CAPÍTULO 4
De alguna manera, terminé envuelta en sus brazos y con la cabeza apoyada en su pecho. Podía oler su exquisita colonia, y sentir el latido acelerado de su corazón. Me hubiese gustado pensar que yo era la razón para lo último, pero siendo lógica, quizás sólo estaba asustado.
Podíamos oír el cable de tracción tensarse y hacer crujir la polea. Y la luz no regresaba. Comencé entonces a pensar que quizás Lyle tenía razón.
—Debí decirle a mi jefe que hoy recibiría la visita de mi familia y que no podría venir al trabajo –dije, sujetándome aún más fuerte de su traje cuando el elevador pareció caer unos centímetros más.
Lyle colocó su mano detrás de mi cabeza, sosteniéndola allí, contra su pecho.
—Verás a tu familia de nuevo, lo prometo. Ésta sólo será una experiencia para ponernos en perspectiva, ya lo verás –aseguró con una voz suave, como si temiera asustarme.
—¿A qué te refieres con eso?
—Pues, una experiencia cercana a la muerte te hace replantearte tu vida, ¿no es así? Yo por ejemplo estoy pensando en todo lo que me hubiese gustado decirle a mi padre, la última vez que nos vimos.
—¿Fue hace mucho tiempo? –pregunté, agradeciendo la distracción.
—Hoy se cumplen 3 años, exactamente. Celebrábamos año nuevo y tuvimos una discusión.
—Y desearías enmendar las cosas.
—En lo absoluto. Me gustaría haberle dicho todo lo que en verdad pienso de él. Que arruinó mi vida y a nuestra familia –dijo, de repente sonando molesto.
Aparté mi rostro de su pecho para poder verlo a la cara, y aunque estaba oscuro, noté que su expresión no había cambiado mucho. Era evidente que reprimía muchas cosas.
—Lo siento Lyle, a veces los padres no saben cuánto daño nos hacen.
—Pero tus padres parecen amorosos. Viajaron hasta aquí desde Nevada sólo para verte.
—Es verdad. Pero quién vino con mi madre hoy, en realidad es mi padrastro. Mi padre biológico nos abandonó a mí y a mis hermanos cuando éramos pequeños –confesé, recordando lo mucho que había llorado cuando mamá nos dijo que no volvería.
—Siento mucho oír eso, Jane –dijo Lyle, y pude sentir su cálido aliento sobre mis labios.
Sólo entonces noté lo cerca que estaba mi rostro del suyo. ¿Eso significaba que quería besar a Lyle? ¿Y él querría besarme también?
La idea abandonó mi mente de inmediato cuando repentinamente volvió la luz.
En ese instante, olvidé por completo que no se suponía que nos moviéramos bruscamente, y me levanté del suelo casi de un salto. Ambos nos dimos cuenta de mi error en cuanto lo cometí, pero por fortuna, no sucedió nada. Aún así, por unos instantes, parecimos dos personas a las que les habían echado un balde de agua fría.
Lyle fue el primero en salir de su estupor.
—No voy a besarte, si no quieres –dijo, siendo sorprendentemente directo.
Eso me descolocó aún más.
—No es… que no quiera. Es sólo que… creo que Rob se está tardando bastante –respondí, cambiando el tema como una idiota.
Lyle bajó la cabeza para esconder una sonrisa, como si coincidiera en que mi cambio de tema fue terrible.
—Debo confesar que lo he estado pensando desde hace un buen rato. Sólo no quise decírtelo.
—¡¿Qué?! ¡¿Has estado pensando en besarme?!
Lyle pareció contener una sonrisa.
—No, me refería al hecho de que Rob se está tardando bastante –dijo, intentando ponerse serio.
Sin necesidad de verme al espejo, el calor en mis mejillas me decía que estaba en proceso de ponerme roja como un tomate.
—Bueno, quizás deberíamos simplemente intentar con la puerta –dije, volteando rápidamente en dirección a ella.
Traté entonces de meter los dedos en la pequeña hendidura entre los paneles corredizos, pero no logré hacerlo. Era imposible sin algún tipo de herramienta con la cual hacer palanca. Pero entonces Lyle tuvo una idea.
—¿Puedo usar tus zapatos? –preguntó, señalando mis tacones negros en el piso.
—¿Es alguna fantasía que tenías pendiente o se te acaba de ocurrir?
Esta vez, Lyle no pudo contener la risa.
—Muy graciosa. Es para intentar abrir las puertas –respondió cuando pudo parar–. Bastará con uno de ellos.
Asentí con la cabeza y me moví hacia un costado para liberarle el paso.
Lyle tomó uno de los zapatos, analizó el tacón, y de pronto lo insertó en una pequeña ranura de forma circular, en el marco superior de la puerta.
—Jamás ví eso ahí –dije con sorpresa.
—Creo que está hecho para algún tipo de llave, pero tu tacón encaja perfecto.
Era bueno saber que el código de vestimenta en este trabajo finalmente servía para algo.
Lyle giró un poco el zapato, mientras con la otra mano intentaba separar la puertas. De inmediato me acerqué a ayudarlo y entre los dos, logramos abrirlas unos centímetros.