La luna se alzaba sobre la noche. Era hora de escapar. Se deslizó entre una columna exterior, contempló la luna y se sintió libre. No había encontrado mapas, así que debía seguir su instinto. Cruzó un bosque mientras el murmullo de un río llenaba el aire. Corrió y saltó sobre las rocas; aún se sentía débil y no podía correr demasiado. Había caminado mucho y había burlado a algunos hombres lobo; era cierto que la bebida había opacado su olor vampírico. Finalmente, había llegado muy lejos y vio aquella mansión perteneciente al hombre lobo y la torre
— ¿Quién eres? —dijo una mujer, interrumpiendo sus pensamientos.
Debía mantener la calma.
—Es una pregunta que podría hacerte yo también —respondió Evangeline —. No soy una amenaza, pero tampoco permitiré que nadie me detenga.
—Selene, detente antes de que hagas algo estúpido —dijo Fenrir con voz firme y autoritaria—. Ella es mi invitada.
Evangeline experimento sorpresa y extrañeza por oír la voz de Fenrir detrás de ella, algo en ella se entusiasmó pero lo apagó.
Selene soltó un suspiro exasperado, rodando los ojos. Sus rulos parecían avivarse con las ráfagas de aire.
— ¿Una mascota humana? Cada día tus exigencias bajan —replicó Selene, su tono lleno de sarcasmo.
Fenrir sostuvo la mirada de Selene por un momento antes de girarse hacia Evangeline. En esos ojos, ella vislumbró una amenaza latente. Aunque sus orbes reflejaban una agitación tranquila, él mantenía una firmeza digna de un hombre lobo..
Evangeline se sentía impotente, no podía ejercer su fuerza pues aún su cuerpo se encontraba debilitado.
—Me retiraré y olvidaré tus palabras, Selena
—¡No! Mi padre me ordenó vigilar estas tierras y, por supuesto, que obedeceré.
La intervención de Selena fue interrumpida por otra voz, que resonó con autoridad en el aire:
—¿Qué está ocurriendo aquí? —inquirió
—Aron, hay una humana en nuestro territorio — Selena respondió con una mezcla de molestia y exasperación.
Aron examino rápido la situación.
—Selena, te pido que te disculpes. No podemos permitir que surjan problemas con Fenrir debido a... manías
—No es necesario que se disculpe —dijo Fenrir consiente del pasado entre ella y él.
—Es imperativo que lo haga, Fenrir. No debemos dejar de lado nuestros respetos y alianzas por disputas insignificantes y que no causastes.
—No, no lo haré — Selena mantuvo su postura obstinada:
—Dejaré esta ofensa de lado, en respeto a Claudius.
No obstante, el ambiente volvió a tensarse cuando Aron pareció percibir algo en el aire. Sus sentidos se agudizaron.
—Espera, ¿ese olor?
—Olvida eso, Aron —dijo Fenrir.
—Ella no es una humana. — dijo Aron con los ojos extendidos
La revelación de Aron llenó a Evangeline de una inquietud creciente. Notó cómo los ojos de Fenrir se volvían más duros y sus rasgos se tensaban, indicando que estaba listo.
— ¿Una híbrida, quizás? Parece que tomas nuestras alianzas muy en serio. — dijo Aron con una sonrisa amplia.
La sonrisa aún más amplia de Fenrir irritó a Evangeline, pero esa molestia se mezcló con un inusual alivio; nunca antes temió una situación de esa índole.
—Si deseas mantener mi amistad, Fenrir, tendrás que llevarme a otras batallas, tal vez yo tenga suerte- dijo con entusiasmo y desenfado.
—Sí que eres despreciable, Aron –dijo Selena marchándose.
—Dalo por hecho, Aron —dijo Fenrir lleno de confianza y despidiéndose.
Fenrir condujo a Evangeline por un camino más nivelado. Cuando se encontraron lo suficientemente alejados de los hermanos, Evangeline logró zafarse de la mano de Fenrir que la sujetaba por la espalda, sintiendo un suspiro de alivio y libertad mientras continuaba su camino.
—Debemos tener suerte de que Aron le entre a todo —dijo Fenrir acercándose a ella y recuperando su desvergüenza.
—Un liberal como tú, respondió Evangeline con complicidad, sorprendiéndose a sí misma al empujarlo ligeramente.
La conversación se vio interrumpida por un movimiento brusco de Fenrir, quien soltó un leve gemido de dolor. Evangeline frunció el ceño, preocupada:
—¿Qué tienes?
—No es nada —intentó minimizarlo Fenrir.
—¿Es un truco lobo? —inquirió ella, con cierta ironía en su voz.
Fenrir intentó explicar con un tono soltura.
—Maldita sea, no es nada. Solo... —pero el tono de su voz se extinguió mientras caía a la tierra incapaz de mantenerse en pie.
Evangeline se acercó instintivamente a él, oliendo la sangre y las hierbas, descubrió vendas empapadas de rojo y su piel desnuda, la expresión de Fenrir mostraba su lucha por mantener la compostura.
—¡Ahora sí puedes irte! —dijo Fenrir con sonrisa forzada.
Era la mejor oportunidad, peor sentimientos se contradecía y debatían engorrosamente.
—Maldita seas, Fenrir —dijo finalmente Evangeline y corrió. Recordó su juventud y la última vez que había ayudado a alguien, un adolescente si hacia esfuerzo, en esos ojos habitaba el miedo igual que ella esa noche, lo ayudó, había ayudado a muchos a escapar. Luego perdió a los que más amaba. Ahí estaba, podía ver la estructura de la torre y la mujer de cabellos plateados, pero sintió que alguien la tomaba del cuello y lo presionaba
—¿ Tú eres la culpable de todo esto ? –dijo aquella voz llena de dureza, del atacante.
—Déjala, Darío. Ella sabe dónde está Fenrir, por eso está ahí — dijo sin perder la calma, como si fuera indiferente a emociones exaltadas.