El hombre que mató la esperanza

Capítulo 15 – Aurora en jaque

Dalia Mien no dormía desde hacía cuatro días.
El laboratorio parecía una extensión de su cuerpo: cables por el suelo, pantallas suspendidas, drones desactivados flotando como cadáveres.

Los sistemas de protección que ella misma había diseñado… habían sido saboteados desde dentro.

No por un virus.
No por un error.
Por usuarios autorizados.

Su tecnología estaba siendo reutilizada por células civiles para crear zonas libres de asistencia.

La gente no quería que los héroes dejaran de existir.
Querían no depender de ellos.

Aurora programó una inteligencia autónoma que analizara todos los movimientos de estos nuevos grupos.
Su conclusión fue demoledora:

“Reutilizan nuestros recursos no como ataque…
sino como acto de afirmación.
No quieren destruirnos.
Quieren demostrarse a sí mismos que pueden reemplazarnos.”

Ese día, un grupo rebelde utilizó uno de sus prototipos de campo para contener un derrumbe en un asentamiento costero.

Fue un éxito.
Cero muertos.
Cero intervención externa.
Cero Asamblea.

Los medios celebraron.
La comunidad se ovacionó.

Y Aurora… lloró.
No por celos.
Sino porque había diseñado ese equipo para ellos.

Y ahora lo usaban para alejarla.

Valeria le ofreció retirarse por un tiempo.

—Descansa. Reconecta contigo misma.

Aurora no aceptó.

—No me duele que ya no me necesiten.
—Me duele que ya no me quieran.

En una conversación privada con Aeon, le preguntó:

—¿Tú sabías que esto pasaría?

Aeon asintió levemente.

—No con precisión.
—Pero cuando un ser puede crear maravillas…
—el mundo lo admirará primero.
—Y luego lo culpará por no compartirlas antes.

Esa noche, Aurora desactivó todos sus proyectos.
Envió una señal global para liberar cada tecnología que había creado.

Código abierto.
Libre.
Sin nombre.
Sin firma.

El último mensaje fue:

“Si querían la libertad… ahora la tienen.
No de nosotros.
Sino de mí.”

Elias vio el anuncio en una pantalla pública.

No aplaudió.
No sonrió.
Solo dijo:

—Ahora sí.
—Ahora el mundo crea su propio futuro.

Y esa fue la verdadera derrota.
No con fuego.
No con sangre.
Sino con silencio…
y decisión.




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