El hombre bestia

La llave

El hombre bestia se sentía bien, como jamás lo había hecho. Aquellos días de búsqueda ahora estaban lejanos. El aún caminaba por los alrededores explorando, mientras la sirena miraba el horizonte recordando sin tristeza el mar. Y un día sin darse cuenta caminó muy lejos, hasta una colina que no conocía. Todo a su alrededor estaba despejado, y la colina estaba cubierta de pasto que se mecía con el viento. La noche avanzaba, ya era tiempo de regresar. Miró al cielo para orientarse. Las estrellas se balanceaban sobre un cielo de agua. Entre el pasto se escuchaba algo. Salto un grillo, que llevaba arrastrando un cubo de plata. "Es la llave de la felicidad" reía un viento lejano. El pequeño grillo verde se soltó del cubo, y desapareció entre la hierba. El cubo rodó cuatro veces sobre una hoja en el suelo creando un orificio sobre ella mientras lo hacía. El viento la levantó con su mano invisible sobre los ojos del hombre bestia, que miraba todo aquello tranquilo. Y aquel grupo de estrellas que se asomaba entre la hoja, se transformó en un rey, que apuntaba algo con su espada, donde se hizo un agujero, y una luz creció en él. Era la luna, donde a lo lejos se veía una ancianita sonriendo sobre una valla. "La felicidad es tuya" decía el viento. Pero él no la quería. Era suficiente con saber que existía, y él tenía todo lo que quería, y así estaba bien. Dejó la llave donde estaba y se dirigió a casa. Miró al cielo por última vez. Ya no había nada. 


 

 




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