El Hogar Mas Remoto

Capítulo 3

La noche llegó. La soledad a la que la ha castigado su amado la entristece levemente. Acaricia sus labios agrietados distraídamente con la yema de los dedos.

—Si los tuviera curados, te besaría, como hacía antes—Las palabras surgieron de su boca sin que tuviera intención de hacerlo puesto que él no está ahí para escucharla.

Su voz había sonado fría, algo ronca, en medio de la terraza que daba al mar.

El suave vaivén de las olas la arrulla y la suave brisa, más fría ahora que no la calienta el sol sobre su piel, hace que se estremezca. Decide que es hora de entrar.

La cena que había preparado se ha enfriado. Tampoco es que tenga mucho apetito. Él debe de estar enojado aún y por eso no salió a cenar. Quizá solo esté cansado. Sabe que el mar siempre le mareaba y accedió a acompañarla por amor. Así que no debe preocuparse, se le pasará, en cuanto haya curado su piel y le recuerde toda la pasión que compartieron, en cuanto tenga fuerzas para reír, se reirán de ese tormentoso viaje en el que a duras penas pudo contener el vómito. Ella lo sabía aunque él callara, el color cetrino de su piel era prueba evidente de ello no necesitaba nada más, pero tampoco le dijo nada para que no se sintiera humillado, también sabía que el orgullo era una de sus cualidades o virtudes más fuertes de su carácter. Se sentiría mal si ella hacía algún comentario sobre ello, así que se limitó a remar, aunque hubiera momentos en los que cayera exhausta a sus brazos donde se sentía reconfortada. No podía pedirle que además remara también él. El esfuerzo que estaba realizando era mucho mayor que el que hacía ella. Y todo lo hacía por complacerla, por acompañarla a ese lugar de ensueño del que le había dicho más de una vez sería su hogar.

Probó la carne fría del plato. Apenas comió unos trozos. No usó los cubiertos, cogió un trozo con los dedos y se lo llevó a la boca, masticó lentamente. Un par de trozos más. Debía comer, a él no le gustaban las chicas demasiado delgadas y ella estaba demasiado flaca, pero la carne se había hecho una bola intragable en su boca. Masticaba hasta que finalmente lo escupió a su mano y lo tiró al mar. Los peces le agradecerían la cena.

La luna se mecía alargada en la oscuridad del agua, poco más podía divisar, así que entró. Cerró la puerta con llave y cerró las ventanas. Se dirigió al dormitorio, no quiso encender la luz y chocó con la cama.  Se lamentó en silencio y cambió de ropa frente al mar antes de correr las cortinas y ocultar la leve luz que se filtraba por allí.

Caminó lentamente tanteando con las manos hasta que llegó a su lado del colchón. Se echó despacio sobre él, pero no era muy firme. Su amado debió notar su presencia y rodó hasta ella que feliz le abrazó. Aunque estuviera enfadado en las noches aún la reclamaba. Su subconsciente no entendía eso y así lo había demostrado al acudir a su encuentro le abrazó con un suspiro se enredó entre sus brazos y apoyando la cabeza en su pecho se quedó profundamente dormida.

Despertó aún entre sus brazos, agitada y sudorosa. Había tenido una terrible pesadilla. Las lágrimas cayeron de sus ojos al pecho amado.

—Lo siento—susurró—. Ha sido horrible. Querido, yo soñé cuando nos conocimos, ¿recuerdas?

Se apoya sobre el codo izquierdo y le contempla en la absoluta oscuridad, aunque no lo ve intuye su sonrisa y le sonríe también.

—Fue en aquella tarde de sábado, lo recuerdo como si fuera ayer. ¡Calla!, no te rías de mí. Bastante bochornoso fue cuando te vi y por hacerlo, me choqué contra la farola, aunque eso fuera lo que desencadenara todo y tú corrieras a auxiliarme. Todavía recuerdo el calor de tus manos en las mías y tu mirada preocupada.

Le besa la mejilla tiernamente. Nota como su rostro raspa por la barba de días sin rasurar y se alegra de que no se haya afeitado porque así no notará sus labios agrietados y endurecidos

—. Pero entonces... todo se distorsiona. Dejas de sonreir. ¿Por qué ya no me sonríes?

Detiene su relato y se vuelve para que no la vea llorar. Escucha el viento en el exterior, y cuando se calma gira nuevamente hacia él.

— Gracias por comprenderme y no presionarme. Sí, ahora te contaré el resto del sueño. Es un poco confuso. Todo se empieza a llenar de gente y yo intento mantenerme a tu lado, pero no puedo. Ellos se empeñan en separarme de ti. Me empujan, tiran de mí hacia otro lado y tú te pierdes en el barullo de gente. Corro tras de ti, empujo a los que me estorban, necesito llegar a tu lado. Tengo miedo, ¿entiendes? Como el que siempre siento cuando no estás conmigo. Y sí, ya lo sé, que tú siempre te quedarás conmigo. Que no debo de preocuparme por eso, aún así  no consigo evitarlo. Bueno, yo corro detrás de ti, veo que a veces te vuelves y me buscas, que tratas de esperarme, pero luego no. Luego ya no me miras, te llamo y no te giras, cuando llego a tu lado, te cojo, te beso y te reclamo, pero tú me separas de tu lado me exiges que te deje, y vuelves con otras personas, con otra mujer y ríes con ellos, y yo… Yo no sé qué hacer. Afortunadamente desperté y estás aquí, conmigo. Gracias por escucharme y por abrazarme ahora.



#48231 en Novela romántica
#13400 en Thriller
#5490 en Suspenso

En el texto hay: amor, suspenso, gore

Editado: 13.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.