CAPÍTULO 6
Aún trataba de hacer que Lyle me explicara de dónde había sacado la idea de que el mundo se terminaría en año nuevo, cuando de repente el elevador comenzó a moverse.
—¡Estamos subiendo! –dijo Lyle incorporándose del piso–. ¡Rápido, Jane! ¡Vístete! ¡Deben haber venido a buscarnos!
—¿Quiénes? ¿Los aliens? –pregunté, aún riéndome de la loca teoría de las computadoras, mientras Lyle ya comenzaba a vestirse.
Estaba feliz de que el elevador funcionara de nuevo –o al menos así parecía–. Pero ver a Lyle abotonarse la camisa, sólo me hacía querer quitársela de nuevo y repetir lo que habíamos hecho. Lástima que ya no quedaba tiempo.
—¡De prisa! ¿Qué harás si esas puertas se abren y de repente hay un grupo de bomberos viéndote desnuda? –dijo, conteniendo una sonrisa, mientras comenzaba a juntar mi ropa del piso.
—Bueno, todo depende. Si son guapos no me importaría demasiado –respondí, estirándome un poco para darle una mejor vista de mi cuerpo.
De ninguna manera me creía una mujer extraordinariamente hermosa, pero Lyle me había hecho sentir preciosa y prácticamente había mapeado mi figura con su boca. Así que ya no me avergonzaba mostrarme frente a él en toda mi gloria.
Lo ví dejar lo que hacía para mirarme y sus labios se partieron como si quisieran besarme o continuar su trabajo en mi cuerpo. De cualquier modo, tomaría eso como una promesa de que lo haríamos de nuevo y la siguiente vez, quizás, después de una cita.
—Sólo bromeaba. Me vestiré, lo prometo –dije, recordando que en verdad las puertas podrían abrirse en cualquier instante.
Me levanté, y antes de tomar mi ropa de sus manos, le di un beso que esperaba que indicara cómo me sentía. Él lo profundizó y unió nuestros cuerpos, rodeando mi cintura con el brazo que tenía más libre.
En ese momento, el elevador decidió detenerse y sus puertas se abrieron.
De inmediato, Lyle nos giró para ocultarme detrás de él, claramente olvidando que había espejos por todas partes.
Por fortuna –aunque era extraño–, no parecía haber nadie.
—Jane, por favor, vístete –dijo Lyle, sonando preocupado.
Jamás había obedecido tan rápido en mi vida. En 30 segundos o menos, estaba completamente vestida y sólo algo despeinada y sin zapatos.
Lyle dió dos pasos hasta la puerta y miró hacia afuera. Me llamó la atención que no se asomara, pero quizás simplemente tenía miedo de sacar la cabeza por si el elevador volvía a desplomarse. Lo entendería si así fuera.
Entonces noté el brillante número rojo que apareció en la pequeña pantalla del tablero de botones.
—¡Es mi piso! –dije, emocionada por haber llegado viva–. Ven, baja conmigo.
Lyle me abrió paso pero se quedó atrás.
—Tengo que ir al 11 –dijo, de repente sonando muy serio.
Eso me tomó por sorpresa.
—¿Por qué no tomas el elevador de al lado? ¿O las escaleras? Apenas si salimos vivos de éste, Lyle –argumenté, esperando que esto fuera una broma.
Al parecer no lo era.
—No te preocupes, no pasará nada –respondió con una sonrisa–. Mi piso ya está marcado, de seguro ahora subirá sin problema. Y bajaré en un elevador distinto, lo prometo.
—Lyle, por favor…
—Estaré bien. Nada nos pasó, ¿verdad? Sólo falla cada tanto.
No sabía por qué Lyle se empeñaba en continuar hasta su piso en el mismo elevador que nos tuvo atrapados más de una hora. Pero, ¿qué podía hacer al respecto? ¿Sacarlo a rastras?
—De acuerdo… supongo –respondí encogiéndome de hombros, no gustándome nada la idea.
Me acerqué a la puerta y di un pequeño salto hacia afuera. Y se sentía tan bien finalmente poner los pies sobre suelo firme.
Entonces recordé algo.
—Por cierto, Lyle, ¿te gustaría venir conmigo a casa a pasar lo que queda del año nuevo? –le pregunté, poniendo con gentileza una mano en la puerta del elevador para que no se cerrara–. Estoy segura de que mi familia todavía estará despierta esperándome y me habrán guardado algo de cena.
Lyle sonrió y parecía genuinamente feliz por la invitación.
—Eso me encantaría, Jane. Iré por mis cosas y regreso a este piso por tí.
—De acuerdo, aquí te espero –dije, metiendo la cabeza a pesar de mi miedo, para darle otro beso.
Luego, las puertas del elevador se cerraron.
* * *
Habían pasado quizás unos 20 minutos y Lyle aún no regresaba. ¿Se habría quedado a terminar el trabajo que tenía pendiente? Eso me recordó.
¡La caja!
La había olvidado dentro del elevador. ¡Al igual que mis zapatos!
De inmediato, me dirigí a sus puertas y lo llamé al piso 10. Cuando llegó, ví que todo aún estaba allí. Así que, con movimientos suaves, me subí y saqué primero la caja. La dejé del lado de afuera y volví por mis zapatos. Los tomé y salí rápidamente.
Las puertas se cerraron con fuerza y el elevador pareció ser llamado a otra parte. Sólo entonces, noté algo extraño.