-Iba corriendo, tratando de escapar, ya que me perseguían. Era una mujer, bajita, con una mala intención. Yo, ni siquiera sabía dónde estaba. Ya no recordaba lo que pasó, cómo es que llegué con ella o hasta quién soy. Lo único, que sabía, era que debía de escapar de ella.
Cada vez que intentaba escapar, me encontraba. No tenía salida, ya que las personas no me ayudaban, no podía confiar en nadie. “¿Qué debo hacer?”, me preguntaba. ¿Acaso siempre debo estar corriendo?, sin saber a dónde ir; sin conocer siquiera quién soy; sin tener a nadie en quien confiar; sin ser visto como una persona, con sentimientos y metas, tratando de ser alguien en la vida.
Bueno, al fin y al cabo, con las personas que me encontraba, siempre me querían para poder saciar sus caprichos. Algunos decían “ven aquí. Yo te ayudaré”. Pero, lo único que querían, era utilizar de mí. Siempre se aprovechaban de mí y, llegó hasta a tal punto, en el que ya no podía confiar ni en mi mismo. Así que decidí, dejar de correr y hacer lo que me pedían, al fin y al cabo, nadie me ve como una persona.
Pero un día, no sé como explicarlo, tuve una sensación extraña. De repente, desde mí interior, sentí un calor en mi pecho. Este calor se iba expandiendo por todo mi cuerpo; era agradable aunque, a la vez, me dolía. Quería saber qué era ésto que sentía, crecía más y más, pero de pronto se detuvo, como si hubiera algo tan frío o estuviera siendo contenido por alguna caja. No quería que se detuviera. Así, que decidí buscar la razón de ello. Y escapé de todos, con este nuevo sentimiento guiándome - fin del monólogo.