.

Las preguntas y comentarios referentes a su no-cita no se hicieron espero, ¿no había otra cosa en que centrar su atención? No sabe, tal vez, ¿el canal del clima? A todos debe interesarles el canal del clima, porque en realidad, secretamente, él lo había checado varias veces cuando propuso que se vieran. Al lograr sortear el interrogatorio familiar se dispuso a ayudar a su hermano con el disfraz tal como lo había prometido. Hubo un pequeño desacuerdo inicial pues Ezra se quería disfrazar de una tarta de mermelada, ¿una tarta? Cael casi se va de espaldas al escucharlo, y todo por su gran amor por tal alimento. Al final pudo convencerlo he hicieron un disfraz de una criatura de un programa de televisión que a Ezra le gustaba ver, era como una especie de perro camaleónico… o algo así, que cambiaba de colores.

Después de ayudar a su hermano con su disfraz se encerró en su antigua habitación un buen rato solo dibujando una comisión que tenía que entregar, aunque después de todo lo que hacía era mandar mensajes a Raina donde recordaban lo que había pasado en esa cita no-cita, riéndose entre dientes al leer los mensajes. De alguna manera aquella salida solo había, de cierta forma, fortalecido a su parecer aquel vinculo que formaron mediante la distancia. Y Cael no podía sentirse menos contento con eso. 

Incluso comenzaba a agradecer la existencia de la tecnología.

—¡Oye, duende de las cavernas! —Samuel gritó, irrumpiendo en la habitación de Cael con una caja de pizza haciéndose a un lado para dejarle la entrada a su hermana—. ¡Venimos trayendo sustento para mantenerte con vida! Tu papá nos dijo que estabas aquí, así que tenemos que aprovechar antes de que te vuelvas a perder en alguno de tus cuadernos.

—¡Y vamos a hacer una noche de cine sorpresa! —vitoreó Claudia al entrar y cerrar nuevamente la puerta como si se tratase de sus propias habitaciones mientras traía paquetes de latas de refresco en una mano.

Samuel y Claudia detuvieron sus pasos, había algo extraño y que no cuadraba en la escena que siempre se encuentran cuando llegan de sorpresa. Parpadearon y se voltearon a ver cuándo encontraron al joven en su lugar habitual, pero en lugar de dibujar en su tableta o hacer bocetos, ambos jóvenes abrieron la boca con sorpresa e incredulidad cuando vieron que Cael estaba de espaldas a ellos, y tenía el teléfono en la mano, enviando mensajes. 

Enviar mensajes. 

Cael. 

Cael estaba enviando mensajes.

Cael, el chico que se negaba a sumergirse en el mundo tecnológico porque un teléfono más sencillo cubría la necesidad básica de comunicarse.

—No puede ser, ¿mis ojos me engañan? —dijo Claudia dejando los refrescos y llevándose ambas manos a cubrir su boca de forma dramática—. ¡Es el dulce Cael conversando con alguien además de nosotros! ¡Samuel mira! —señala ella con una mano, pidiendo la atención de su consanguíneo quien se acercó unos pasos más de lo que ella hizo.

—Vaya, hermana, yo creo... —detuvo sus palabras, se quedó boquiabierto, los ojos de Samuel se detuvieron sobre el hombro de Cael cuando vislumbraron la pantalla del teléfono y, achicando los ojos para enfocar, pudo distinguir el nombre en ese chat—. Es… ¡Es la chica de Arcken! ¡Claudia, es la chica de Arcken!

Cael estaba concentrado, enfocado, con toda la atención puesta total y completamente en su teléfono que no fue consciente de la entrada de ambos hermanos hasta que el grito como colegiala emocionada por un chisme de Samuel lo hizo saltar del susto en su lugar y darse la vuelta en la silla del escritorio haciendo malabares para que el teléfono no cayera de sus manos.  

—¡Mierda! —grita bajo, con el corazón latiendo de forma desesperada mientras los observa—. ¿Cómo… Cuándo entraron aquí? —tomó aire, sosteniendo su teléfono contra su pecho y dando un suspiro—, diablos me asustaron.

Ambos jóvenes se miraron entre sí, se encogieron de hombros y volvieron su atención a su amigo el artista.

—Llevamos aquí como diez segundos —dijo Claudia llevando sus manos a la cadera, como si estuviera enojada, aunque ese no era el caso.



#14346 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amoradistancia

Editado: 06.07.2022

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