El hombre del bosque

Capítulo 4

Ash.

Después de que nos dieran los útiles junto con una que otra ropa y zapatos todos salieron de la casa.

Mary me dijo que habían pedido permiso para salir todos, me agarró del brazo llevándome afuera.

Hacia frío por la llegada del otoño por lo que andábamos abrigados.

Las chicas me llevaron a los juegos. Había toboganes, sube y baja, columpios, entre otros juegos.

Mamá me llevo a un parque una vez según me contó, tenía un año por eso no recuerdo. Ella decía que con eso me debería bastar.

Aunque habían chicos y chicas de poco más de 15 años algunos se montaban en los columpios mientras otros se sentaban a leer un libro.

Yo me decidí por el tobogán en espiral.

Georgia y Mary jugaban conmigo pero no sabía dónde estaba Claudia.

—Claudia debe estar en los columpios con su amor —se rio Georgia, diciendo amor en tono de burla.

—¡Déjala en paz! No tiene nada de malo.

—Sabes que mientras pase yo voy a estar ahí para molestarla.

—Ni se te ocurra molestarla ahora —Mary la señaló, molesta.

—¡Tranquila! No tenía pensado hacerlo hoy —puso los ojos en blanco haciendo molestar más a Mary.

Mary asintió mientras yo seguía en mi lugar preguntándome de qué amor estarían hablando.

—¡Es cierto que tú no sabes! —recordó Mary después de un momento.

—No creo que deberíamos ser nosotras las que se lo contemos Mary.

—¿Y quien más lo va hacer? Claudia no se lo va a contar, tenemos que hacerlo nosotras.

—Bueno, está bien.

—¿Que me van a contar? —pregunto, aunque ya se la respuesta.

—Sobre el enamorado de Claudia —me explicó Mary muy emocionada.

—Tu cuéntaselo, sabes mejor la historia que yo aunque tengas menos tiempo aquí —Georgia se fue deslizándose por el tobogán sin dar tiempo a responder.

Mary se arrimó a una esquina señalándome un lugar junto a ella. Estamos en una especie de cuadrado con el tobogán de un lado por lo que tengo que gatear.

Al ya encontrarme a su lado empezó a contarme todo con mucha emoción.

—Debes prometer que no le dirás a nadie, mucho menos le puedes decir a Claudia que te conté —asentí—¿Pinky promises? —expresó, sacando el dedo meñique.

Una vez vi en la televisión sobre esto, me parece una de las formas más sagradas para prometer algo.

—Pinky promises —le digo enganchando mi dedo meñique con el suyo.

—Pasa que a Claudia le gusta Scott —comienza—. Es un chico un año mayor que ella súper lindo, es morenito con pecas, el cabello negro y ojos castaños, no sé si lo has visto.

—Creo que sí —murmuro tratando de recordar si he visto a alguien así.

—Bueno, a ella le gusta desde hace como un año y medio, parece que a él también le gusta ella pero no estamos seguras, hablan a veces cuando salimos y cuando se cruzan en la casa, pero nunca se buscan aunque quieran. Afuera se les ve en los columpios o leyendo algún libro, en cambio en casa solo hablan unos minutos, ya sabes que Claudia es una de las encargadas de cuidar a los niños y cuando sale se relaja un poco, pero sigue vigilando —rio con suavidad—. Él la trata muy bien, parecen parejita de enamorados y todo.

—¿En serio?

—¡Sí! —se tapó la boca al notar que lo dijo más fuerte de lo debido—. Perdón es que me emociono, a Georgia solo le gusta molestarla con el tema mientras que a mí me parece de lo más tierno el chico. Me recuerda a las historias que leo. Mi hermano me pudo haber hecho lo que sea pero nunca odié a todos los chicos, ni siquiera a él...

—Me alegra —sonreí de boca cerrada—. Y por lo que veo Herk les da libros de cualquier género —cambié el tema al notar su cara de tristeza.

—Se puede decir así, a mi me encantan los de romance mientras que Claudia lee de cualquier género.

—¿Georgia no lee?

—No le gusta, dice que es aburrido —bufó—. ¿Y a ti?

—¡A mi me encanta leer! —le respondo, emocionada—. Mamá tenía algunos libros en casa, me los leí todos. A veces los releía cuando no tenía más nada que hacer.

—Aquí hay muchos libros, de todos los géneros y siempre llegan más.

—¿De donde trae Herk todo eso?

—Nadie lo sabe —puso cara de horror pasándome las manos por la cara, haciéndome reír.

En ese momento oímos a alguien gritando, nos miramos las caras asustadas, bajamos por el tobogán a ver de qué se trataba.

Los gritos no cesaban mientras nos dirigíamos a ellos. Cuando llegamos de donde venían los gritos vimos a Azola gritando y tratando de arrancarle la cabeza a su oso de peluche.

Algunos se le acercaron preguntando que le pasaba, Claudia fue una de esas. Ella no respondía, solo seguía gritando y tirando del pobre muñeco.

Al terminar de quitarle la cabeza la tiró a un lado, metió la mano dentro sacando un frasco lleno con pastillas en el interior, trataron de quitárselas pero no pudieron.

Abrió el frasco tomándose dos pastillas. Casi al instante se agarró la cabeza con la mano derecha, las cosas las tenía agarradas con el otro brazo.

—¡Déjenme en paz! —gritó con mucha fuerza, pero nadie le estaba haciendo nada, era como si hablara con ella misma—. ¡No los escucho! ¡No los escucho! —se tomó otra pastilla, agachándose.

No entendía lo que pasaba, estaba preocupada, una niña tan pequeña no debería de estar así.

—¡Por favor! —se tomó tres pastillas más, lágrimas salían de sus ojos— ¡Déjenme! ¡No quiero oírlos!

Se tiró al piso todavía llorando, abrazaba lo que quedaba de su oso. Nadie se atrevía a acercarse a pesar de la horrible escena.

Pude ver a Georgia ir corriendo hacia la casa, posiblemente le vaya avisar a Herk.

—¡No! —con las manos temblando miró el frasco con el resto de las pastillas—¡Me libraré de ustedes para siempre! —dijo antes de tomarse todo el contenido.

Al poco tiempo cayó al suelo empezando a temblar, no sabía que era lo que le pasaba, formamos un círculo a su alrededor.

Miré a Mary quien tenía la misma cada que debía tener yo; preocupación.



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En el texto hay: suspenso, huerfanos, monstruo

Editado: 07.07.2023

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