Capítulo 6

Capítulo 6

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— ¿Sabes qué fue lo que ocurrió? —Me pregunta Ethan luego de unos minutos por la carretera cuesta arriba hacia la mansión. Yo continuó mirando la carretera, dejo salir un suspiro y luego le respondo, casi en un murmullo.

—Mataron a la chica que ofrecía lecturas de cartas en esa tienda. —digo— ¿La recuerdas? Alexandra Beachum.

—Oh…—murmura. Algo en su tono de voz me hace fruncir el ceño en confusión y mirarle, su expresión me toma por sorpresa. Entiendo que sienta empatía por ella y preocupación por tener, seguramente, a un asesino suelto por el pueblo… No obstante, se ha puesto pálido y sus manos parecen temblar sobre el volante. Cuando nota que estoy mirándole, carraspea y acelera un poco. — ¿Y quiénes eran esos sujetos que estaban contigo?

La mención de los agentes que él intencionadamente ignoró, me pone la piel de gallina. Hay algo en esos dos que no me gusta nada y, de cierta forma, sé que la reacción de Alexandra ante su presencia tampoco fue algo normal.

—Agentes del FBI —respondo—, imagino que investigan lo ocurrido.

—No —dice, muy seguro de su respuesta.

— ¿No qué?

— ¿Por qué el FBI estaría investigando el asesinato de una chica en un pueblo como este? —cuestiona, más para sí.— No tiene sentido.

Me quedo callada y analizo lo que está diciendo, además de que su actitud provoca decenas de dudas en mi cabeza, está claramente agitado.

—Como sea —habla de nuevo, su tono de voz ha cambiado a uno más jovial, más parecido al Ethan que amo y conozco. — En serio lamento cómo actúe, Bee. Realmente me preocupé cuando vi lo que ocurría y que no aparecías por ningún lado.

—Olvídalo ya, hombre. —respondo, haciendo un vago ademán con mi mano izquierda para luego mirar de nuevo a la carretera, notando así que ya estábamos a unos cuantos metros de la entrada a la mansión. — Y para ganarte al cien por ciento mi perdón, tendrás que traerme un chocolate caliente en cuanto lleguemos porque juro que me estoy congelando.

—A tus órdenes, Abeja.

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Cuando Ethan y yo entramos a la cocina, nos encontramos con Isobel, la bella y elegante pelirroja de la otra noche, acompañada por la Sra. Alvah. Isobel está recargada en la pared, envuelta en un bello vestido verde esmeralda y el cabello recogido en una coleta alta. Está sosteniendo, entre sus largos dedos, lo que parece ser una carta de tarot.

En cuanto la Sra. Alvah nos ve entrar en la habitación, se acerca rápidamente a Isobel y le arrebata la carta para luego guardarla en el bolsillo de su vestido gris.

—Un gusto verte otra vez, chica. —saluda Isobel, ignorando lo que la otra mujer acaba de hacer. Yo le ofrezco una sonrisa.

Ethan se acerca al refrigerador para abrirlo, pero es detenido por la Sra. Alvah. Él le explica que quiere preparar chocolate caliente y, para mi sorpresa, ella se ofrece a hacerlo con una sonrisa genuina en su rostro y no le importa que Ethan intente persuadirla, simplemente está decidida en hacerlo ella.

—Srta.Pilgrim —me llama de pronto— ¿podría ir a buscar  a Orien? Está en la biblioteca, creo que no le haría daño venir por un poco de chocolate.

Accedo, un tanto alegre por la forma en la que la Sra. Alvah actúa ahora. Cuando llego a la biblioteca y abro sus puertas me detengo de súbito al ver a Orien charlando amenamente con su hermano mayor, Dion; ambos notan mi presencia de inmediato y me miran, Orien me sonríe pero su hermano desvía la mirada de inmediato y hace como si no estuviera ahí.

—Lamento interrumpir. —digo con voz firme, cruzando mis manos frente a mi cuerpo— Orien ¿quieres ir a por chocolate caliente?

El adolescente asiente energéticamente y trota hacia mí, pero antes de salir de la biblioteca junto conmigo, se detiene y mira a su hermano por sobre su hombro, éste está inmerso en un libro enorme frente a él y nos ignora.

—Disculpe —le llamo, Orien fija su atención en mí y luego en su hermano mayor que no se inmuta. — Ethan ya ha traído lo que se le pidió, las ha dejado en la cocina.

Sé que no responderá, así que no espero en el lugar e incito a Orien a seguirme fuera de la biblioteca. No sé cuál es el problema de ese hombre y, honestamente, no sé si quiera averiguarlo.

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