"Elias"
No odio a los héroes.
Eso es lo primero que debes entender. No los odio. No los envidio. No los culpo.
Ellos son la consecuencia, no la causa.
El error fue nuestro. De todos.
El día en que vimos a un hombre volar y pensamos: “yo ya no necesito correr”.
El día en que dejamos de enfrentarnos al miedo porque sabíamos que alguien más lo haría.
Yo también fui un niño con una foto enmarcada de Luz Divina en mi pared.
Ella había salvado a un hospital de guerra. Yo tenía seis años. Mi padre me dijo: “los buenos existen”.
Lo que no me dijo es que, esa misma noche, su fábrica fue demolida por error por otro de sus compañeros en una operación que nadie investigó.
No murieron cientos. Solo él.
Una estadística. Un costo mínimo por el bienestar colectivo.
Nunca hubo disculpas. Nunca hubo mención.
La Asamblea no se equivoca.
O al menos… no se permite que lo parezca.
Yo crecí con la convicción de que el mundo necesitaba ser salvado.
Hasta que entendí que había dejado de intentar salvarse a sí mismo.
En la universidad, cada discurso político apelaba a la moral.
En cada tragedia, la pregunta no era “cómo ocurrió esto”, sino “¿por qué no llegó uno de ellos?”
Nos volvimos espectadores de nuestra propia historia.
Y cada vez que alguien decía “los héroes harán lo correcto”, algo dentro de mí se incendiaba.
¿Y si no lo hacían?
¿Y si su criterio, por más puro que fuera, no representaba el de todos?
¿Quién decide qué salvar cuando todo arde?
Ahora me preguntan por qué no sonrío cuando la Asamblea aparece en la televisión.
Dicen que debería sentirme inspirado.
Pero lo único que veo…
es una jaula dorada.
Luz Divina sonríe con una paz que a mí me parece inhumana.
Aeon habla como si cada segundo fuera sagrado, pero no ofrece ninguna verdad que no suene escrita por comité.
Aurora diseña soluciones tan perfectas que las personas ya no necesitan pensar.
Atlas Prime carga ciudades, pero no puede cargar la culpa.
Y Umbra…
Ah, Kael. Ese aún duda.
A veces creo que él es el único que se hace las preguntas correctas.
Hoy desayuné mientras la red estallaba con otra publicación mía.
No tiene mi nombre, por supuesto. No me interesa ser una figura. Solo un impulso.
Escribí:
“La perfección es una prisión de la que nadie quiere escapar, porque la celda está hecha de seguridad.”
Millones lo compartieron. Algunos lo insultaron. Otros lo entendieron.
Los que lo temieron…
esos son los que más me importan.
En mi despacho hay una pared de mármol negro.
En ella, con letras doradas, he grabado una sola frase:
“No hay libertad sin posibilidad de caída.”
Lo repito cada mañana.
Me recuerda que la humanidad no necesita ser salvada.
Solo necesita recordar que puede salvarse sola.
Ese será mi legado.
No un monumento.
No una revolución.
Solo una grieta.
Y que por esa grieta entre la duda…
y el mundo entero se derrumbe suavemente desde adentro.