El hombre del parque

CAPÍTULO 3

Llegó el lunes con la incógnita de si estaría o no el hombre misterioso. El día era espléndido, el sol brillaba en un cielo azul sin nubes, y corría una suave brisa que se prestaba al paseo o, simplemente, a sentarse en un banco del parque y contemplar la vida que te rodea. Aunque esto no parecía interesarle mucho al misterioso desconocido. Pronto saldría de dudas. Salí de casa en dirección a Pertobe Road; cogí, como siempre, el camino de la playa e hice el recorrido diario que, como de costumbre, finalizaba en el parque; lo atravesé y, al llegar, al banco en el que solía sentarse, allí estaba. Parecía como si ya formara parte del paisaje. Al pasar por su lado, le miré y le saludé. Fue un acto reflejo, a fuerza de verle cada día se había convertido en un viejo conocido, como los que solía encontrar a diario y con los que intercambiaba saludos. Él levantó levemente la mirada y me devolvió el saludo. Tenía una voz grave, bien timbrada y con acento extranjero; esto reforzaba mi teoría de que estaba de paso en la ciudad. ¿Pero por qué estaba tan triste? No se porqué, pero sentía una gran lástima por aquel desconocido. Parecía tan solo y falto de afecto…

Por fin llegó el martes. Hoy hablaría con Asu del hombre misterioso del parque, suponiendo que aún siguiera allí. Ella pasaría a recogerme a las 13:30, así que después de ordenar un poco la casa, aún disponía de tiempo suficiente para hacer mi recorrido diario. Salí de casa con mi atuendo deportivo y mi IPOD. Cuando salgo a caminar me gusta escuchar canciones de mis cantantes preferidos, entre ellos a Frank Sinatra. Adoro a Frank, me gustan todas sus canciones; claro está, unas más que otras; y, de tanto oírlas, ya me sé la letra y las tarareo mientras camino, con lo que de paso perfecciono mi inglés. Mis preferidas son Extraños en la noche, El mundo que conocimos, A mi manera, Forget domani, y un largo etc. También me gusta mucho Matt Monro; la que más me gusta de Matt es No puedo quitar mis ojos de ti, canción que canta el grupo de amigos en la película El cazador; y, le siguen, Melodía desencadenada, tema musical de la película Ghost, El amor es algo Maravilloso, tema de la película La colina del adiós, La sombra de tu sonrisa, Las hojas verdes, y muchas más. En mi IPOD incluyo también canciones de Nat King Cole, Paul Anka, Neil Sedaka, Elvis Presley, y una larga lista de carrozas que aunque no son de mi generación, era la música de mi infancia, por ser la que se escuchaba en casa. Y no podía faltar Moon River de la película Desayuno con diamantes, en la deliciosa voz de Audrey Henburn. Y, de las de mi época, de joven y adolescente, hay una gran lista, pero solo nombraré a mis grupos favoritos en orden de preferencia: el grupo australiano The Southern Sons, los británicos Spandau Ballet, el canadiense Bryan Adams, y U2, Bruce Springteen, Bob Dylan y muchos más que harían la lista interminable. La música forma parte de mis muchas aficiones, y tengo una música para cada momento, dependiendo del estado de ánimo y de la actividad o del momento del día.

Por la noche, para crear un ambiente relajado y disfrutar de un buen libro, prefiero la música clásica, pues la letra de las canciones me distraen de la lectura. También evito, por ejemplo, la Quinta de Beethoven, las Danzas del príncipe Igor, de Borodin; o Titán de Mahler. No es que no me gusten, me encantan, sobre todo las Danzas del príncipe Igor, que es una de mis partituras favoritas, pero no resultan adecuadas para relajarme por sus altos y bajos tan acusados. A esa horas de la noche, me gusta crear un ambiente tranquilo. De ahí mi costumbre de tomar tisanas relajantes para favorecer el sueño, leer un buen libro y escuchar los Conciertos de Brandenburgo de Johan Sebastian Bach; los Nocturnos, de Frederic Chopin; Claro de luna, de Beethoven, o el Adagio de Albinoni, entre otros.

Al salir de casa, pude ver a mi vecino con su perro, al que acostumbraba a sacar a pasear todos los días. Decía que esto le obligaba a salir de casa y estirar las piernas. Iba casi una manzana delante de mí, se había hecho mayor y el pobre caminaba arrastrando los pies. El perro, solidario, adaptaba su paso al de su amo. Pronto le alcancé.

—Buenos días Frank. ¿Qué?, ¿paseando al perro?

—Sí, hija, y de paso me paseo yo también que falta me hace. Cada día me da más pereza salir.

—Pero hoy hace un día bonito, este tiempo invita a salir.

—Cierto, ya veremos qué pasa cuando llegue el invierno.

—Bueno, no piense ahora en eso y disfrute del día, aún queda toda la primavera y todo el verano por delante. Cuando llegue el invierno, Dios dirá.

—Tienes razón hija, no hay que adelantar acontecimientos, sobre todo si no son buenos.

—Hasta luego Frank, que disfrute del paseo.

—Y tú también, Luisa, hasta luego.

Hoy hice mi recorrido algo más corto. Tenía una cita con Asu y no quería llegar tarde, por eso, cuando llegué al parque, en vez de cruzarlo como de costumbre cogí un atajo. Podía haberlo evitado pero sentía una gran curiosidad por ver si el misterioso caballero seguía allí. Y allí estaba. Pasé por su lado y le saludé; él respondió a mi saludo con una leve sonrisa. Me sentí feliz, pues, aunque muy tímidamente, el hombre esbozó una sonrisa. Al menos por un momento, desapareció la inmensa tristeza que ensombrecía su atractivo rostro.

Llegué a casa a las 12:30. Estaba sudando de la caminata. Me di una ducha, me arreglé un poco el pelo y me vestí; escogí un pantalón beige y una camiseta marrón que me sienta muy bien. Me puse unas botas marrones, de medio tacón, que combina a la perfección y que son súper cómodas. Me gusta ir cómoda pero sin renunciar a estar atractiva. Soy un poco coqueta y, para dar un toque más femenino, si cabe, me puse un colgante de marfil en forma de rosa con un cordón de cuero marrón, a conjunto con mi atuendo. Me puse unas gotas de Chanel Nº 5, que es otro de mis lujos al que no me gusta renunciar, y aunque hay quien lo encuentra demasiado perfumado para verano, yo lo uso todo el año. En verano, la eau de toilette, y, en invierno, el perfume. He probado otros pero no me identifico con ellos; sigo siéndole fiel desde el primer día que lo usé. Nunca salgo de casa sin unas gotas de mi perfume. Me miré al espejo y me aprobé.




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