La última conversación que tuvo con Kael fue demasiado breve.
No porque él la hubiera evitado…
sino porque ella ya no sabía qué preguntar sin parecer acusatoria.
Desde la suspensión de las patrullas, Bruma había recorrido cada rincón del archivo profundo, cada bit de metadato, cada sombra de los registros que aún quedaban sin ser corrompidos por el ruido.
Y en medio de esa búsqueda, encontró lo inevitable:
Kael no había fallado.
Kael había elegido no intervenir.
No había pruebas.
Pero para alguien que podía detectar la mentira… el silencio era la mayor de todas.
Esa noche, Sibel Kova no fue Bruma.
No usó su traje.
No activó su intangibilidad.
No se escondió.
Fue al distrito bajo. A pie. Sin escoltas.
Solo con una memoria portátil en su bolsillo y una única idea en su cabeza:
Encontrar a Elias.
Mirarlo.
Y saber.
Porque no lo odiaba.
Lo que más la aterraba era que empezaba a entenderlo.
La ciudad no dormía.
No celebraba.
Tampoco lloraba.
Simplemente existía, sin dioses, sin villanos.
Sin salvadores.
Una mujer cayó en la calle. Un anciano la ayudó.
Un niño lloró. Su madre lo abrazó.
La humanidad estaba haciendo algo inédito:
funcionando sin ellos.
Y eso era más doloroso que cualquier golpe.
Bruma llegó al punto de encuentro. Una vieja estación subterránea reconvertida en salón de debate civil.
Un espacio que alguna vez fue refugio ante ataques… ahora era el corazón del movimiento que quería prescindir de los héroes.
Allí, entre libros, pantallas y murmullos suaves, estaba él.
Elias Vólcras.
Sentado.
Leyendo.
Casi invisible.
Casi común.
Bruma lo observó desde lejos.
Sintió algo romperse dentro.
No por miedo.
Ni por ira.
Por reconocimiento.
Él ya había ganado.
Porque ya no necesitaba esconderse.
Ella dio un paso.
Pero no habló.
Elias levantó la mirada y la vio.
No se inmutó.
Solo dijo:
—Llegaste.
Bruma apretó la mandíbula.
—¿Por qué haces esto?
—Porque ustedes lo hicieron primero —respondió.
Ella lo observó.
Él no mintió.
Y eso… fue peor.
Horas más tarde, su cuerpo fue encontrado a tres calles del lugar.
Ninguna herida.
Ningún golpe.
Solo… caída cardíaca súbita.
Oficialmente, una muerte natural.
Extraoficialmente, un silencio planificado.
Su memoria portátil estaba vacía.
Como si nunca hubiera contenido nada.
En el informe de prensa, nadie habló de su encuentro con Elias.
Nadie mencionó su nombre.
Solo una breve frase:
“La heroína conocida como Bruma falleció repentinamente durante una noche de descanso.”
Valeria lloró en privado.
Aurora enmudeció.
Aeon… desapareció por días.
Y Kael…
Kael no asistió al homenaje.
El mundo siguió funcionando.
La gente no dejó de moverse.
Ni de vivir.
Ni de dudar.
Y el silencio de Bruma…
fue más atronador que cualquier grito.