Juan y Julieta estaban comprometidos. Ella trabajaba para en el estudio de su padre y él tenía un taller mecánico. Esa madrugada decidieron salir a caminar por la costa, aprovechar el tiempo que el sol no esta tan fuerte para hacer el recorrido que los dejaría junto al faro. Caminaban lento expresando su amor en cada rincón que podían. El admiraba las casas de verano que decoran las costanera, ella camina de su mano metiendo los pies en el mar.
- ¿Qué pasa? – pregunto al ver cómo le apretaba su mano.
- ¿Qué es eso Juan? - Respondió
Desde la orilla, sacudido por el lento vaivén de la marea, sumergido en la arena, había un cuerpo. Sus ojos blancos y su rostro hinchado los observaba con la mirada perdida en la nada.
La comunidad de claromeco era pequeña. Unos dos mil habitantes estables, pero en verano podían aumentar enormemente debido al turismo, llegando a multiplicar varias veces esa cantidad. Se llega a ella desde Tres Arroyos, la localidad más grande del partido, por la Ruta Provincial Nº73, pavimentado hace una década más o menos. Un camino bordeado por campos maíz, trigo, cebada y soja.
Carlos Vallejo había estado en una oportunidad con su familia en este lugar. Hacia unos diez años de eso y francamente se alegró de ver pavimentado el acceso al pueblo. Llevaba conduciendo unas seis horas con el aire del automóvil estropeado, un dolor de cintura que se acentuaba cada vez más y un sol de frente que se le antojaba insoportable. Al llegar recordó la entrada de acceso, con su cartel de piedra y su estación de combustible, recordó la costanera y la plaza principal, también el hotel donde paso la noche junto a su familia.
Lo habían citado en el hospital local. Al llegar se hizo evidente que todo el asunto era de dominio público, un millar de autos y cámaras de televisión se amontonaban cerca del nosocomio.
Soy el inspector Vallejos de Bs As, el comisario me está esperando – Dijo cuándo le cerraron el paso, igual que a los demás.
- Pase inspector . -
El hospital había sido levantado en una zona de densa vegetación, a pesar de encontrarse casi en medio de la villa. Aun así disponía de un terreno envidiable. Acomodo el WV Gol bajo la sombra de un pino, tomo sus cigarrillos y salió del auto con la esperanza de que el viaje no haya sido en vano.
Mostro su identificación de nuevo en la puerta y dos veces más dentro antes de poder estar frente a frente con el comisario. Un tal Alberto Piedrabuena. La charla fue corta y de carácter cortes. Vallejos no era bienvenido, aunque tampoco esperaba serlo. Algunas veces el trabajo en colaboración entre miembros de la fuerza era bastante modesto, otras en cambio, era inexistente. En este caso se daba el segundo ejemplo.
- Buen día comisario soy Carlos Vallejos Inspector de homicidios en capital, me han mandado a colaborar con su cuerpo en lo referente al caso del “Conejo Blanco”. –
- Sé quién es, siéntese Vallejos, lo estaba esperando. ¿Se da cuenta que hemos retrasado la investigación hasta su llegada? Tengo a la prensa haciendo guardia permanente fuera del hospital, prácticamente tuvimos que acuartelarnos dentro. ¿Me puede decir que mierda hace una víctima del “Conejo Blanco” a 600 kilómetros de su zona de operación? –
- Bueno, estoy aquí justamente para saberlo. ¿El cuerpo? -
- Sígame, lo mantenemos en otra sección por si alguno de estos periodistas caza talentos se nos cola. -
El pasillo estaba en penumbras y abarrotado de uniformados. Vallejos no sabía de cuantos oficiales disponía la villa, pero de seguro casi en su totalidad estaban ahí ese día. Giraron dos veces a la izquierda y finalmente frente a una doble puerta de acero se detuvieron.
- Adelante, es su caso. – Dijo el Comisario
Detrás de las puertas de acero había una pequeña habitación con varios armarios de metal y en una repisa había ropa descartable para que los médicos forenses usaran. Vallejos se cambió y guardo su ropa en uno de los armarios.
“Más que nada el barbijo maldición, no te olvides del barbijo”.-
De la habitación se salía por otra puerta doble, también de acero, el ruido al abrirla le puso la piel de gallina. Era como estar ingresando al infierno y el olor sin duda acrecentaba ese pensamiento. Un hombre, también vestido con la ropa descartable de forense lo espera cerca del cuerpo.
- Vallejos, soy Facundo Altamiranda. Cuando usted esté listo empezamos. ¿Ha presenciado alguna vez una autopsia? No es agradable. -
- Si, estuve presente en la autopsia a las demás victimas del “Conejo Blanco” -
- Bien pues, ahora sabremos si estamos o no ante la quinta víctima de ese desgraciado. Grabando: Soy el médico Forense Facundo Altamiranda y voy a realizar la autopsia de un cuerpo encontrado en la costa de Claromeco y que según los datos recabados correspondería al cuerpo del señor Juan Cruz Leiva de Nacionalidad Argentino y 36 años de edad. Me acompaña en esta oportunidad el encargado del caso el Señor Carlos Vallejos Inspector de la policía de Bs As. -
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Editado: 19.08.2019