No soy como ellos.
Nunca lo fui.
Desde el principio, entendí que mi poder no era para salvar. No era para inspirar. Era para desaparecer.
Mientras Atlas levantaba edificios, Valeria sanaba, Aeon jugaba con el tiempo, y Aurora desafiaba la lógica, yo…
yo aprendí a callar.
Me llamaron Umbra.
La sombra entre la luz.
El susurro dentro del clamor.
Y aunque me vistieron con símbolos, con discursos, con esperanzas…
nunca me sentí uno de ellos.
Hoy me encontré frente a mi reflejo.
Literalmente.
En una dimensión vacía que solo yo puedo habitar, donde las sombras no son ausencia, sino esencia.
Allí, vi mi rostro tal como es:
Dudoso.
Roto.
Humano.
Y escuché una voz.
No una visión, no un enemigo.
Una voz real.
—No les falles.
Pero no venía de afuera.
Era mía.
Y aún así… no sonaba como yo.
Recuerdo la primera vez que vi a Elias Vólcras.
No fue en persona. Fue en una charla grabada. Una entrevista pequeña, casi sin difusión, donde hablaba sobre la libertad como un acto ofensivo.
“La libertad no es gentil. Es ruptura. Es traición al confort.”
Me quedé mirando esa frase por horas.
No porque me sedujera.
Sino porque me reconocía en ella.
Yo nunca elegí estar aquí.
Me reclutaron.
Me entrenaron.
Me dijeron que podía “marcar la diferencia”.
Pero nadie me preguntó qué quería marcar.
Bruma me observa distinto ahora.
Como si supiera algo.
Como si esperara que yo confirmara un secreto que ni siquiera tengo claro si es mío.
No la culpo.
Ella siente la verdad como otros sienten el clima.
Y sabe que yo estoy nublado.
Valeria aún cree que el mundo puede volver a ser como antes.
Atlas lucha con más fuerza, como si la fuerza fuera solución para el silencio.
Aurora construye.
Aeon… calla.
Y yo… floto.
Entre lo que soy y lo que me piden que represente.
Elias me escribió.
No directamente.
Un mensaje encriptado.
Sin firma.
Solo una frase:
“El que no elige, igual decide.”
No respondí.
Aún no.
Pero guardé el mensaje.
No por admiración.
Por curiosidad.
Porque… ¿y si tiene razón?
Si algún día debo decidir,
no lo haré por ellos.
Ni por Elias.
Ni por Bruma.
Lo haré por mí.
Y eso me asusta más que cualquier enemigo.
Porque si elijo mal…
no tendré a nadie a quien culpar.
Ni siquiera a la sombra.