El hombre de oro

El escape

Iba corriendo, un hombre que parecía ser de oro. Él hombre era perseguido por unas personas, que  estaban bajo el mando de una señora, y llevaban sus perros con ellos. Era un camino muy poco  transitado, al ser un área rural, donde iba corriendo. Ya estaba cansado de tanto correr, pero no podía  detenerse, ya que estaba tratando de escapar de esas personas. De tanto correr, llego hasta el barranco.  Al ver el barranco, miró y pensó, mientras retomaba el aire - no puedo seguir. Aquí termina el camino, pero  si no hago algo pronto me van a capturar. - miró por todos lados y, sin embargo, no logró encontrar nada.  Entonces, empezó a oír los ladridos de los perros, que cada vez estaban más y más cerca de él. Miró,  nuevamente, el barranco - no me queda otra opción. Tendré que saltar. Muy bien, allá voy -, y así saltó.  Llegaron, los hombre que le perseguían, justamente solo para ver como caía al vacío de aquel barranco.  Se miraron, entre sí, y uno de ellos dijo - rayos. Ahora que le diremos. Se ha tirado y, no creo, que halla  sobrevivido a una caída así. Que mala suerte - apretó con fuerza sus dientes, en forma de mostrar su  descontento, por lo sucedido - regresemos a la guarida -.
Al caer, el hombre de oro (así llamado, por ser de oro), se pudo salvar, ya que había un río en medio de  aquel barranco. Llegó a la orilla y, con sus pocas fuerzas que le quedaban, salió y se recostó en un árbol  cercano. Entonces ahí quedó dormido profundamente. Al despertar, se encontraba en una cueva, - Ah.  ¿Cómo llegué aquí? -, escucho una voz - de seguro fue esa persona quien me trajo. Me levantaré y le  agradeceré por haberme traído a este lugar para que no me encontrarán -. Se levantó y fue hacia donde  provenía aquella voz. Se acercó sin que aquella persona se diera cuenta de él. Al estar casi cerca, le iba a  hablar pero no fue posible, ya que se detuvo al escuchar lo que decía, por teléfono - No se preocupe  señora. Aquí le aseguro que tengo al hombre de oro. Pero el que se lo regrese, dependerá de cuanto usted  esté dispuesta a negociar -, el hombre de oro, no podía creer lo que escuchaba - ¿Cómo?, solo eso me  darás. En ese caso, lo venderé a otras personas. Estoy seguro que pagarán más por él -. El hombre de oro  empezó a caminar con más cuidado, para no ser descubierto, y lo más rápido que le fue posible. Ya  estaba por la salida de la cueva, cuando aquel hombre volteó y lo descubrió. Colgó inmediatamente, el  teléfono, y, empezando a correr, dijo - No te dejaré escapar. Así, que ven aquí -. Él hombre de oro, corrió  directo al río y, aprovechando el que ya era de noche, se tiró al agua y escapó. El que lo perseguía,  enfureció al verlo escapar, tiro su gorra al suelo, mientras decía - Que mala suerte. Estaba apunto de ser  muy rico. ¡Pero te voy a atrapar, algún día!. ¡Me escuchaste, hombre de oro! -.
Mientras tanto, el hombre de oro, salió del río. Empezó a sumergirse entre el bosque, corriendo lo más  rápido posible. Se detuvo en un claro, ya que no podía continuar más. Creía que al fin estaba a salvo pero,  de pronto, salió una silueta entre las sombras de los árboles - ¿Quién podrá ser? - se preguntaba. - Creíste que escaparías de mí - dijo, mientras se acercaba a él. Él hombre de oro, no podía creer de quien se  trataba, al acercase a él la silueta. Tartamudeando, de miedo, dijo - ¡No puede ser!. Eres Yesica -. Yesica,  era quien tenía al hombre de oro preso. Lo ponía a ser las cosas más duras y peligrosas que le fueran  posible, para ella, pensar. Siempre le decía que él no podía ser querido por nadie. Y, sobre todo, que no  valía nada.
Ella sabía algo que él hombre de oro desconocía, y no dejaría que lo descubriera. Yesica dijo - Hola,  hombre de oro. Puedo ver, que esta vez, haz llegado muy lejos. Pero - sonrió - se te olvidó, que siempre te  voy a encontrar donde quiera que estés -. Levantó la mano, mientras el hombre de oro temblaba de  miedo, apunto hacia él y dijo - sabes muy bien que no me gusta hacer esto. Pero no me dejas otra  alternativa -. Movió, suavemente, su mano, hacia abajo y luego hacia arriba, y con él hombre de oro se  volvió en gotas de oro, que flotaban y movían en sincronía, con la mano de Yesica.
