CAPÍTULO VIII
El beso de la Muerte
I)-Sobre la muerte y el tener miedo a morir. II)- Reflexiones sobre el suicidio.
I)- SOBRE LA MUERTE Y EL TENER MIEDO A MORIR
Si hay algo a lo que el ser humano, en su fuero más interno, le ha temido desde siempre, es sin duda a la muerte. Ella que tan poderosa y altiva, vestida siempre de negro, un negro más oscuro que la noche misma, nos atormenta en nuestros sueños, y nos asusta como a niños pequeños, se a convertido en una de nuestras más grandes preocupaciones. Pero ese miedo es un miedo diría yo ancestral, antiguo, de tiempos inmemoriales, es a la par de estas ideas, uno de los grandes misterios de la vida (como diría La Madre Teresa de Calcuta).
El miedo que se le tiene es hasta cierto punto comprensible y sano, pero cuando ese sentimiento agobiante de miedo a morir se convierte en una obsesión, deja de ser sano para siempre. Su miedo puede deberse a miles de causas, muchas veces nos olvidamos como seres humanos, que en algún momento el regalo de la vida debe de ser devuelto (Enquiridión de Epicteto). Es a fin de cuentas el fin de un ciclo, y es algo a lo que no se le puede escapar.
La previa concientización sobre que ella es real, y que es al final hacía donde todos vamos, es necesaria, pero no debe ser vista como una mala sensación, o como un destino desafortunado, sino como un acto puro y hermoso, en donde, para aquellos que creen, puede ser el paso hacia una plena vida más allá de los límites terrenales.
Cuando uno es niño no suele pensar tanto en ella, es vista de una manera lejana. De vez en cuando uno acompaña a sus padres a algún velorio, y tiene un primer contacto con lo que ella significa, pero no del todo, si bien uno puede intuir, que es el final de alguien que estaba muy enfermo, o muy anciano, pero se la aprecia de una forma distante.
Al crecer, y al entrar en la adolescencia, y de allí abrirse camino a la adultez, la muerte vuelve, pero ya no como ese reflejo distante, sino más cercana aún, sobre todo cuando la mente empieza a crear y a notar la verdadera esencia del tiempo.
La debilidad y la fragilidad humana ante el paso del tiempo nos hace darnos cuenta de que así como hoy estamos vivos y disfrutando de la vida, mañana podemos ser carne y huesos dentro de un lindo ataúd.
La consciencia sobre el tiempo, y su paso, no solamente nos hace ver nuestro propio final, sino que nos da miedo quizás saber que algún día nuestros padres ya no estarán más, o quizás tus abuelos, o tu esposa, o tus hijos y es por eso que nos atormenta, y cualquier presagio de muerte, ya sea directamente (en la vida común), o indirectamente (en los sueños) nos agobia, nos desespera, nos da ansiedad, por la importancia de no poder hacer nada ante tan inminente catástrofe.
También hay que entender que ella no sabe de clases sociales, ni de distinciones, o estatus, su misión es darle paz a cada ser humano al final de este viaje llamado vida. Ni las más grandes riquezas te harán olvidar cuál es tu final.
Vencer el miedo que ella nos genera, es sumamente difícil, y no todos pueden aceptar el hecho de que tarde o temprano, mejor más tarde que temprano, el corazón dará su último latido. La clave está en poder vivir una vida impulsada por ese miedo, es el hecho de que la muerte sea el empuje para que la motivación de vivir sea superior a cualquier miedo. Es decir: «No te preocupes por las cosas que pasan, ni por las preocupaciones ¡Vive, vive la vida! Que puede ser que cuando menos te lo esperes, ya no estés entre los vivos».
Siempre el impulso de vivir debe ser superior, no hay que amargarse la vida con la idea de que un día ya no vamos a estar. Somos seres que estamos destinados a ese final, como todo ser viviente en el mundo, así como la flor florece, y extiende por el campo su dulce perfume, y al pasado el tiempo se marchita y muere, eso también nos pasa a nosotros. Pero la cuestión está en que la flor no es consciente de que está viva y puede aprovechar esa oportunidad para hacer lo que ama, nosotros sí, y en eso somos afortunados. Saquemos al máximo nuestros potenciales, demos todo de nosotros, hagamos hasta lo que no nos animamos, suframos, lloremos, sonriamos, seamos felices, si a fin de cuentas estamos aquí de pasada, pero hagamos de ese momento algo mágico.
No puedo creer que haya personas que decidan acelerar el proceso de muerte, ni que haya mucha gente malgastando este regalo, viviendo vidas miserables, poniendo en riesgo su existencia con cosas dañinas ¡Por favor no hagan como esos humanos, no arruinen su existencia, no adelanten la llegada del ángel negro, llenence de de cosas buenas y beneficiosas, y sus vidas mereceran ser vividas, y dignas de recordar!
Lo importante está en el goce de la existencia, sino el vivir no tendría sentido, aunque nada alejado de esas palabras, la vida muchas veces es aburrida, rutinaria, cansadora, esclavizante, pero no por eso menos disfrutable.
La muerte está allí— quizás ahora parada junto a vos, imperceptible para tus ojos y sentidos— esperando pasiva, calmada, hasta que tú reloj de la última hora, y solo allí la podrás ver, pero de seguro no le temerás, la abrazarás con pasión, como quien abraza a su amante, y le darás la orden de llevarte consigo, y ella con mucho placer, pero no un placer perverso, te llevará con ella de la mano, para cruzar el umbral que divide la vida de la muerte. Pero hasta que ese momento no llegue, no has de preocuparte por nada, solo de vivir, dar lo mejor de ti mismo. Y si todavía le sigues teniendo miedo, solo piensa que ella no es más que una puerta hacia una vida en eternidad.
Con esto solo quiero dejar en claro que temerle no es una opción viable, como hombres y mujeres debemos abrazar nuestro destino. Este capítulo se desarrolla de una manera más introspectiva, mirando hacia adentro de mí ser, para que el lector sepa que yo no le temo, yo ya acepté mí destino, y lo esperaré cuando tenga que ser, o cuando ella lo decida.