¿Dónde estoy?... Apenas abro mis ojos, y el sol me ciega la vista. Que suavidad siento estar acostada aquí. No duele ninguna parte de mi cuerpo, pareciera que no he pasado nada. Pero… lo tengo tan claro: La explosión del carro, mis manos y pies atados, mi sudor, la fiebre y el golpe en mi cabeza.
Quería levantarme, así que lo hice despacio y vi que un bello campo me rodeaba. Es un día hermosamente soleado me envolvía. Estoy descalza, con mi vestido rojo intacto no estaba maltratado.
Era un campo lleno de esas flores que Damián me había regalado, las hierbas que apenas comenzaban a crecer eran de un color verde muy vivo.
Comencé a caminar, una brisa fresca de primavera acariciaba mi rostro, contemplé el cielo mientras con mis manos rozaba las flores.
Mientras me adentraba cada vez al campo me sentí melancólica. Seguí caminando, mis pasos se escuchaban profundos, crujían las hojas secas en el suelo cuando las pisaba, mi cuerpo se sentía liviano.
A lo lejos del camino vi a una dama que me esperaba. No la reconocía, quise acercarme más a ella. No lo podía creer, era mi mamá quien me esperaba al final del camino. Mis ojos se llenaron de lágrimas, quise correr a su encuentro. Estaba sonriente al verme, su mano acarició mi mejilla, sentí su calidez.
—¿Ma… mamá? —le dije mientras tomaba su mano que tenía en mi mejilla.
—Camila—me dijo mientras sus lágrimas rodaban. Trate de limpiárselas con mis dedos—has crecido muy bien hija.
—Mamá si sigo por este camino ¿hacia dónde me dirigiré? — le pregunté y ella se sonrió con ternura.
—Si sigues caminando, llegarás al cielo. Pero…—me dijo y su rostro se puso serio— estoy aquí para decirte que tienes la opción de seguir este camino o—me miró fijamente a los ojos— continuar con tu misión en la tierra.
—¿Misión? ¿Cuál misión mamá? —no creo que fuera a tener un propósito importante. Todo lo había perdido en esa vida, estaba completamente sola. Claro…sería una economista importante, a eso se refería. Tengo mis sueños y un futuro prometedor, pero si estaba en este momento aquí, a unos pasos para llegar al cielo ¿Qué importa mi futuro verdad?
Quise seguir caminando, pero mi madre me sostuvo con sus manos, me miro nuevamente. Quería irme con ella y con papá. A pesar de no recordarles, sentía un vacío muy profundo en mi corazón desde que ellos ya no estaban conmigo.
—¿Has encontrado a tu protector?
—No se de quien me hablas—le respondí con una extraña sensación.
—Nosotros te cuidamos hasta donde la vida nos permitió. Tú tienes un destino que los cielos han preparado para ti. Tienes una misión que, aunque escojas irte, volverás a renacer y tendrás que cumplirlo.
Últimamente han pasado cosas muy extrañas conmigo. Siento fuerzas internas que hacen que mi cuerpo reaccione de una manera diferente. Si esta misión a la que estoy obligada a cumplir ¿De qué se tratará?
—Y ¿Qué pasaría si decido seguir viviendo?
—Te enfrentaras al verdadero odio humano—me lo decía mientras ella se alejaba de mi—necesitas encontrarlo.
—Tengo miedo mamá—le dije mientras mis lágrimas rodaban y me agachaba a sus pies para aferrarme. —¿Cómo me enfrentare a eso que me dices? ¿y cuando debo hacerlo mamá? —me ahogaba en mi llanto, tenía miedo de lo que fuera a pasar.
—En ti hija despertara tu verdadero don. —me respondió mientras trataba de levantarme.
—¿Don? ¿Qué don?
En ese momento vi la una figura de un hombre que se acercaba con un pequeño ramo de flores. Era mi papá con su rostro placido, y llevaba las mismas flores que me regaló Damián en la fiesta.
—No tengas miedo—me dijo mi papá mientras me daba el ramo. —eso será la mayor barrera que tendrás para conseguir lo que quieres. Habrá alguien que te protegerá, pero no tienes mucho tiempo. Necesitas dejarte encontrar por él y tú encontrarlo.
Mis pensamientos empezaron a debatirse nuevamente en mi cabeza, miraba a mi alrededor y el bello campo que me rodeaba se oscurecía, mis padres dieron la vuelta y comenzaron a caminar por donde mi mamá me dijo que era el camino al cielo.
Me entristecí y comencé a llorar nuevamente
—Perdónenme por no recordarlos—les grité con mi dolor en mi corazón. Mi papá volvió a verme mientras llevaba de la mano a mi mamá.
—Ya nos recordarás—me dijo mi papá, apenas pude escucharlo. Y se alejaron. Mi tristeza ahogaba mi pecho y me lo golpeaba con el puño mientras estaba agachada inundada en esa oscuridad tenebrosa de la que ahora me rodeaba.
Ahora ¿Quién podría salvarme? Esto me está matando. Dios ¿Cuáles son tus planes?, me dije.
Agache mi rostro y mis oídos se agudizaron, podía escuchar unas voces conocidas que hablaban entre sí. Mi alrededor cambio nuevamente, rápidamente se acercaba una luz a mí. De nuevo perdí el control de mi cuerpo.