Yesica se volteó y regreso a su guarida, sin ninguna prisa. Una vez llegó, coloco en una celda al hombre  de oro, diciendo - ya lo deberías de dejar así. Nunca podrás alejarte de aquí. No importa cuantas veces  intentes escapar, yo, siempre te voy a atrapar - el hombre de oro, triste, pregunto - por lo menos, deseo  que me digas una cosa - ella lo miro y respondió - ¿Qué es lo que deseas saber? - él dijo - quiero saber  ¿Quién soy?, ¿de dónde soy? - ella lo miro y se río. Después, de terminar de reírse, dijo - no sé de dónde  seas y nunca me importó. Y a ti no te debe importar tampoco, ya que, de donde provengas, no importa.  ¿Sabes por qué? - él movió su cabeza, con un rostro desalentado, para decir que no - eso es, porque, nadie  te está buscando, no tienes a nadie que te busque ni que te esté esperando. Así, que mejor olvídate de  todo - y con estas palabras se fue.
El hombre de oro se sentó y, cubriendo la cara, comenzó a llorar. Lo único que le acompaño, en aquella  noche, fue la soledad que sentía y, la fría y solitaria noche, que no le dejaba de recordar su fracaso y falta  de identidad, haciéndole pensar que él no era importante para nadie. Ya no quería volver a intentar  escapar, pensaba - ¿Porqué me deje llevar? Si sabía que iba a terminar mal.
Estando a punto de rendirse, sintió nuevamente ese sentimiento que le hizo escapar con todas sus  fuerzas. Pero esta vez, empezó a sentir que tenía que ir con alguien. Pues escuchó una voz que le decía  con desesperación - ¿Dónde estás?,! Dónde te encuentras?. Si me oyes regresa ya. Hombre de oro,  ¿porqué te has alejado de mí?, ¿acaso ya te has olvidado de mi?. Dónde sea que te encuentres, vuelve a  mi lado, volvamos a estar juntos. ¡Hombre de oro! -.
Sintió que renovaban sus fuerzas, hasta incluso, sintió que era capaz de hacer cualquier cosa y podría  escapar esta vez. Se puso de pie y, con todas sus fuerzas, doblo los barrotes de la celda. Salió por la  ventana pero, está vez, no se dejo llevar por sus impulsos, sino, pensó y buscó la manera de ser muy  cuidadoso. Vio el río, que pasaba por detrás de la guarida de Yesica. Se lanzó al río y así logró escapar.  No fue algo fácil por la corriente del río, sin embargo, logró salir a salvó en el bosque.
Una vez estaba fuera del río, no se quedó a dormir en ese lugar, ya que si lo hacía, sería un blanco fácil por  ser, todavía, territorio de Yesica. Ya había recorrido bastante, entonces, viendo hacia atrás pensó - ya  estoy muy lejos, no creo que me pueda encontrar aquí. Muy bien, porque ya estoy muy cansado pero aun  debo de encontrar un lugar donde dormir - dio solamente unos pocos pasos y cayo desmayado.
Al despertar, se encontró en un granero. De ahí, vio venir a un muchacho, de unos quince años. El hombre  de oro preguntó - ¿Qué hago aquí? Y ¿quién eres? -, el muchacho, - ya despertaste. Mi nombre es Dafer y  te traje aquí al encontrarte desmayado -, el hombre de oro pensó irse. Pero el muchacho le preguntó - ¿De  dónde eres? -, el hombre de oro, lo miró con una cara triste y dijo - No lo sé. Ni siquiera sé quién soy -, el  muchacho, - ya somos dos. Yo tampoco sé quién soy -, le coloco la mano en el hombro, - sabes una cosa.  Que tal si buscamos juntos quienes somos -, el hombre de oro, - dime, ¿porqué quieres buscar junto  conmigo lo que eres? -, el muchacho, - para ser sincero. No tengo a donde ir. Ya que, desde hace unos  años, hubo un ataque por donde vivía. Me separé de mi familia y no supe más de ellos. Desde entonces,  ando de un lado a otro sin saber que hacer -.
El hombre de oro, conmovido, respondió - está bien. Podemos ir juntos, total, tampoco tengo a donde ir -, el muchacho - mucho gusto. Me llamo Enbe y cómo te llamas -, el hombre de oro, - no tengo nombre. Pero  me dicen hombre de oro -, Enbe, - no, no, no puedes llamarte así. Que tal si te ponemos uno -, el hombre  de oro, - no es mala idea. ¿Qué tienes en mente? -, Enbe se puso a pensar. Se preguntaba - ¿Qué nombre  le puedo dar a un hombre de oro -, se le ocurrió una idea y dijo - ya sé. Que tal Rodrigo -, el hombre de oro -  no -, Enbe, - no, en ese caso. Sería Rek -, el hombre de oro, - no. No quiero llamarme Rek -, Enbe, - en ese  caso, no se me ocurre nada más -, el hombre de oro, - creo que esto de los nombres, es algo difícil -, Enbe,  - tienes razón. Sabes qué, mejor te llamaré Sesben - el hombre de oro, - bueno, ese nombre podría ser -,  Enbe, - está decidido, Sesben será. Ahora, sólo debemos comer algo y comenzar con nuestro viaje -,  Sesben, - Sí, vamos -. Después de comer algo, salieron de aquel granero y comenzaron a caminar.
