El Hombre en el Paso de la Luna

Capítulo 2

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CAPÍTULO 2

     El camino que lleva a la mansión serpentea por las montañas. Esta dañado y se nota que no muchos autos pasan por ahí, seguro que sólo Ethan cuando entra y sale del lugar para hacer compras en el pueblo.

Gracias a ya lo último del otoño, las hojas de los árboles  han adquirido una tonalidad rojiza-anarajada y he de decir que me encanta este camino por la vista tan bella que nos ofrece a pesar de la densa neblina de esa mañana; le echo un vistazo a Gala por el espejo retrovisor y noto lo inmersa que está en el paisaje, sé que ambas lograremos acostumbrarnos a vivir por aquí.

Pasan unos quince minutos hasta que por fin somos capaces de vislumbrar los techos de la mansión; su estilo gótico era algo que ya me esperaba, no obstante, me siento algo sorprendida por la belleza de esa gran estructura. No es, en lo absoluto, como las historias terroríficas que describen el lugar como casi en ruinas y con un jardín hecho un desastre.

Una vez estando cerca del lugar, es fácil notar que a la mansión no se le ha brindado un excepcional mantenimiento,  pero tampoco se está cayendo a pedazos. Es más, me parece que la fachada es encantadora. Tiene un color blanquecino algo sucio debido a lluvias y, seguramente, el tiempo que tiene ahí, pero encantadora, a fin de cuentas; posee acabados negros y techos tan puntiagudos que parecen hechos para rasgar el cielo sobre  Erös.

Ethan detiene el auto frente a la verja principal y sale a abrirla. La verja que nos abre paso al jardín es enorme pero no posee nada fuera de lo común. Eso es otra cosa completamente diferente a las historias contadas sobre el lugar porque, según los ancianos, aquella verja tenía centenares de pequeñas gárgolas talladas en cada barrote y, por lo que yo alcanzo a ver, están completamente lisas. Así que, otra exageración de la gente del pueblo.

Cuando Ethan vuelve al auto, le ofrezco una sonrisa, pero él me ignora por completo  y cuando coloca sus manos sobre el volante y acelera, puedo notar la tensión en su cuerpo. Sus manos sostienen con fuerza el volante y su quijada está fuertemente apretada.

No lo entiendo ¿está tenso porque estamos aquí? Quizá comienza a creer que fue un error el mostrarme aquél anuncio en el periódico. Ethan siempre ha sido muy protector de su trabajo en este lugar, sobre todo, de las personas que habitan en la Mansión y que sólo el —en todo Wallace— los ha visto.

—Sra. Alvah les explicará todo —dice de repente, pero no le miro, simplemente estoy demasiado ensimismada observando lo que tenemos frente a nosotros: un espeso y lúgubre bosque que está casi devorando la mansión; frente a la puerta principal sí hay un pequeño jardín bien cuidado y en medio de él se encuentra una escultura grisácea de un ángel con los brazos y alas extendidos, mirando al cielo con una expresión que me causa escalofríos. Mientras más nos acercamos a la mansión, la sensación de aprensión aumenta y de verdad comienzo a dudar sobre este empleo.

Cuando por fin Ethan estaciona el auto, no sé si quiero salir al encontrarnos cara a cara con la puerta principal de Erös.

 Esta puerta sí que tiene unos detalles escalofriantes que de inmediato me dan una mala espina y me recuerdan a las puertas talladas de las catedrales, donde las figuras de demonios y ángeles convergen en una sola obre de arte. Sin embargo, en esta puerta es difícil distinguir qué clase de criaturas están conviviendo ahí, aunque si es posible apreciar que todos parecen querer alcanzar las perillas de la puerta, que son dos aros en forma de serpientes comiéndose sus propias colas, y no lucen como

Súper extravagante todo.

Intento recordarme que todo lo que he escuchado sobre este lugar son simples cuentos para que los niños de Wallace no hagan travesuras.

Los tres bajamos del auto en silencio, Gala se sujeta de mi brazo y caminamos juntas detrás de Ethan, quien toca el timbre que se encuentra casi escondido por una enredadera y espera junto a nosotros. Mi amigo está observándome de una forma extraña, ya no parece tan tenso como antes, pero hay algo en su mirada que me perturba y, si no fuera porque estoy un poco asustada, ya le hubiera echado la bronca para que me contara que carajos le pasaba.

Tal como una clásica película de terror, cuando la horrible puerta se abre, lo hace con un crujido que me pone los pelos de punta y hace que Gala se sujete a mí con más fuerza. Al vernos tan asustadas, Ethan parece tomar algo de satisfacción en ello y sonríe como suele hacerlo.

Sra. Alvah y un tipo mucho mayor que ella son quienes nos reciben.

—Bastante puntuales —comenta Alvah con una sonrisa dulce en los delgados y secos labios. No me está mirando ni  mí ni a Gala, sus ojos siempre fijos en Ethan. No obstante, cuando sus ojos se posan sobre mí, esa dulce sonrisa y suave voz desaparece de inmediato, parece que  la Sra. Alvah vuelve a ser de hierro; la mujer y el desconocido se hacen a un lado para dejarnos entrar— Por aquí —indica Alvah, caminando rápido hasta las escaleras principales. — les mostraré sus habitaciones y luego la llevaré con su nuevo alumno, Srta. Pilgrim.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 25.07.2020

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