Pasaron tres años desde el último vuelo de la Asamblea.
Desde la última vez que alguien esperó en el suelo que descendiera una luz del cielo.
Y en ese tiempo… el mundo no colapsó.
Se adaptó.
Las ciudades aprendieron a coordinar rescates por sí mismas.
Los centros de salud descentralizaron los procesos.
La educación priorizó pensamiento crítico y resolución autónoma.
Los gobiernos dejaron de invertir en vigilancia heroica… y comenzaron a invertir en infraestructura real.
Y aunque hubo fallos, hubo respuestas.
Aunque hubo dolor, hubo resiliencia.
Aunque hubo pérdida, hubo sentido.
Se le llamó La Era Madura.
Otros la llamaron El Horizonte Silente.
Para algunos, simplemente fue el tiempo después de ellos.
Aurora fue vista una sola vez en una convención de ciencia civil.
Sin nombrarse.
Sin hablar.
Solo entregando planos mejorados de antiguos dispositivos.
Aeon escribió un libro bajo seudónimo.
Se titulaba: “Todo lo que no detuve”.
Fue leído por millones… sin saber que él lo escribió.
De Atlas no hubo rastro.
Pero una montaña, antes sin nombre, fue bautizada en su honor por una comunidad que sobrevivió sola a un derrumbe gracias a técnicas que él enseñó antes de irse.
Kael Orin se volvió mito.
Algunos dicen que lidera una red de protección anónima.
Otros, que murió.
Pero en las sombras de algunos reportes…
aún se ve una figura desplazándose en silencio justo antes de que el caos sea evitado.
Como si la sombra no quisiera marcharse del todo.
Solo… observar.
Y Elias…
Elias no desapareció.
Pero ya no era líder.
Se transformó en un referente silencioso.
Sus textos se estudiaban.
Sus frases se tatuaban.
Pero él no hablaba más.
Una vez, en una entrevista, le preguntaron:
—¿Te consideras el salvador del mundo?
Él rió.
—Eso sería… volver al principio, ¿no?
El mundo no era perfecto.
Pero era libre.
Libre de esperar que alguien más corrigiera el error.
Libre de caer… y levantarse sin que una sombra lo recogiera.
Libre… incluso del miedo a estar solo.
Y en esa utopía imperfecta,
nacieron nuevas generaciones que nunca conocieron a los dioses.
Solo historias.
Solo relatos.
Solo ecos de un pasado que, finalmente, había soltado su poder.