Sesben y Enbe se hicieron amigos durante el camino. Iban platicando de cómo vivían y otras cosas, así se  dieron cuenta de lo mucho que se parecían hasta en los gustos. Él hombre de oro pensaba - al fin he  encontrado a alguien con quien hablar. Haré todo lo posible por ser un buen amigo -, Enbe, - dime  Sesben.¿Qué es lo que quieres buscar? -, Sesben, - buscar, quién es mi familia y si no soy él único que  existe. Por eso, acabo de decidir, ir por todos lados hasta llegar a encontrar mi identidad. Y tú Enbe, ¿Qué  vas a buscar? -, Enbe, - yo también deseo encontrar a mi familia. Pero, durante el camino, deberemos de  encontrar mi identidad. También te ayudaré en la búsqueda de tú familia -, Sesben, - gracias. Ahora, sólo  nos falta pensar por dónde empezar -, Enbe, - no te preocupes por eso. Ya sé donde podemos comenzar -. Se dirigieron a un pueblo que estaba adelante. Pero, Sesben, se dio cuenta de que lo estaban buscando  ahí. Se paró y, viendo por dónde irse, dándose cuenta Enbe, dijo - ¿Qué te pasa amigo? -, Sesben, - es que,  estoy escapando de Yesica. Quien me ha tenido encerrado por mucho tiempo -, Enbe, - eso no es bueno.  En este caso, debemos de buscar un lugar para escondernos, antes de que nos encuentren -. Empezaron  a retroceder pero, los hombres que lo buscaban, se dieron cuenta y los empezaron a perseguir.
Corriendo, miraron por todos lados, en busca de un lugar para esconderse. Justo enfrente, vieron una  cueva y, sin pensar en el peligro, entraron. Al estar todo oscuro, no podían ver lo que estaba ahí. Se  adentraban más y más. Enbe sacó una linterna que lavaba consigo. Al ver el fondo, se dieron cuenta de  que estaba un oso durmiendo. Por lo que, cautelosos, empezaron a dirigirse a la salida. Estando casi  afuera de la cueva, tomaron un respiro y, preparándose para comenzar a correr, se vieron y sonriendo  salieron. Enbe dijo - Hay un lugar donde podemos ir... -, fue interrumpido por los ladridos de los perros.  Sesbes dijo - no puede ser, ya nos encontraron. Debemos de ir a ese lugar. Llévame allá -, Enbe respondió,  moviendo la cabeza, "sí" y dijo - sígueme. Debemos dirigirnos al río, para perdernos de su vista, primero -. Cada vez, los perros estaban más cerca de ellos. Enbe, tomando una piedra, se las arrojó, con el fin de  obtener un poco de tiempo. Sesben gritó - ahí adelante esta el río. ¡Vamos!, ya nos hace falta poco -. Pero  fueron interceptados por los hombres. Sin tener ninguna salida, Sesben le dijo a Enbe - corre, ellos no te  perseguirán si me tienen -, Enbe, - no, recuerda que tenemos que encontrar a tu familia -. Los hombres  agarraron a Enbe, pero Sesben les dijo - suelten a Enbe. Es a mí a quien quieren, él no tiene nada que ver  con ésto -, lo soltaron y se llevaron a Sesben.
Enbe no pudo hacer nada, ya que le habían dado un buen golpe. Llevaron a Sesben frente a Yesica, quien  lo estaba esperando. Al verlo enfrente de ella dijo - ya lo has comprobado, nunca vas a escapar de mí,  hombre de oro -, Sesben, - Sesben, no hombre de oro -, Yesica, - ¿Cómo así? -, Sesben, - mi nombre es Sesben, no hombre de oro -, Yesica, - crees que, tan solo, con ponerte un nombre cambiará algo. Al fin de  cuenta, nadie te va a llamar así -, Sesben, - yo no me lo puse. Ese nombre, me lo ha puesto un amigo -.  Yesica se río, lo miró y, con gran confianza, dijo - ¿crees qué, ese amigo tuyo, te va a venir a salvar?. Por lo  menos, ¿estás seguro de que no te iba a traicionar y traerte conmigo? -, Sesben, - no lo sé -, Yesica, - Entonces, ¿qué te hace pensar que no lo haría? - Sesben no contestó.




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