El Hilo Rojo De Seul

LA SILLA VACÍA DEL AL LADO

El vestíbulo de "NextGen Innovations" era un monumento al minimalismo y al éxito. Paredes de cristal, suelos de mármol pulido y un silencio imponente que solo se rompía por el tecleo rítmico de la recepcionista. Carla se sentía pequeña e insignificante, más aún con la imagen del desastre del metro grabada en su mente. A su lado, Justin intentaba ocultar la mancha de su camisa bajo el saco de su traje.

—Mucha suerte —le susurró Carla mientras se sentaban en las sillas de diseño incómodo del área de espera.

—Igualmente —respondió él, su voz apenas audible—. Que gane el mejor... o el más limpio.

Carla no pudo evitar una pequeña sonrisa. A pesar de la tensión, había algo en su humor resignado que la calmaba. La recepcionista llamó a un candidato y luego a otro. La sala se fue vaciando hasta que solo quedaron ellos dos, sentados uno al lado del otro, en un silencio cargado de expectativas.

—¿También vienes de... un hogar de grupo? —preguntó Justin de repente, en voz baja, como si compartiera un secreto prohibido.

Carla se giró para mirarlo, sorprendida. Nadie le preguntaba eso. Era una parte de su pasado que mantenía cuidadosamente oculta en los entornos profesionales. —¿Cómo lo sabes?

—La dirección en tu currículum —explicó él, señalando el papel que ella sostenía—. Es la misma del centro de apoyo para jóvenes que dejan el sistema. Yo viví en uno similar al otro lado de la ciudad. Reconocí el formato de la dirección postal.

El corazón de Carla dio un vuelco. Por primera vez en todo el día, no se sentía como una impostora. La persona sentada a su lado, su competidor directo, entendía de dónde venía. Entendía lo que significaba no tener una red de seguridad, no tener a nadie a quien llamar para pedir ayuda o celebrar una victoria. Entendía por qué esta entrevista era mucho más que un simple trabajo.

—Nunca había conocido a nadie... —empezó a decir ella.

—¿Que lo hubiera conseguido? ¿Que hubiera llegado hasta aquí? —terminó él, con una mirada que reflejaba años de lucha silenciosa—. Yo tampoco.

Antes de que pudieran decir más, una mujer con un traje impecable apareció. —Señorita Carla Rossi, Señor Justin Kim. El director los recibirá ahora. Juntos.

Se miraron, confundidos y alarmados. ¿Una entrevista grupal? ¿Justo ellos dos? El destino, al parecer, no había terminado de jugar sus cartas. La competencia acababa de volverse mucho más personal.

El vestíbulo de "NextGen Innovations" era un monumento al minimalismo y al éxito. Paredes de cristal, suelos de mármol pulido y un silencio imponente que solo se rompía por el tecleo rítmico de la recepcionista. Carla se sentía pequeña e insignificante, más aún con la imagen del desastre del metro grabada en su mente. A su lado, Justin intentaba ocultar la mancha de su camisa bajo el saco de su traje.

—Mucha suerte —le susurró Carla mientras se sentaban en las sillas de diseño incómodo del área de espera.

—Igualmente —respondió él, su voz apenas audible—. Que gane el mejor... o el más limpio.

Carla no pudo evitar una pequeña sonrisa. A pesar de la tensión, había algo en su humor resignado que la calmaba. La recepcionista llamó a un candidato y luego a otro. La sala se fue vaciando hasta que solo quedaron ellos dos, sentados uno al lado del otro, en un silencio cargado de expectativas.

—¿También vienes de... un hogar de grupo? —preguntó Justin de repente, en voz baja, como si compartiera un secreto prohibido.

Carla se giró para mirarlo, sorprendida. Nadie le preguntaba eso. Era una parte de su pasado que mantenía cuidadosamente oculta en los entornos profesionales. —¿Cómo lo sabes?

—La dirección en tu currículum —explicó él, señalando el papel que ella sostenía—. Es la misma del centro de apoyo para jóvenes que dejan el sistema. Yo viví en uno similar al otro lado de la ciudad. Reconocí el formato de la dirección postal.

El corazón de Carla dio un vuelco. Por primera vez en todo el día, no se sentía como una impostora. La persona sentada a su lado, su competidor directo, entendía de dónde venía. Entendía lo que significaba no tener una red de seguridad, no tener a nadie a quien llamar para pedir ayuda o celebrar una victoria. Entendía por qué esta entrevista era mucho más que un simple trabajo.

—Nunca había conocido a nadie... —empezó a decir ella.

—¿Que lo hubiera conseguido? ¿Que hubiera llegado hasta aquí? —terminó él, con una mirada que reflejaba años de lucha silenciosa—. Yo tampoco.

Antes de que pudieran decir más, una mujer con un traje impecable apareció. —Señorita Carla Rossi, Señor Justin Kim. El director los recibirá ahora. Juntos.

Se miraron, confundidos y alarmados. ¿Una entrevista grupal? ¿Justo ellos dos? El destino, al parecer, no había terminado de jugar sus cartas. La competencia acababa de volverse mucho más personal.

El vestíbulo de "NextGen Innovations" era un monumento al minimalismo y al éxito. Paredes de cristal, suelos de mármol pulido y un silencio imponente que solo se rompía por el tecleo rítmico de la recepcionista. Carla se sentía pequeña e insignificante, más aún con la imagen del desastre del metro grabada en su mente. A su lado, Justin intentaba ocultar la mancha de su camisa bajo el saco de su traje.

—Mucha suerte —le susurró Carla mientras se sentaban en las sillas de diseño incómodo del área de espera.

—Igualmente —respondió él, su voz apenas audible—. Que gane el mejor... o el más limpio.

Carla no pudo evitar una pequeña sonrisa. A pesar de la tensión, había algo en su humor resignado que la calmaba. La recepcionista llamó a un candidato y luego a otro. La sala se fue vaciando hasta que solo quedaron ellos dos, sentados uno al lado del otro, en un silencio cargado de expectativas.

—¿También vienes de... un hogar de grupo? —preguntó Justin de repente, en voz baja, como si compartiera un secreto prohibido.

Carla se giró para mirarlo, sorprendida. Nadie le preguntaba eso. Era una parte de su pasado que mantenía cuidadosamente oculta en los entornos profesionales. —¿Cómo lo sabes?




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