Capítulo 16 – Luz sin fe

La luz ya no respondía igual.

Valeria lo sintió por primera vez en una clínica del Distrito Delta.
Un niño enfermo le extendía la mano.
Ella sonrió, activó su energía…
y tardó tres segundos más de lo normal en canalizarla.

No fue agotamiento.
No fue debilidad.

Fue duda.

Y la duda, en alguien como ella, era un velo sobre la conexión que siempre había considerado sagrada.

Los templos urbanos que antes proyectaban su insignia ahora estaban vacíos.
Las multitudes que la vitoreaban cada vez que descendía del cielo… ya no miraban hacia arriba.

Ahora miraban hacia sí mismos.
Y eso era bueno.
Y eso… dolía.

Valeria meditaba en el Santuario Alto cuando recibió el informe final de Aurora.
Las últimas infraestructuras de asistencia autónoma ya estaban instaladas.
El mundo podía continuar sin ellos.

Literalmente.

Ese día, Valeria fue al hospital donde había nacido.
Donó su energía restante para fortalecer el sistema inmunológico de cientos de recién nacidos.
No lo anunció.
No lo grabó.
No se dejó ver.

Cuando terminó, escribió una nota en su antigua habitación, ahora reconvertida en depósito.

“El milagro nunca fue mío.
Fue de ustedes por creer que era posible.”

Aeon la esperaba al atardecer.

—¿Lo decidiste?

Valeria asintió.

—No fuimos vencidos.
—Fuimos reemplazados.

Aeon no dijo nada.
Solo caminó junto a ella hasta la cima de la torre central.
Desde allí, se veía todo.
La ciudad.
El nuevo mundo.
El futuro.

Y ningún rostro esperaba verlos.

Valeria alzó la vista.

—¿Lo hicimos bien?

Aeon respondió con suavidad:

—Hicimos lo que creíamos correcto.
—Pero no preguntamos si ellos querían algo distinto.

Esa noche, Valeria encendió su último fuego interior.
No para curar.
No para brillar.

Solo para despedirse de la luz.

No porque el mundo la rechazara.
Sino porque ella ya no la sentía necesaria.

Y eso…
era el fin de todo.